Días atrás, cuando aprovechaba yo
un rato de ocio en un corrillo, a esa hora vaga de mediodía,
con el fin de convertirlo luego en literatura dominical, fui
provocado por alguien que trabaja para la Federación de
Fútbol de Ceuta. Lo cual no me causó extrañeza alguna. El
personaje, en cuestión, no era un empleado del campo sino
alguien en posesión de una carrera liberal.
No quise entonces relatar lo ocurrido. Ni ahora pasaré de lo
dicho, si no me obligan las circunstancias, y tampoco lo
habría hecho de no haber leído lo ocurrido el domingo en el
Murube: donde Antonio García Gaona volvió a prohibir
que la publicidad lograda por los directivos del Ceuta se
exhibiera en el campo.
El presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta sigue
empecinado en perseguir al primer equipo local. Y lo hace a
sabiendas de que es un desatino lo que viene cometiendo.
Impropio de una persona que preside un organismo que recibe
subvenciones cuantiosas por parte del alcalde. Abusando, sin
duda alguna, de la protección que éste le dispensa en todos
los sentidos.
El daño que le viene causando García Gaona al Ceuta es
proporcional a la aversión que siente por las personas que
dirigen al equipo. La inquina es superior a sus fuerzas y,
por tanto, se deja ver en sus actuaciones. Que son indignas.
Abyectas. Ultrajantes. Propias de tipos capaces de disfrutar
tratando de echar abajo todas las ilusiones de quienes no
ceden en su empeño de mantener con vida un equipo que él
detesta. Siempre y cuando el equipo no esté manejado por sus
amigos del alma. Los participantes en la famosa mariscada de
Pontevedra. Por ejemplo.
Antonio García Gaona, presidente de un organismo cuyas
cuentas nunca fueron auditadas. Porque durante mucho tiempo
no existió ni contabilidad. O era tan impresentable como
para tener que ocultarla. Cuando se le insiste al respecto,
sólo sabe decir que él quería tanto al anterior presidente
que jamás permitirá que nadie meta un haz de luz en las ya
conocidas como las cuentas del Gran Capitán.
Semejantes declaraciones, más que ayudar al anterior
presidente, un padre para él, según proclama a cada paso
García Gaona, lo que hace es poner en evidencia su larga
estancia en el cargo. Dando pábulo a que se puedan tener por
ciertas las componendas que se hacían en ese organismo.
Chapuzas económicas a la carta. Con el único fin de vivir
algunas personas a costa de ellas.
Gracias a que nuestro alcalde y el presidente de la FFC se
profesan mucho afecto, afecto indecible, el organismo viene
recibiendo subvenciones cuantiosas. Lo cual en los tiempos
que corren no son de recibo. Aunque ambos sean lo que son:
amigos del alma que se han jurado amparo y protección contra
todo lo habido y por haber.
Pero todo tiene su límite. Y lo que están haciendo con el
Ceuta se resume así: es una canallada futbolística. Y un
atentado contra los aficionados que acuden al Murube a ver
un equipo que, sin apenas medios, los está divirtiendo con
su juego. Mientras sus directivos se las ven y se las desean
para poder cumplir con sus compromisos.
García Gaona, amén de las apetitosas subvenciones que recibe
la federación por parte de la Ciudad, de su falta de
transparencia económica, y de haber convertido el organismo
en sitio donde son colocadas personas afines al Gobierno,
está convencido de que la misión más importante que tiene es
acabar con el Ceuta. Darle matarile. El odio hacia sus
directivos es palpable. Y pasará a la historia como un
mindundi dañino. Que se daba aires de grandeza.
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