En el estadio Alfonso Murube, por mor de la pasividad de la
Ciudad Autónoma de Ceuta, tuvimos que asistir ayer con
sonrojo al penúltimo episodio de una Federación de Fútbol de
Ceuta que, al margen del trato de favor del Gobierno de la
Ciudad que preside Juan Vivas, ejerce sin el menor recato,
de una prepotencia y arrogancia con el uso y abuso del
estadio municipal que se ha pagado con el dinero de los
impuestos de todos los ceutíes, llegando a extralimitarse al
impedir que, el responsable del espectáculo que ayer se
ofrecía, el Ceuta, ejerciera su derecho legítimo a exhibir
la publicidad.
La Federación de Fútbol prohibió que se instalara en las
vallas, a pesar de que el organismo federativo tiene solo
una contratada a estas alturas de la temporada y, no
conforme con este comportamiento, igualmente impidió el uso
de la megafonía para hacerlo, así como que se mostrara en el
descanso sobre el césped al poner en funcionamiento los
aspersores, mostrando un pésimo estilo.
El comportamiento deleznable de la Federación de Fútbol de
Ceuta para con el primer equipo de la Ciudad, ya no puede
interpretarse como un presunto enfrentamiento personal de
nadie, sino como una provocación permanente y un intento de
humillar al club más representativo de Ceuta al que
respaldan de momento muchos anunciantes y más aficionados
que todos los que pudiera reunir la Federación a lo largo de
la temporada para el seguimiento de los equipos de
fútbol-base.
Si la Ciudad Autónoma de Ceuta no deja de ser timorata y
actúa con la energía y autoridad que le otorga la propiedad
del recinto deportivo, la Federación de Fútbol, ya ha
demostrado que está dispuesta a dar espectáculos pueriles
como el de ayer, denigrando no sólo el propio espectáculo
deportivos –que a lo peor es lo que pretende con este
comportamiento vergonzoso- sino ridiculizando a los propios
responsables políticos, ya que nuestros visitantes se van a
llevar una imagen tan paupérrima de Ceuta, que ni FITUR ni
todas las Ferias de Turismo del mundo, van a poder limpiar.
El trato de favor que ha recibido la Federación de Fútbol de
Ceuta, cuya documentación ya obra en poder del Tribunal de
Cuentas, ya se dirimirá en los foros adecuados, pero resulta
denigrante, vergonzoso, ruín, atroz, que la permisividad
política conduzca a que germine un conflicto de orden
público en cualquier momento por la negligente y pasiva
actuación política en este asunto. Un club que se
responsabiliza de un espectáculo deportivo durante dos
horas, no puede verse coartado por las interferencias
interesadas de una Federación de Fútbol, que nada pinta en
el desarrollo de los acontecimientos de índole público que
se desarrollan con la normalidad más natural.
Las cortapisas que se intentan imponer por la fuerza, ni se
corresponden con una actuación legítima ni puede tolerarse
desde la Ciudad Autónoma. La Federación de Fútbol ha de
limitarse a sus funciones de gestión para el fútbol-base
local y no interferir en ámbitos que no le competen, a menos
que la Ciudad Autónoma se inhiba de sus propias funciones.
Lo sucedido ayer es una vergüenza y no debiera repetirse.
Poco podrá esgrimir la Federación de Fútbol de Ceuta de
campañas en su contra si actúa con la provocación como
bandera, utilizando a los empleados que están cobrando del
erario público a cuenta de las subvenciones que recibe la
Federación de Fútbol y que no han hecho ninguna oposición
para obtener su puesto de trabajo en esta época de tanto
paro.
Bien conocido es que la Federación de Fútbol, está quedando
como un filón de colocaciones paralelas de personas afines
al Gobierno pero de ahí, a querer mangonear en todos sitios,
va un abismo. No es razonable, ni comprensible ni tolerable
que Antonio García Gaona se aferre al enfrentamiento
continuo contra el Ceuta, crecido por las numerosas
subvenciones que recibe en época de crisis y de austeridad.
Esas prebendas, no le otorgan patente de corso para
intimidar a nadie y, menos, para irrumpir en el estadio
Alfonso Murube como si la Federación de Fútbol de Ceuta
fuera dueña y señora de lo que se costeó y mantiene con el
dinero de nuestros impuestos.
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