A los fachas les encanta darse golpes de pecho y hablar de
la patria. Los cánticos militares les humedecen los ojos,
sienten un hormigueo especial con el himno y llevan la
rojigualda en la muñeca, en el retrovisor del coche y hasta
tatuada si hace falta. Los fachas aman a España más que a su
vida y ver a alguien que no comparte su sentimiento de
orgullo nacional les hace salirse de sus casillas. En Ceuta,
seguramente la ciudad más derechosa del Estado, este
sentimiento está muy arraigado. Fachas hay a montones y
muchos de ellos escriben en diarios de tirada local. Lo
mismo lees un día a uno de estos especímenes idolatrar a
Esperanza Aguirre que llamar “traidores a la patria” a los
catalanes que pretenden resquebrajar su amada patria. Si hay
algo que no perdonan estos amantes del toro de Osborne y la
Semana Santa es que alguien le falte al respeto a adorada
España. Eso sí, amar a España no tiene nada que ver con amar
a los españoles, no hay que confundir las cosas. Para esta
gente, un verdadero patriota debe sentir la bandera en lo
más profundo de su corazón y debe odiar todo tipo de
movimiento indenpendentista, pero no debe porqué sentir
ningún respeto ni amor hacia la Sanidad Pública, las
pensiones de nuestros mayores, la educación de nuestros
pequeños, el acceso a estudios universitarios de los jóvenes
o el derecho a la vivienda de la población. El patriotismo
del facherío español que nos gobierna a nivel nacional y
local no es patriotismo, sino patrioterismo barato.
Idiotizan a la gente mediante el viejo truco del amor a la
patria y de “remar todos en la misma dirección”, acusando de
antiespañol y antipatriota a todo aquel que intenta aportar
algo de racionalidad entre tanta estupidez.
El Partido Popular no es patriota porque el Partido Popular
antepone los intereses de los bancos a las necesidades
sociales de ese pueblo al que tanto dice amar. Es decir, el
Partido Popular no sirve a su amada España, sino a los
mercados. Se humilla ante los que considera fuertes y
humilla a los que considera débiles. No son patriotas, son
patrioteros y cobardes, y los que propagan su mezquina forma
de hacer política hacen gala de un servilismo nauseabundo y
de una insensibilidad mayúscula para con sus conciudadanos
desahuciados, parados, explotados y sin derechos.
La amenaza de España no es el separatismo. La amenaza de
España es la deriba suicida de su Gobierno. Un país no muere
por modificaciones en su modelo de territorialidad, sino
cuando se queda sin futuro, que es lo que le ocurre a este
país que tanto dicen amar estos mal llamados populares. La
mayoría de los parados del país son jóvenes y las políticas
adoptadas por el Partido Popular no están destinadas a la
creación de empleo, sino al pago de una deuda ilegitima e
imposible de pagar, lo que nos deja a los jóvenes ante dos
opciones: la emigración o la aceptación de trabajos sin
futuro, precarizados y sin derechos. Eso sí constituye el
final de un país, y no el separatismo catalán. Eso sí que es
traición a la patria.
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