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OPINIÓN - DOMINGO, 3 DE FEBRERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

El lápiz rojo de la censura
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Los problemas de corrupción que han aflorado, debido al enriquecimiento de Luis Bárcenas, tesorero del Partido Popular que fue hasta hace nada, están consiguiendo que la aversión hacia los políticos, que ya era mucha, sea ahora mogollón. Pero semejante hecho, que en cualquier otro país podría ser motivo de dimisiones, aquí se aprovecha para asustar al mensajero, que ceda la presión y a esperar que el escándalo vaya remitiendo y que la gente, ante el descubrimiento de otra depravada acción, se olvide de la anterior.

En España existe un temor colectivo a encararse con la realidad. Y la de los corruptos no iba a ser menos. De ahí que uno tenga la certeza de que todo lo que ha ocurrido se sabrá dentro de treinta años. Como menos. Cuando el asunto ya no le interese a nadie y los trincones hayan pasado a mejor vida y los ciudadanos, cuando se les pregunte por Bárcenas, respondan que era el presidente del Castellón o de cualquier otro equipo de fútbol que se les venga a la memoria.

De momento, el llamado ‘caso Bárcenas’ está reverdeciendo laureles de comportamientos archiconocidos en España. La que muchos dicen llevar en el corazón pero la esquilman en cuanto se les concede la mínima oportunidad. Mucho hablar de patriotismo, de unidad, de la marca España, y, si me apuran, hasta de destino en lo universal, para acabar convirtiéndola en un patio de Monipodio. (Por si alguien no lo sabe, por qué no, significa lugar de reunión de ladrones y rufianes.)

Patio de Monipodio en el cual los jueces deberían entrar a por todas para demostrar, los jueces siempre tienen que hacer ese ejercicio, que la justicia es igual para todos. Por más que los procesos sean lentos y sus instructores carezcan de los medios suficientes para llegar hasta el quid de la cuestión. Lo tienen difícil. Aun así, mi confianza en ellos está por encima de cualesquiera circunstancias desagradables. Que de todo hay en la viña del Señor.

También hay de todo en la política. Y hasta es probable que los políticos corruptos sean una minoría; eso sí, una minoría que no se para en barras a la hora de trincar. Puesto que se lo llevan calentito y con avaricia. Ahora bien, no se le ocurra a nadie mencionar ningún nombre ni señalar a ningún partido. Porque a los políticos, en cuanto se les nombra para algo que no sea el elogio creen que se ataca al Cid Campeador, a Felipe II y a Santa Teresa de Jesús.

No hay más que oír cada día a María Dolores de Cospedal. La de la peineta bien clavada. Y cuyas salidas a escena, para defender lo indefendible, le van minando la credibilidad por mor de las muchas contradicciones que va dejando en sus discursos. Y qué decir de Soraya Sáenz de Santamaría, tan llena de responsabilidades y repleta de cargos, cuando hasta hace poco era la “la niña de Rajoy”. Ojalá que ese vivir entre presuntos corruptos y, por tanto, a convivir con la posible mierda, no la haga confundirse con ella.

El resultado es que basta repasar durante unos días la historia de España desde hace más de un siglo para predecir que la apoteosis del lápiz rojo de la censura se acrecentará en cualquier momento. Con el fin de que la fina susceptibilidad de los gobernantes no sea alevosamente irritada. Y hasta se irá propalando que conviene no informar al pueblo de cuestiones baladíes por el bien de las instituciones y para no poner en riesgo la democracia. Lo de siempre. Que siempre habrá quienes defiendan semejante postura a ultranza. Además de culpar a Rubalcaba y a los medios.
 

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