Estamos en un momento crítico de la historia de nuestra
democracia, en el que las palabras de nuestro Rey, “La
justicia es igual para todos”, dejen de ser gratuitas. Es el
momento de que jueces y fiscales saquen pecho y echen el
resto.
El día 12 de enero, antes de que se denunciara en los medios
nacionales e internacionales la presunta corrupción de la
cúpula del gobierno español, publicaba yo en la prensa local
un artículo titulado “El Saco de las Cucarachas”, que no
hacía más que abundar en la falta total de honestidad,
requisito este imprescindible para dirigir los destinos de
un país, de muchos de los políticos que antes, ahora y
esperemos que mañana no, gobiernan nuestra España.
La degradación en la familia política es tal, que ya no hay
vigilante ni vigilado que se salve, todos entran en el mismo
saco, cada uno saca el cuerno por donde puede sin nadie que
se lo impida y el gran problema está en que la solución es
complicada. Ya no se trata de dimisión y nuevas elecciones,
no, el problema está en a quien elegimos para confiarles a
nuestras familias y NO SEAMOS ENGAÑADOS DE NUEVO.
La mentira y el engaño es el peor enemigo de las personas,
crea en su entorno un clima de desconfianza que hace
imposible la convivencia. Por esta razón hago tanto hincapié
en la honestidad, porque implica verdad y justicia y sin
verdad ni justicia ni se puede ni se debe gobernar.
La frase “La justicia es igual para todos” no debe ser
gratuita, de esto deben tomar conciencia los responsables de
impartirla. Fuera los agravios comparativos, los procesos
interminables, (gran número de políticos imputados por
corrupción y ninguno en las cárceles), los indultos
caprichosos y la benevolencia con quienes, sin escrúpulos,
desvalijan la riqueza y la honorabilidad de un pueblo.
Tenemos magistrados capaces, con recursos y total
independencia para erradicar de la vida pública al político
corrupto y delincuente. Esto es lo que los ciudadanos
esperamos y deseamos, ya, de la justicia.
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