Parece ser que los líderes
europeos, ante el alarmante aumento del paro juvenil, han
decidido ver la manera de poner remedio a este drama. Como
puede suponer el lector, el propósito no es nuevo, pero la
situación es tan desastrosa, que debemos pasar del debate a
los hechos. Evidentemente, ya va siendo hora de concretar
objetivos y de poner fondos específicos para combatir el
gravísimo desempleo que sufren los jóvenes. A mi juicio,
está bien, muy bien, que se afronte este problema a nivel
europeo. Esperemos que la decepción no nos vuelva a
sorprender. Con voluntad política se llegará a buen puerto.
Ahora bien, si se mezclan intereses y no se dan los
instrumentos adecuados, será más de lo mismo. No pasaremos
de las buenas intenciones.
Hace tiempo que el problema del paro juvenil tenía que haber
sido abordado en Europa. No puede haber crecimiento si los
jóvenes están desempleados. Sabemos todos que el empleo es
fundamental para avanzar. No se trata de ofrecer migajas o
puestos de trabajo en precario. Debemos apostar por un
empleo de calidad. Por desgracia, las políticas de empleo
suelen ser deficientes o nulas. Para nada es bueno la
inactividad de las personas que están en edad de trabajar,
máxime las generaciones jóvenes que han de emplearse a
fondo, en un momento de su vida en la que son pura energía.
Que casi uno de cada cuatro jóvenes europeos se encuentren
sin trabajo es la peor de las noticias. De ninguna manera lo
podemos permitir.
Es una lástima que algunos países europeos, entre ellos
España, desaprovechen esta fuerza motor que tanto precisa el
mundo. Para esto no hacen falta tantos políticos en el
escenario. De lo que se trata es dar a cada joven, o bien
formación o un puesto de trabajo. Además de ser un desastre
social, el desempleo es un drama personal que repercute
negativamente en la persona que desea realizarse, provocando
sentimientos de desasosiego, impotencia, miedo, rabia,
indignación, y tantos otros efectos de frustración y
generación de violencia. Ciertamente, numerosa juventud que
ni estudia, ni tampoco trabaja, desemboca en el vacío y
bastantes acaban cayendo en el fuego del alcohol y la droga,
o en círculos de grupos extremistas.
Europa y el mundo entero tiene que pensar más y mejor en la
juventud, sobre su presente y su futuro. Tan fundamental es
instruirla como estimularla. Tenemos que recuperar la
ilusión de los jóvenes, darles oportunidades, son el genio
vivo que hay que cuidarlo para que se sientan útiles en su
comunidad. No podemos seguir desperdiciando su talento, su
capacidad de reacción, el entusiasmo en definitiva que es lo
que muchas veces nos conduce al éxito.
La realidad es la que es. Multitud de gente joven está
subempleada en la economía informal, con frecuencia con
bajos ingresos, condiciones de trabajo pobres, sin ninguna
perspectiva profesional e incierta protección social. Otra
masa trabaja en actividades ilegales. Y otra no tendrá
oportunidad ninguna. Ante este panorama desolador, la
confianza a los políticos y a las instituciones, está bajo
mínimos. Tenemos que tomar otros caminos. Para empezar, los
políticos tienen que tener una cuestión clara, que hasta
ahora parece que no la han tenido a juzgar por el desastre,
colocar al mismo nivel (de apoyo) el crecimiento económico
como la creación de empleos.
Dicho todo lo anterior, no hay que ser un lince para caer en
la cuenta que las políticas económicas y sociales, deben
considerar más a los jóvenes para no dañar sus perspectivas.
El desprecio a la fuerza joven es lo más mezquino de un
poder político que se precie. Precisamente, algunos
empleadores utilizan esta savia joven para explotarlos, con
salarios demasiado bajos y el miedo a perder el puesto. De
hecho, muchos retornan con sus familias y comparten el hogar
para recortar gastos. Qué pena.
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