Cuando miro, leo, escucho noticias sobre la situación en
Andalucía, me pregunto cómo es posible seguir con el mismo
discurso, falaz, victimista, viciado, de que la culpa es de
los demás. Tras treinta años de gobierno, la autonomía con
mayor índice de paro, la más atrasada, sigue siendo
Andalucía, y no hay excusas, han pasado muchas personas,
ideas y compromisos, todas ellas amparadas bajo la misma
bandera, la del socialismo legendario, la de la igualdad
social, y cada vez los indicadores son más alarmantes, la
desigualdad crece, la pobreza se instala en la región con
mayor potencial de desarrollo.
Es como poco sorprendente, y más sorprendente si cabe es la
falta de reacción, de crítica, de cambio, como mucho se gira
a la izquierda con un bipartito sin fuerza, la conjunción de
las izquierdas, que solo consiguen amordazar la crítica,
provocar más desasosiego y evitar afrontar lo que de verdad
se necesita para producir un cambio profundo.
Tampoco deja de sorprender la ausencia de críticas externas,
si después de tanto tiempo gobernando no avanzan, algo debe
estar fallando, algo que debería percibirse desde las
propias fuerzas de izquierdas, que sin embargo permanecen
aletargadas, incapaces, echando la culpa a la crisis, a los
recortes, a la derecha, inaudito.
Porque bien es cierto que ahora estamos en crisis, pero no
siempre ha sido así, en los momentos de bonanza se ha
practicado sin mesura el clientelismo político, la
subvención universal, la solución desde el estado como
gestor, controlador, manipulador y garante último de todo el
entramado económico, no hay más que fijarse en Delphi o en
Santana, para darse cuenta de que el modelo ha fracasado no
por la crisis, sino por el propio planteamiento, carente de
lógica.
Habrá quien afirme que no solo han sido fracasos, también se
han producido éxitos, no lo dudo, después de tanto tiempo,
no puede ser de otra manera, pero la tendencia, la que
marcan indicadores como el paro, la innovación tecnológica,
el ahorro de las familias, los umbrales de pobreza, la
desigualdad, es demoledora, absolutamente inaceptable, y si
a eso sumamos las inquietantes noticias sobre la forma de
gestionar el dinero público, el desastre de las
transferencias sobre el Guadalquivir, el número,
justificación y funcionamiento de las empresas publicas,
entonces dan ganas de llorar.
El uso y abuso del gobierno como fuente de poder inagotable,
basado en vivir de la crítica apoyada en los viejos y
agotados agravios del señorito, es una mina que han
explotado hasta la saciedad, con magníficos resultados, todo
hay que decirlo.
El desastre de las cajas de ahorros, es un ejemplo terrible,
no se puede dejar en manos de gestores públicos negocios de
cierta envergadura, terminan haciendo de ellos su fuente de
ingresos y financiación, a gran escala, sin que el
socialismo salga por ningún lado, hasta agotar, endeudar y
destruir el propio sistema, pero sin responsabilidad, eso es
cosa de otros, como poco sorprende la falta de respeto que
supone para sus propias siglas y sobre todo para el común de
los ciudadanos.
Si cambiamos de orilla y cruzamos hasta nuestra ciudad,
vemos con preocupación lo que sucede tras la demoledora
situación económica provocada tras el estallido de la
crisis, vemos como gente agotada regresa o simplemente se
instala aquí intentando encontrar una salida al laberinto.
No es que aquí estemos mucho mejor, y menos ante la llegada
de más personas, pero aun así tratamos de acoger a los que
vienen para intentar darles una salida, difícil pero no
imposible. Y eso no deja de ser curioso, que seamos
receptores frente a tan amplio territorio como el que ocupa
la comunidad andaluza.
Sin embargo cuando nos miramos a nosotros mismos, no deja de
llamar la atención que las canciones que se oyen desde la
izquierda o los sindicatos sigue siendo la de que deberíamos
aplicar las mismas recetas que en tan nefasto resultado han
dado en Andalucía.
Más déficit, más subvenciones, más de lo mismo, sin rubor,
sin el más mínimo atisbo de autocrítica, la política no deja
de sorprenderme todos los días.
Eso si, si se trata de apoyar a Cuba, no hay fisuras, la
izquierda responde como un solo hombre, si hablamos de la
revolución bolivariana de Chaves, el asunto está claro.
No se si son torpes, ciegos, o están tan bien aleccionados
que ya no ven más allá, porque los sistemas fracasan o
triunfan, son buenos o malos, pero las personas no pueden
quedar prisioneras de sus propias contradicciones, atadas de
pies y manos.
La libertad incluye la capacidad para evolucionar, para
avanzar desde posiciones de partida hacia nuevos horizontes,
aceptando que unas veces se acierta y otras se yerra.
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