No cabe duda de que el futuro de
un país, del nuestro también, está en lo que un día puedan
hacer sus jóvenes.
Y he dicho lo que puedan hacer, pero teniendo como base una
formación que no les va a venir caída del cielo, sin más,
sino que se adquiere dedicando muchas horas a prepararse
para poder “ser alguien” en el futuro y para poder competir,
con los demás, en Europa especialmente.
Recomendar a los jóvenes que se formen, debe ser una de las
funciones que llevemos a cabo los mayores, especialmente, si
estamos en la enseñanza.
Más de cuarenta años llevo con esta cantinela, con
resultados diversos, en algunas ocasiones muy buenos, en
otros con auténticos desastres.
Y no es extraño, especialmente, cuando hay chavales jóvenes,
un poco “espabilaos”, poco trabajadores y que sueñan con
tener un futuro lo mejor que puedan, pero sin pegar un palo
al agua y sin que les guste encerrarse en una biblioteca o
en un laboratorio, para asentar sus bases formativas.
Desde luego, tienen su punto de vista, aunque a mí me
parezca que está un poco desviado. Y tienen su punto de
vista, porque miran a otros de más edad que ellos, a los que
quieren seguir los pasos, que sin saber hacer la “O” con un
canuto, se han asentado, por obra y gracia de la política y
sin haber tenido una formación clara, sólida y de garantías,
tras encontrar un “roto” gracias a las simpatías de un
partido y ahí están, ya para toda la vida.
Aquí está el mal ejemplo para la juventud, el que hayan
aparecido un par de carreras nuevas –la sindical y la
política pura- que de lo único que han necesitado ha sido
del dedo del amigo o de la cara y, a partir de aquí, esos
políticos o esos sindicalistas profesionales son capaces de
dar lecciones al mismísimo Oráculo de Delfos.
Hace pocos días, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid,
Esperanza Aguirre, con diferencia el valor más cotizado del
PP, a todos los niveles, hacía alusión a esto y se dirigía
no sólo a los jóvenes de Nuevas Generaciones, sino también a
los jóvenes seguidores de otros partidos. Ni que decir tiene
que, especialmente a los “listillos” esto les cayó como una
bomba, porque hay quien ve en estas palabras el intento del
cierre de las puertas de la “mamandurria”, sin haber
aprendido como se pone su nombre.
No tardó en salir, para matizar más esto, la propia
alcaldesa de Madrid y para matizar que con eso no se está
tratando de poner zancadillas a la juventud, sino que lo que
se proponen, lo que quieren es que los jóvenes lleguen
formados, con sus propias bases, con su profesión asegurada,
en vez de encaminarse a hacer su profesión de la política,
sea donde sea, y donde se está dando tanto “delincuente”,
donde se asientan mejor los que más “agarres” han tenido y
donde no encuentras ni un tres por ciento con una formación
clara para poder llevar las diversas áreas de los
ayuntamientos, las autonomías o el propio país.
Uno se tiene que echar a temblar cuando, sin ir más lejos,
en Ceuta ves lo que hay tocando puestos y cargos de
responsabilidad grande gentes que no saben poner su nombre.
Uno no puede por menos de llevarse las manos a la cabeza
cuando ve en ciertas autonomías “la morralla” que se ha
asentado allí, de donde saltarán para un poco más arriba, y
uno se queda más que perplejo al ver y haber visto a ciertos
ministros o ministras, en éste o en el anterior Gobierno,
como Leire Pajín o Valeriano, por destacar a alguno.
Queda claro que lo primero que hay que hacer es formarse y
luego ya, eso más tarde, vivir de la política.
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