De entrada dos cuestiones: la
primera, que la actual guerra de Mali (o de “Malinistán”
jugando con el neologismo) tiene, entre otros, un fuerte
componente étnico, aspecto que no conviene olvidar. La
segunda, que no es solo Francia (y Europa misma) la que
tiene sus intereses en juego: Argelia de forma más directa y
Marruecos a la chita callando, también se juegan mucho en el
envite. Rabat particularmente está corriendo demasiado
intentando llevar las turbulentas aguas a su hacendoso
molino, criminalizando abiertamente y en su conjunto al
Frente Polisario llegando estos días a presentarlo casi
incluso como un apéndice de AQMI (Al Qaida en el Magreb
Islámico), en una burda maniobra de intoxicación aun cuando
pudiera existir cierta “contaminación ideológica” del
yihadismo salafista en algún sector de la población más
joven encerrada en los campos de Tinduf. Y un interrogante:
¿por qué no se ha intervenido antes en Mali? ¿Pues el hecho
es que desde principios de los años 2000 ya se estaba
incubando el huevo de la serpiente. De hecho y como bien
saben algunos analistas, al menos en España y en medios de
comunicación fue este escribano del limes el primero en dar
la voz de alerta hace once años ya en la revista War Heat,
por ejemplo. Y una apreciación: uno de los indeseables
efectos de la mal llamada “Primavera Árabe” ha sido
precisamente éste, impulsar el proceso de asentamiento del
yihadismo entendido como terrorismo islamista en el Sahel
pues la caída a lo largo de 2011, primero de Ben Alí en
Túnez y luego de Gadafi en Libia, facilitó la descomposición
de los respectivos Estados con la consiguiente merma en el
control de las fronteras con dos nefastas consecuencias:
primero la dispersión del armamento de los arsenales libios
y segundo las facilidades de movimientos para los grupos
terroristas. ¿Calibraron bien Francia y la OTAN las
consecuencias de su determinante intervención militar en
Libia...? Mucho me temo que no.
Bienvenido en cualquier caso el brillante operativo militar
francés “Serval”, que el resto de la Unión Europea (con
España en primer término) debería haber apoyado sin reservas
en logística y efectivos. ¿Dónde está la política europea de
defensa común...?. Por lo demás, tanto Argelia como desde
luego Marruecos han abierto su espacio aéreo a los
cazabombarderos “Rafale”, que incluso han llegado a repostar
en la base de Guelmin. Mientras tanto y dentro de Marruecos,
los jeques de la salafiya (simpatizantes, no me cabe duda,
del terrorismo yihadista) no han dudado en calificar la
misión militar francesa, desarrollada en el más estricto
respecto a la legalidad internacional y a expresa petición
de las autoridades legítimas de Mali, como “agresiva” y
“criminal”, descollando en las demagógicas críticas un viejo
conocido en Ceuta, el presunto imam Omar Haddouchi quien se
ha atrevido incluso a solicitar del Consejo Superior de
Ulemas del Reino una “fetwua” (o fatua), dictamen religioso
sobre la misma intentando embarrar la política oficial de
Rabat. Los islamistas parlamentarios del PJD (Partido de la
Justicia y el Desarrollo) en el gobierno, encabezados por
Abdelilah Benkirán, se muestran cautos y a la espera de los
acontecimientos (en Marruecos quien manda, manda) pero no
así el MUR (Movimiento de Unicidad y Reforma), entidad de
carácter religioso que nutre en buena medida de militantes
al PJD y que conforma su matriz ideológica y que si bien por
un lado y en una interesante declaración se ha desmarcado
como siempre del terrorismo yihadista, condenando por
ejemplo la última toma de rehenes en Argelia así como “el
fanatismo, el extremismo, el separatismo y la posesión de
armas por grupos radicales”, por otro se ha alienado a su
modo con los jeques de la salafiya refutando el operativo
militar francés como “una intervención extranjera en un país
musulmán” mientras pide a los países vecinos a Mali “una
intervención a favor del diálogo”.
Y desde luego, la enhorabuena para Argelia y las fuerzas
especiales de su ejército al responder, contundentemente y
de forma expeditiva, al secuestro de técnicos y trabajadores
de la planta de In Amenas, abatiendo a 29 terroristas y no
pudiendo impedir, lamentablemente, el asesinato a sangre
fría de 37 de los secuestrados. Argelia, como Rusia en casos
similares, nos ha dado una lección que particularmente la
floja y decadente Europa debería tener muy en cuenta: ni un
euro para ningún secuestro, ni de cooperantes, periodistas,
diplomáticos o barcos pesqueros. Si se puede se les libera y
si los secuestrados mueren en el intento, pues mala suerte:
daños colaterales. Los terroristas deben de aprender la
lección y saber (en Argelia les ha quedado muy claro) que el
secuestro no es ninguna opción y que, si viene al caso,
serán abatidos como fieras, sin contemplaciones pues los
secuestros son, además de un hecho propagandístico, una
importante fuente de financiación del terrorismo. Por lo
demás y como acaba de demostrar, Argelia es un estado
soberano capaz de arreglar por sí solo sus problemas. Esto
es una guerra y en la guerra como en la guerra: unidad de
mando y sin que tiemble la mano. ¿El mejor terrorista?. El
terrorista eliminado: en el Sahel, en Villa Pamplinas o en
el País Vasco. En Mali, Francia ha tenido el coraje de hacer
lo que había que hacer. Y Argelia en la planta de gas de In
Amenas también. Visto.
|