En el año 1982 se reconoció el genocidio sufrido por los
gitanos en los territorios ocupados por la Alemania Nazi de
la II Guerra Mundial (se contabilizaron más de 500.000
muertes). Durante décadas Alemania negó que los asesinatos y
las esterilizaciones tuvieran motivaciones racistas.
Las autoridades y varias sentencias judiciales negaban
cualquier indemnización por las atrocidades sufridas, ellos
argumentaban sobre las persecuciones, “particularidades
sociales” de los gitanos.
Treinta años después del reconocimiento al genocidio,
Alemania dedica un monumento a los gitanos asesinados. Un
estanque redondo situado en el parque Tiargarten de Berlin
en cuyo centro asoma una estela funeraria, la canciller,
Angela Merkel, describió su superficie como “un espejo de
duelo infinito”. Dijo que el monumento “sitúa el recuerdo de
las víctimas en el centro de la sociedad” y “conmina a
respetar la dignidad humana”.
En el mismo parque hay también unas instalaciones que
recuerdan la persecución y asesinato de miles de
homosexuales en la dictadura nazi.
También están las 2711 estelas funerarias grises del gran
monumento conmemorativo de la Shoa judía.
El superviviente holandés y gitano Zoni Weisz habló en el
acto del “Holocausto olvidado” y narró su huida de la
deportación al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau.
Con siete años vio desde el andén a sus padres y a sus tres
hermanos pequeños alemanes alejarse en el “transporte de
gitanos” que los llevó a la muerte.
El 27 de enero fue elegido para conmemorar el Día
Internacional de Recordación del Holocausto porque en esa
fecha, en 1945, el ejército soviético liberó el mayor campo
de exterminio nazi, en Auschwitz-Birkenau (Polonia).
*Presidente Comunidad Romaní de Ceuta
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