Me aborda por la calle una señora
y con suma educación me pide si puedo prestarle atención
durante unos minutos. Los justos para ponerme al tanto de un
problema que puede dejarla, más pronto que tarde, sin techo
donde cobijarse.
Le digo que soy todo oído. Y comienza a relatarme su
desgracia. La que se encamina aceleradamente a dejarla sin
piso en un pabellón militar que disfrutaban sus padres y que
al morirse éstos la dejan abocada a tener que abandonarlo.
Lo cual no deja de ser una tragedia. Y mucho más en los
tiempos que corren.
En los tiempos que corren, donde las medidas que vienen
tomando los gobernantes, en contra de las personas más
necesitadas, revuelven las bilis de quienes aún nos
condolemos por el mal ajeno, se hace más necesario que nunca
escuchar atentamente a quienes son objetos de cualquier
desgracia que puede cambiarles la vida. Para mal.
La señora me pone al tanto de que fue recibida en el
Ayuntamiento por una persona muy cercana al alcalde. A la
cual le contó sus peripecias. Y, dado que ésta no le daba la
menor importancia a su drama, se atrevió a decirle que
estaba dispuesta a montar una tienda de campaña frente al
Ayuntamiento. Y que lo haría acompañada por muchas amigas
que estaban dispuestas a secundar su protesta.
-Y qué le respondió la persona que le atendió en nombre del
alcalde…
Me dijo que lo que tenía que hacer es apostarme ante la
Delegación del Gobierno y no ante el edificio municipal. Que
era al delegado del Gobierno al que había que darle la
tabarra. Y hasta me dio el nombre de la persona que la
aconsejó de esa guisa. Y cuyo nombre no voy a mencionar
porque no me da la gana. De momento.
He aquí, pues, un modo de actuar de un tipo que desempeña un
cargo elegido a dedo y que no sabe comportarse. Ya que su
recomendación, además de grotesca, deja a alcalde a la
altura del betún. Eso sí, hago todo lo posible por creerme
que el alcalde no tiene nada que ver con semejante
respuesta. Pero no meteré la mano en el fuego por él. Porque
hace un montón de años que yo decidí no someterme a
semejante sacrificio por nadie.
Sacrificio es, precisamente, el que le espera a Francisco
Antonio González. Un sacrificio del cual esperamos que
salga con todas las ganas del mundo para volver a su
despacho a seguir trabajando con el mismo entusiasmo que ha
venido demostrando hasta el momento.
Pacoantonio, tras anunciar que será operado en Madrid, nos
ha dejado con el alma en vilo a cuantas personas le
apreciamos. Al margen de ideas y de aciertos y desaciertos
en su tarea como gobernante. Tarea difícil, tal y como le
recordaba yo, días atrás. Porque es evidente que la moral se
esgrime cuando se está en la oposición; la política cuando
se está en el poder.
Sin embargo, en estos momentos, a mí me importa un bledo y
parte del otro todo cuanto concierne a la labor que viene
realizando Francisco Antonio González, cual delegado del
Gobierno. A mí lo que me importa, por encima de todo, es que
la intervención a la que será sometido sea un éxito en todos
los sentidos. Y me expreso así, sin darle un ápice de
protagonismo a la sensiblería de tres al cuarto. Creo además
que Pacoantonio debería plantearse si merece la pena seguir
ocupando un cargo tan complicado a costa de poner en peligro
su salud, ya de por sí resquebrajada. Ánimo. Amigo.
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