El delegado del Gobierno, Francisco Antonio González Pérez,
en su charla de partido de la semana que concluye abordó el
tema de la seguridad. Un asunto, como no podía ser menos,
que despertó la expectación e interese comprensible por
tratarse de un tema sensible. Y como ya expusimos desde este
periódico el pasado 14 de diciembre en un artículo titulado
‘El polígono del Tarajal y la manta corta”, González Pérez
incidió en un hecho incuestionable: “La permeabilidad
excesiva en la frontera causa inseguridad”. Así respondía a
los sectores comerciales que vinculan la fluidez de la
frontera con unas mayor actividad comercial, olvidando
quizás un detalle importante: aquí vienen turistas
dispuestos a comprar pero no es menos cierto que también nos
llegan pedigüeños, porteadores, inmigrantes, menores no
acompañados y delincuentes dispuestos a dar “tirones” de
bolsos, a protagonizar robos con fuerza, con nocturnidad y
hurtos. Y ya saben el símil de la ‘manta corta’, que si
tiras de ella para taparte la cabeza te descubres los pies,
y si lo haces al contrario, te cubres los pies pero te
destapas la cabeza.
Todo este asunto supone un “lastre” que han de sufrir los
ciudadanos “caballas” ¿a qué precio?. Si más de 6 millones
de personas cruzan la frontera anualmente, ¿cómo determinar
quienes vienen con buenas intenciones o con ánimo de
delinquir? Máxime como dice el propio delegado del Gobierno,
aquí en Ceuta es menos gravoso delinquir que en Marruecos y
se da el porcentaje del 80% de delitos cometidos por
individuos que no son residentes en nuestra ciudad.
Unas cifras que hay que poner sobre la mesa, a la vez que el
número de funcionarios por número de habitantes, en una
ratio de las más elevadas de España: 1.400 funcionarios
policiales para 80.000 habitantes. ¿Qué quiere decir esto?
Pues sencillamente que no parece ser cuestión de más
policías, sino más bien de un remodelación de la frontera
para establecer un filtro lo suficientemente eficaz como
para depurar la tendencia de cada uno de nuestros
“visitantes”. O sea, como vulgarmente se suele decir “el
todo vale”, no cabe en un asunto en el que nos jugamos ni
más ni menos que la seguridad y quien no lo entienda, sean
empresarios o no, demuestran un gran egoísmo y una falta de
interés por mantener la convivencia y la situación social en
Ceuta sin sobresaltos. Las oportunidades de hacer negocio es
muy loable e incluso se debe estimular pero no a cualquier
precio ni a costa de la integridad física de nadie. Bien es
verdad que nos movemos en un terreno proclive a la
demagogia, pero no es menos cierto que en una población como
la nuestra, donde hay un policía por cada 60 habitantes, no
hay que pensar sólo en los réditos comerciales sin más
porque la sociedad ceutí ha de soportar, en el caso de que
se abra la mano, una contraprestación muy costosa.
Siempre hemos apostado por conjugar en una situación de
equilibrio seguridad con rentabilidad económica, vigilancia
suficiente con dinamización económica. De no ser así,
igualmente representa un sinsentido ese acuerdo de
colaboración entre Confederación de Empresarios y Policía,
como recientemente se ha presentado con una serie de
consejos a los compradores y ciudadanos en general. Si nos
preocupa la seguridad, como no puede ser menos tampoco
podemos eludir la sensatez de saber afrontar un control
estricto en la frontera para evitar consecuencias negativas
a la permisividad de visitantes con el sólo objetivo de que
el comercio local se muestre satisfecho.
No es cuestión de ser complacientes con las pretensiones de
unos sino de hacer compatibles intereses que, conlleva a
conflicto porque lo que uno pretende el otro no se lo puede
conceder. Y en una ciudad como ésta, donde la convivencia es
un valor esencial, nadie puede tirar por la borda una
estabilidad que los indeseables pueden dinamitar con su
comportamiento delictivo amparados en la coartada de que
aquí “todo el mundo es bien recibido”.
Y conste que no hablamos de discriminación sino de control
exhaustivo. De prevención del delito y de salvaguardar
nuestros intereses de seguridad, algo que a decir verdad, no
tiene precio. La permisividad puede llevar a que degenere
una situación en un hecho: que ni los propios comerciantes
estén tranquilos por la excesiva presencia de delincuentes.
Lo más importante: tenemos que saber a qué atenernos y qué
queremos: estar en vilo o con el señuelo de elevar las
ventas que Ceuta se convierta en una ciudad inhabitable.
Todo en su justa medida.
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