Desde que tuve uso de razón oí
decir que la responsabilidad de ser tesorero, ya sea en lo
público o privado, debe recaer en quienes hayan dado
muestras sobradas de honradez y de saber manejar los dineros
acordes con las funciones que para bien del interés general
les fueron encomendadas.
Los tesoreros gozaron siempre de mucha importancia. No hay
más que mirar hacia atrás y adentrarse en sus raíces mucho
más allá de lo que conocemos como los tiempos de
Maricastaña. Es decir, en tiempos remotísimos. Casi nada…
Ser el jefe de una tesorería, o sea, persona encargada de
cuidar y administrar el tesoro de una empresa, institución u
organismo, exige tanta responsabilidad en la misma medida
que otorga enorme poder a quien maneja los caudales mediante
la complacencia de la persona o personas que le otorgaron su
confianza.
Yo he conocido tesoreros municipales a los que todo el mundo
les rendía pleitesía. Eran los funcionarios más adulados de
los Ayuntamientos. Sobre todo cuando los interesados
necesitaban un adelanto del sueldo. Cierto es que aquellos
tesoreros casi siempre remitían al cajero. Quienes, en
realidad, eran los que descargaban del trabajo a sus jefes y
les permitían llevar una vida laboral muy cómoda.
Tesoreros y cajeros recibían prebendas por parte de propios
y de cuantos extraños trabajaban para el Ayuntamiento. Ambos
funcionarios se permitían lujos que otros no podían. Y no
porque se lo llevasen calentito, no. Sino porque, desde que
el mundo es mundo, los custudiadores de la pasta han sido
siempre seres muy respetados y agasajados.
Por ejemplo: durante los años que yo estuve ejerciendo de
profesional del balompié, el tesorero era la persona más
reverenciada por los jugadores. Ya que todos los
profesionales dependíamos de sus deseos de pagarnos antes o
después. Y qué decir de cuando los dineros escaseaban y
quien tenía la llave de la caja se encargaba de distribuir
lo que en ella hubiera.
Yo he tratado a tesoreros de clubes que tenían tripas por
estrenar. Otros eran caprichosos. Algunos eran unas veletas.
Y, desde luego, si se les discutía cualquier decisión
burocrática o deportiva, ya se encargaban ellos de ponerte
en tu lugar descanso. Debo decir, cuanto antes, que también
yo los he visto sufriendo lo indecible por no poder impedir
que algunos presidentes metieran la mano en la caja. Viene
al caso hacer referencia a un presidente que tuvo la
Agrupación Deportiva Ceuta. Cuyo nombre no mencionaré por
razones obvias. Pero sí les animo a que hagan las
averiguaciones correspondientes al caso. Lo malo de esta
persona es que gozaba de la confianza de un directivo muy
reputado que le permitió hacer de su capa un sayo con los
dineros del club. Aquel cajero padeció lo suyo. Ya que no
podía prescindir de su segundo empleo.
Se preguntarán ustedes las razones que me han movido hoy
para hablar de tesoreros y cajeros. Pues es muy fácil:
porque Luis Bárcenas ha hecho posible con su conducta
delictiva que los tesoreros vuelvan a estar de actualidad.
Bárcenas, que lleva afincado en la sede de Génova un mundo,
y que ha sido gerente y tesorero, ha hecho posible que el PP
esté sumido en una crisis tremenda. Eso sí, el presidente
del Gobierno, Mariano Rajoy, ha dicho en Almería que
se tranquilicen los secretarios generales del partido. Que
lo de Bárcenas lo resolverá la Justicia. Que para ese
menester está Gallardón. Y aquí paz y… a seguir ‘barceneando’.
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