Desde hace años, en contadas
ocasiones, he recibido una carta, fuera de las normales del
banco o de la publicidad.
Atrás quedó aquella época en la que para tener noticias de
amigos, conocidos o familiares, te tenías que cartear con
ellos.
Y he hablado de la publicidad, de esos envíos en los que te
ofrecen el “oro y el moro” por poco dinero, o con sólo hacer
una llamada a un teléfono que nunca sabes lo que te va a
costar dicha llamada.
La gente, hay que reconocerlo, trata de vivir de lo que
puede y hay quienes viven mejor que los mismos ángeles y sin
haber dado un palo al agua o sin haber derramado una gota de
sudor.
Por lo general, cada vez que recibo una de esas cartas que
vienen cargadas de publicidad, lo que hago con ellas es
siempre lo mismo “colocarlas en mi archivo particular”,esto
es, tirarlas a la papelera, para que así no ocupen ningún
sitio más, con lo que conmigo muy poco rendimiento sacan
todas esas sociedades, eso lo tengo más que claro.
A pesar de esto, que acabo de escribir, hace un par de días
y con matasellos del 15 de este mes de enero, recibí un
sobre, por lo demás, sospechoso. Naturalmente, en el hotel,
cuando llegó lo cogieron, faltaría más, porque aquí no saben
ni quien puede enviarme la publicidad de un cepillo de
dientes o de un vehículo de cualquier marca.
Como un sobre, en el que va algo que no es simple papel,
resulta sospechoso, cuando llegué y me lo entregaron ya me
dijeron que había pasado por su correspondiente control, por
si había algún peligro. A todos resultaba sospechoso, pero
afortunadamente no había en él ningún tipo de petardo.
Y más sorpresas. Traía remite y venía, de acuerdo con el
remite, de la localidad sevillana de Dos Hermanas, lugar en
el que no conozco a nadie, ni jamás he tenido relación con
nadie. ¿Qué es esto?. Fue lo primero que me dije.
Había que abrirlo y mi sorpresa es que cuando abro el sobre
me encuentro en él con un par de “recogepelos” o algo
parecido, de baratijas creo que no de mucha más calidad que
la que puede tener cualquier producto de este tipo, en
alguna de las muchas tiendas de los chinos.
Tal como lo abrí y vi lo que había dentro, dejé el sobre en
la habitación, pensando que podría haber alguna confusión y
que ya lo reclamará alguien. Ahí lo puse y ahí sigue, ahora
cuando estoy escribiendo.
Pero mira por donde, para más sorpresa, una llamada, me
dicen en el hotel, al mediodía del viernes, preguntaba por
mí y por lo que había en el sobre. Como yo no estaba
entonces en el hotel, quedaron en volver a llamar, para
aclarar no sé qué ..., han pasado varias horas, la llamada
no se ha producido aún y no sé por qué me parece que eso
huele a algo no muy normal y no a tono con una simple
correspondencia o con un envío previsto. Yo al menos ni
esperaba tal envío, ni lo había solicitado.
Y es que hoy hay que vender lo que sea, como sea y a quien
sea, lo malo de casos como éste es que un sobre no esperado,
con unos objetos no solicitados y para mí, en este caso,
poco lejos puede llegar.
La crisis, es un hecho, aguza el ingenio para todos aquellos
que acostumbrados a vivir mejor, ahora están, también, en
época de vacas flacas.
Yo, mientras tanto, espero la llamada que dijeron a la
recepcionista del hotel que iban a hacer y que a las siete
de la tarde del viernes no la han hecho aún. ¡¡Cuidado con
lo que intentan mandarnos!!. Hay envíos que huelen a timo.
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