Aueridos amigos inmigrantes, responsables de la Pastoral de
Migraciones y fieles todos: Ante la Jornada Mundial del
Emigrante y del Refugiado de este Domingo, 20 de Enero de
2013, quiero hacer una breve reflexión acerca de una
realidad que es tan importante y querida para mí y para la
Iglesia.
Lo es, en primer lugar porque estoy convencido de que las
personas inmigrantes ocupan un lugar privilegiado en el
Corazón del Señor. Él es quien mejor conoce los deseos y
esperanzas que traen estos hermanos nuestros y quien más
sufre sus penalidades y desgracias, que en muchos casos les
han obligado a salir de sus países, les acompañan en su
difícil llegada a nuestra tierra y siguen sufriendo aún
después de muchos años de convivencia entre nosotros.
En mis encuentros con algunos de vosotros, queridos hijos
inmigrantes, he podido constatar esta experiencia. En Tarifa
y Algeciras, especialmente, pero también en otros lugares,
he compartido vuestras dolencias y luchas. Pero sobretodo me
ha emocionado ver vuestra fe y vuestra esperanza. Vuestra
certeza de la compañía de Dios en vuestro difícil camino. Y
especialmente la alegría y el consuelo que encuentra vuestro
corazón al comprender que el valor de vuestra vida está en
Su Amor. Él asegura vuestra dignidad.
Por ello los cristianos os recibimos como hermanos y sabemos
que ante todo sois un don que Dios nos hace. Un regalo que
alegra nuestras celebraciones eucarísticas dominicales,
nuestras catequesis y nuestras parroquias. Tenéis mucho que
aportarnos. De manera particular esa fe y esperanza que os
lanza a seguir luchando y también vuestra humildad
abandonada que lo espera todo de la Caridad de Dios y de
nuestra acogida.
Todos somos peregrinos en este mundo. Justamente por ello el
Santo Padre ha elegido este lema para la Jornada de este Año
de la Fe: “Migraciones: peregrinación de fe y esperanza”.
En este año de conversión, nos preguntamos sobre nuestra
caridad cristiana pero también miramos hacia vosotros,
hermanos inmigrantes, con un doble deseo: en primer lugar
transmitiros lo mejor que tenemos, la Buena Noticia del Amor
de Dios manifestado en Cristo Jesús. En segundo lugar
recibir de vosotros esas experiencias que atestiguan ese
Amor y que os sostienen en vuestra lucha. En medio de la
crisis que sufrimos, unos y otros podremos alentarnos
ayudándonos a poner los ojos en Aquel que nos sostiene: El
Resucitado.
No queremos, sin embargo, dejar de denunciar que tenéis
derecho en primer lugar a no emigrar, a que en vuestros
países de origen se den las justas circunstancias que os
permitan tener una vida digna. Tampoco queremos mirar a otro
lado en cuanto a las situaciones irregulares que se siguen
dando en nuestro propio país respecto a vosotros: las
condiciones de empleo, de sanidad, de seguridad. Queremos
responder a Cristo que nos llama en vosotros a la
conversión.
Afortunadamente las parroquias se han convertido en un
modelo de acogida e integración. Qué alegría me da, cuando
visito vuestras comunidades, encontrar esta vida cristiana
integradora de todos, verdaderamente católica. Lo mejor que
podemos compartir es la fe y la esperanza en Cristo Jesús. A
este respecto los Grupos de Encuentro y Renovación de la fe
que estoy proponiendo pueden ser un buen método para ello.
Estoy persuadido de que aún podemos hacer más. Animo, por
eso, a las parroquias a una generosa reflexión pastoral con
el fin de conseguir una mejor acogida y la integración plena
de los emigrantes en cada comunidad.
Finalmente, quiero felicitar y alentar a los numerosos
voluntarios y fieles en general de nuestra diócesis que
tenéis esta sensibilidad y trabajáis incansablemente por
estos hermanos. Buscad a Cristo en ellos y convertiros con
ellos en peregrinos de la fe, como María y con ella, la
Estrella de la Nueva Evangelización, bajo cuyo manto,
especialmente de Ntra. Sra. del Rosario y de África, nos
encomendamos todos.
Os bendigo de corazón,
* Obispo de Cádiz y Ceuta
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