El presidente de la Generaltit Catalana para apoyar sus
postulados contra el Gobierno de la nación se ha descolgado
en una emisora de radio con las siguientes declaraciones:
“Cataluña no es una ciudad autónoma del norte de Africa”.
Por supuesto que no, señor Mas, porque geográficamente es
imposible, con lo cual acaba de decir una “boutade”, ni a
efectos estadísticos en cuanto a población ni a recursos
económicos ni a tejido empresarial. Faltaría más: pronuncia
una obviedad que es similar a una verdad de Perogrullo.
Ahora bien, junto a este reconocimiento de que las señas de
identidad de Cataluña no son equiparables a las de Ceuta,
tampoco es menos cierto que todo un presidente de la
Generalitat como Arturo Mas, no puede caer en el craso error
de cuantificar todo en términos eminentemente económico, por
mucho que se caracteriza a los catalanes con la frase de “la
pela es la pela”, ya que también hay que ponderar otros
valores que, sin necesidad de vilipendiar a Cataluña, sí son
destacables a la Ciudad Autónoma de Ceuta: la
multiculturalidad que le lleva a al no menos loable espíritu
de convivencia elogiado por estudiosos de todas las
tendencias políticas y étnias religiosas, el espíritu
emprendedor y la hospitalidad de sus gentes, los ejemplos de
solidaridad que se han dado, se dan y se darán, el sentido
de la unidad de España, de la cohesión social y de un pasado
histórico-cultural, nada envidiable con otros rincones de
nuestro país.
Pero esto no es nuevo, Arturo Mas ya quiso atacar y
ridiculizar a los andaluces hace algo más de un año,
burlándose del acento andaluz para defender la inmersión
lingüística. “Estos niños sacrificados bajo el durísimo yugo
de la inmersión lingüística en catalán sacan las mismas
notas de castellano que los de Salamanca, de Valladolid, de
Burgos y de Soria; y no le hablo ya de Sevilla, de Málaga,
etcétera, porque allí hablan el castellano, efectivamente,
pero a veces a algunos no se les entiende”, dijo Artur Mas
durante el debate en el Parlamento catalán.
La comparativa de Cataluña-Ceuta que Arturo Mas ha expuesto
para reclamar alternativas financieras para su Comunidad y
arremeter contra el presidente del Gobierno, aparte de que
suponen un desatino fuera de foco (que diría un profesional
de la imagen), es un absoluto desvarío por cuanto si se ve
acuciado por el déficit de su Comunidad y su paranoia
soberanista, no tiene que recurrir a un recurso insultante
para utilizar términos despectivos tan repudiables como
también lo serían que nosotros, los ceutíes, desdeñáramos
todo lo que oliera a catalán. Flaco favor le hace, le está
haciendo ya, a Cataluña Arturo Mas. Se ha creído, por
aquello de su nombre que es una especie de Rey Arturo y se
ha retrotraído a la Edad Media para, en su ilusa pretensión
de desvincularse del Estado español –algo que él mismo sabe
que es imposible porque nunca tendrá en el Congreso y Senado
la mayoría para lograrlo-, tratándolo de emular a su
homónimo: si aquél era el monarca ideal, este presidente
autonómico se considera el dirigente ideal en su ensoñación
turbadora, al igual que en esta comparativa, si el Rey
Arturo fue un caudillo británico que dirigió la defensa de
Gran Bretaña frente a los invasores sajones a comienzos del
siglo VI, según algunos textos medievales tardíos que aluden
a la historia del Rey Arturo sin especificar si su historia
pertenece a la leyenda o a la literatura.
De manera que, “si Cataluña no es una ciudad autónoma del
norte de Africa”, como dice Arturo Mas, Cataluña tampoco es
Gran Bretaña como tampoco él ha de luchar contra España como
el Rey Arturo lo hacía contra los invasores sajones, porque
aquí en nuestro país, nadie quiere invadir nada por mucho
que él, Arturo Mas, se empecine en hacernos creer un ataque
desaforado a Cataluña, como tampoco estamos en el siglo VI,
ni se escribe con referencias de textos de la Edad Media
porque estamos en el siglo XXI, y esta historia que se ha
fabricado Arturo Mas, no alcanza a la categoría de pieza
literaria o leyenda, que es lo que quisiera este personaje
que provoca enfrentamientos estériles cuya solución él mismo
conoce antes de originarlos.
Ahora, en sus desvaríos, ha decidido emprenderla con una
referencia repudiada por los dos grandes partidos nacionales
PP y PSOE, contra la Ciudad Autónoma de Ceuta. El mejor
ejemplo de los palos de ciego que viene dando y muy alejado
del comportamiento institucional que le debía de adornar
como presidente autonómico. Arturo Mas contra todos, ese
debería ser el título de esta “película” que se ha montado y
que merece el mayor de nuestros desprecios.
Lo dicho: él dice que Cataluña no es Ceuta, ni Cataluña es
Gran Bretaña y, desde luego él, tampoco es el Rey Arturo,
aunque se llame igual. A ver si despierta de su sueño porque
ha caído en un ridículo espantoso representando a tantos
millones de personas como representa en su pertinaz obsesión
de arremeter contra todo y contra todos.
Ceuta por historia, tradición cultural, convivencia y
esencia multicultural está muy por encima de estupideces de
esta naturaleza con un pretendido sentido comparativo,
aunque provengan de un presidente autonómico que se cree el
amo y señor de un país imaginario.
Un desvarío que lo retrata como dirigente político y lo
invalida como personaje público.
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