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OPINIÓN - VIERNES, 18 DE ENERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Corrupción: causa vergüenza y desánimo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mientras las clases medias y bajas están pasándolas canutas, debido al sometimiento de los recortes impuestos por el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, y la gente está tratando por todos los medios de venirse arriba, la corrupción política, tan extendida, sigue causando vergüenza y desánimo.

La lista de trincones parece interminable. ¡Hay que ver cómo la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero tuvo a bien facilitarles el camino a todos los mangantes de España! Fue decir éste que el dinero no era de nadie y allá que muchos políticos decidieron hacerse ricos con enorme celeridad y poquísima vergüenza.

Valencia, Baleares, Andalucía, Cataluña, Galicia, Madrid…, y paro de contar para no quedarme sin espacio, tuvieron y tienen sus posibles ladrones de cuello blanco: Mata, los Puyol, Baltar, Fabra, Camps… Y ahora, por si fuera poco, sale nuevamente a la palestra el ex tesorero del PP, Bárcenas; a quien, al fin, le han descubierto un marrón de 22 millones de euros en una cuenta en suiza.

A pesar de ello, Rajoy no se da por aludido. Vive en su mundo feliz. Gritando por los jardines del Palacio de La Moncloa que la permisibilidad de Zapatero es la que ha metido a España de hoz y coz en la corrupción. Y que los suyos no han hecho sino aprovechar el momento. Puesto que solo se vive una vez.

Dice usted que opine sobre la corrupción en Ceuta -ciudad que ha sido maltratada, una vez más, por un catalán de baja estofa, llamado Arturo Mas-, pues le diré que haberla la hay. Claro que la hay. Y además tiene nombres y apellidos. Así como suena.

Pero no querrá usted que yo haga de ‘kamikaze’ de la denuncia al estilo de ese otro que recorrió con su vehículo 5 kilómetros de carretera en dirección contraria y mató a otro conductor. Y que, tras ser condenado a 13 años de cárcel, lo ha indultado el Gobierno con la venia de Alberto Ruiz- Gallardón, ministro de Justicia. Ya que le puedo asegurar que yo no gozaría de semejante privilegio. Porque tampoco me llamo Carromero.

Aunque sí le diré que muchas son las personas que me vienen preguntando por el nombre de ese Rey Mago al que aludí, durante las pasadas fiestas, debido a que repartía caramelos a granel y le reconocí que era tan dadivoso con lo ajeno como amante de llenar su faltriquera con regalos de empresarios beneficiados por él, aprovechándose de su cargo. Sin que nadie haya decidido aún ahondar en el asunto.

Pues la gente quiere saber… Quiere saber si es el mismo implicado en un asunto de facturas expedidas por una joyería y… bueno, que hasta que no obtengamos las pruebas del delito lo mejor es no acusar con nombres y apellidos. Si bien no tengo el menor inconveniente en airear que las dichosas pruebas, más pronto que tarde, llegarán. De hecho, me acaban de decir que algunas están ya a cubierto en la caja fuerte apropiada y que pueden ver la luz muy pronto.

¡Ay, la corrupción! Tan extendida entre la clase política y tan dañina.
 

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