Mientras las clases medias y bajas
están pasándolas canutas, debido al sometimiento de los
recortes impuestos por el Gobierno presidido por Mariano
Rajoy, y la gente está tratando por todos los medios de
venirse arriba, la corrupción política, tan extendida, sigue
causando vergüenza y desánimo.
La lista de trincones parece interminable. ¡Hay que ver cómo
la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero tuvo a
bien facilitarles el camino a todos los mangantes de España!
Fue decir éste que el dinero no era de nadie y allá que
muchos políticos decidieron hacerse ricos con enorme
celeridad y poquísima vergüenza.
Valencia, Baleares, Andalucía, Cataluña, Galicia, Madrid…, y
paro de contar para no quedarme sin espacio, tuvieron y
tienen sus posibles ladrones de cuello blanco: Mata,
los Puyol, Baltar, Fabra, Camps… Y ahora, por si
fuera poco, sale nuevamente a la palestra el ex tesorero del
PP, Bárcenas; a quien, al fin, le han descubierto un
marrón de 22 millones de euros en una cuenta en suiza.
A pesar de ello, Rajoy no se da por aludido. Vive en su
mundo feliz. Gritando por los jardines del Palacio de La
Moncloa que la permisibilidad de Zapatero es la que ha
metido a España de hoz y coz en la corrupción. Y que los
suyos no han hecho sino aprovechar el momento. Puesto que
solo se vive una vez.
Dice usted que opine sobre la corrupción en Ceuta -ciudad
que ha sido maltratada, una vez más, por un catalán de baja
estofa, llamado Arturo Mas-, pues le diré que haberla
la hay. Claro que la hay. Y además tiene nombres y
apellidos. Así como suena.
Pero no querrá usted que yo haga de ‘kamikaze’ de la
denuncia al estilo de ese otro que recorrió con su vehículo
5 kilómetros de carretera en dirección contraria y mató a
otro conductor. Y que, tras ser condenado a 13 años de
cárcel, lo ha indultado el Gobierno con la venia de
Alberto Ruiz- Gallardón, ministro de Justicia. Ya que le
puedo asegurar que yo no gozaría de semejante privilegio.
Porque tampoco me llamo Carromero.
Aunque sí le diré que muchas son las personas que me vienen
preguntando por el nombre de ese Rey Mago al que aludí,
durante las pasadas fiestas, debido a que repartía caramelos
a granel y le reconocí que era tan dadivoso con lo ajeno
como amante de llenar su faltriquera con regalos de
empresarios beneficiados por él, aprovechándose de su cargo.
Sin que nadie haya decidido aún ahondar en el asunto.
Pues la gente quiere saber… Quiere saber si es el mismo
implicado en un asunto de facturas expedidas por una joyería
y… bueno, que hasta que no obtengamos las pruebas del delito
lo mejor es no acusar con nombres y apellidos. Si bien no
tengo el menor inconveniente en airear que las dichosas
pruebas, más pronto que tarde, llegarán. De hecho, me acaban
de decir que algunas están ya a cubierto en la caja fuerte
apropiada y que pueden ver la luz muy pronto.
¡Ay, la corrupción! Tan extendida entre la clase política y
tan dañina.
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