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OPINIÓN - JUEVES, 17 DE ENERO DE 2013

 
OPINIÓN / OBITUARIO

Murió Abdelkrim, un médico entregado a sus pacientes

Por El Pueblo


El médico Maimón Abdelkrim, especialista en Medicina Interna falleció ayer a los 64 años de edad sobre las cuatro y media de la tarde en la UCI del Hospital Universitario de Ceuta, a causa de una “sepsis” (fallo multiorgánico), después de llevar varios días ingresado en esa Unidad de Cuidados Intensivos, curiosamente, de donde es médico su primera esposa Irene Martínez con la que tuvo una hija. Después, Abdelkrim se casaría en segundas nupcias con Diana, con la que ha sido padre de dos hijos gemelos de los que se sentía muy orgulloso.

El doctor Abdelkrim era prácticamente una institución en el hospital; primero en la vieja Cruz Roja, donde recorría los pasillos con la bata abierta y a toda prisa para la atención más personalizada y rápida a sus enfermos, verdadera razón de su vocacional profesionaloidad por la Medicina.

Con más de 35 años de ejercicio profesional, Abdelkrim era el médico de guardia por antonomasia en el viejo Hospital. Allí se le veía una y otra vez de guardia, porque como él siempre dijo, “el hospital ha sido mi segunda casa”, llevado a la máxima acepción del término. Algunos de sus amigos dicen que hasta dormía allí en alguna habitación en vez de irse a casa, llevado de su afán de servicio y su celo profesional. Con su pinta de despistado, nada le pasaba desapercibido y saludaba a diestro y siniestro, tanto en el hospital como en la calle, cuando circulaba con su “azulón” utilitario, ese Hyundai Acces.

En el recuerdo nos quedan sus palabras aún resonando en nuestros oídos, cuando pronunció aquél discurso emotivo con ocasión de que le fuera concedida la Medalla de Ceuta en el Día de la Autonomía en las Murallas Reales. Allí tuvo recuerdos para su madre por el tesón que pusio para que él fuera médico y también, para los compañeros de profesión que le ayudaron: los doctores Antonio Ballesteros, Andrés Navarro, Rafael Ferrón, Pedro Martí, Antonio Domínguez, José Hernández, Rubén Prat, Juan Ros, Fossati y Alfonso Turégano.

Abdelkrim ejerció siempre su vocación con generosidad, sin escatimar horas de servicio; siempre estaba dispuesto para atender a sus enfermos con una abnegación que resultaba admirable. Y como él se encargó de decir en el discurso mencionado: no hizo nunca distinción de credo religioso ni condición social. Consideraba a sus enfermos parte de su propia familia, un indicativo de la simbiosis que asumía en su ejercicio profesional, presumiendo de tener “muy buenos profesores, excelentes amigos y buenos colaboradores”. Se licenció por la Universidad de Granada pero pronto se caracterizó por el incansable médico que siempre estaba al pie del cañón sin importarles las horas de trabajo.

Decía que con los enfermos sufrió situaciones no deseadas porque no siempre la Medicina puede vencer a la enfermedad. Un principio que ahora, por desgracia, ha sufrido en sus propias carnes, un hombre que se pasó la vida tratando de conservársela lo más posible a sus semejantes y que esta vez, ha resultado vencido por la enfermedad que ha desencadenado, como él mismo decía “en una situación no deseada”, como aquéllas tantas que vivió en el ejercicio de su profesión.

Jacob Hachuel luchó lo indecible porque se reconocieran sus desvelos en el campo de la Medicina y su servicio a Ceuta con una calle que llevara su nombre. Y el pasado año, lo logró con ubicación asignada junto al Hospital Universitario, muy cerca de donde ha fallecido. Por desgracia el protocolario acto no se ha celebrado y ya habrá que hacerlo a título póstumo, pero Abdelkrim permanecerá en el recuerdo de todos los ceutíes porque ha sido un buen médico y un hombre bueno con todos.

El mejor recuerdo que nos deja ha sido su comportamiento ejemplar siempre, su vocacional ejercicio de la Medicina y una voluntad de servicio a los demás encomiable. Ha desaparecido un hombre del que no se escuchaba hablar mal a nadie. El pasado año superó sin problemas una úlcera de la que fue intervenido pero este segundo envite, un fallo multiorgánico, bien sabía él que no era fácilmente superable. Tanto, que acabó con su vida. Vaya un reconocimiento póstumo a este buen hombre que mereció elogios por predicar siempre con el ejemplo y que no pedía nada que él no fuera capaz de hacer. Siempre aliado con el sobresfuerzo, Abdelkrim fue en sí mismo, el mejor ejemplo para quienes trabajaban a su lado. Descanse en paz.
 

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