El médico Maimón Abdelkrim, especialista en Medicina Interna
falleció ayer a los 64 años de edad sobre las cuatro y media
de la tarde en la UCI del Hospital Universitario de Ceuta, a
causa de una “sepsis” (fallo multiorgánico), después de
llevar varios días ingresado en esa Unidad de Cuidados
Intensivos, curiosamente, de donde es médico su primera
esposa Irene Martínez con la que tuvo una hija. Después,
Abdelkrim se casaría en segundas nupcias con Diana, con la
que ha sido padre de dos hijos gemelos de los que se sentía
muy orgulloso.
El doctor Abdelkrim era prácticamente una institución en el
hospital; primero en la vieja Cruz Roja, donde recorría los
pasillos con la bata abierta y a toda prisa para la atención
más personalizada y rápida a sus enfermos, verdadera razón
de su vocacional profesionaloidad por la Medicina.
Con más de 35 años de ejercicio profesional, Abdelkrim era
el médico de guardia por antonomasia en el viejo Hospital.
Allí se le veía una y otra vez de guardia, porque como él
siempre dijo, “el hospital ha sido mi segunda casa”, llevado
a la máxima acepción del término. Algunos de sus amigos
dicen que hasta dormía allí en alguna habitación en vez de
irse a casa, llevado de su afán de servicio y su celo
profesional. Con su pinta de despistado, nada le pasaba
desapercibido y saludaba a diestro y siniestro, tanto en el
hospital como en la calle, cuando circulaba con su “azulón”
utilitario, ese Hyundai Acces.
En el recuerdo nos quedan sus palabras aún resonando en
nuestros oídos, cuando pronunció aquél discurso emotivo con
ocasión de que le fuera concedida la Medalla de Ceuta en el
Día de la Autonomía en las Murallas Reales. Allí tuvo
recuerdos para su madre por el tesón que pusio para que él
fuera médico y también, para los compañeros de profesión que
le ayudaron: los doctores Antonio Ballesteros, Andrés
Navarro, Rafael Ferrón, Pedro Martí, Antonio Domínguez, José
Hernández, Rubén Prat, Juan Ros, Fossati y Alfonso Turégano.
Abdelkrim ejerció siempre su vocación con generosidad, sin
escatimar horas de servicio; siempre estaba dispuesto para
atender a sus enfermos con una abnegación que resultaba
admirable. Y como él se encargó de decir en el discurso
mencionado: no hizo nunca distinción de credo religioso ni
condición social. Consideraba a sus enfermos parte de su
propia familia, un indicativo de la simbiosis que asumía en
su ejercicio profesional, presumiendo de tener “muy buenos
profesores, excelentes amigos y buenos colaboradores”. Se
licenció por la Universidad de Granada pero pronto se
caracterizó por el incansable médico que siempre estaba al
pie del cañón sin importarles las horas de trabajo.
Decía que con los enfermos sufrió situaciones no deseadas
porque no siempre la Medicina puede vencer a la enfermedad.
Un principio que ahora, por desgracia, ha sufrido en sus
propias carnes, un hombre que se pasó la vida tratando de
conservársela lo más posible a sus semejantes y que esta
vez, ha resultado vencido por la enfermedad que ha
desencadenado, como él mismo decía “en una situación no
deseada”, como aquéllas tantas que vivió en el ejercicio de
su profesión.
Jacob Hachuel luchó lo indecible porque se reconocieran sus
desvelos en el campo de la Medicina y su servicio a Ceuta
con una calle que llevara su nombre. Y el pasado año, lo
logró con ubicación asignada junto al Hospital
Universitario, muy cerca de donde ha fallecido. Por
desgracia el protocolario acto no se ha celebrado y ya habrá
que hacerlo a título póstumo, pero Abdelkrim permanecerá en
el recuerdo de todos los ceutíes porque ha sido un buen
médico y un hombre bueno con todos.
El mejor recuerdo que nos deja ha sido su comportamiento
ejemplar siempre, su vocacional ejercicio de la Medicina y
una voluntad de servicio a los demás encomiable. Ha
desaparecido un hombre del que no se escuchaba hablar mal a
nadie. El pasado año superó sin problemas una úlcera de la
que fue intervenido pero este segundo envite, un fallo
multiorgánico, bien sabía él que no era fácilmente
superable. Tanto, que acabó con su vida. Vaya un
reconocimiento póstumo a este buen hombre que mereció
elogios por predicar siempre con el ejemplo y que no pedía
nada que él no fuera capaz de hacer. Siempre aliado con el
sobresfuerzo, Abdelkrim fue en sí mismo, el mejor ejemplo
para quienes trabajaban a su lado. Descanse en paz.
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