PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
  

 

 

OPINIÓN - JUEVES, 17 DE ENERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Pesadillas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Anoche he tenido una pesadilla: he soñado que me examinaba de matemáticas. De adolescente fui propenso a soñar una cosa espeluznante: que me perdía en un palacio repleto de fantasmas. Pero el de las matemáticas me produce aún más angustia, y debo reconocer que me pasa cada vez que me da por referir el problema que tuve yo con un profesor durante mis estudios de bachillerato.

Las matemáticas se me habían atragantado de tal manera que eran un suplicio para mí. Sufrimiento que iba aumentando con el transcurrir de los días y cuyas consecuencias nerviosas se suscitaban antes y después de asistir a las clases. Sobre todo cuando éstas terminaban con la reprimenda del profesor. Las que fueron aumentando de tono y llegaron a convertirse en broncas cuarteleras. Pues el profesor lucía, además, estrellas de teniente de Ingenieros.

Llegó un momento en que, Benito García, que así se llamaba el matemático, perdía los papeles. Y sacaba a relucir contra mí toda la histeria contenida por sus problemas como militar. Y porque la vida no le sonreía en la medida que él consideraba adecuada a sus aspiraciones. Y a mí, adolescente con carácter, me importaba bien poco enfrentarme a sus gritos destemplados con respuesta drástica: cogía mis bártulos y me ausentaba del aula sin atender a sus requerimientos expresados a voz en cuello. Todo antes que continuar delante de un señor a cuya pregunta no sabía responderle y me sentía ridículo.

Durante mis primeras evasiones del aula, encaminaba mis pasos hacia los servicios. Siempre y cuando no estuvieran ocupados por alumnos de clases superiores usándolos como fumaderos. Cuando ello ocurría me iba del edificio, dirigiéndome al muelle pesquero que estaba enfrente del colegio. Y en la dársena principal me quedaba absorto viendo a los barcos de pescas desembarcar las cajas de pescados procedentes del moro. A veces practiqué el escapismo. A fin de de huir de una realidad que me agobiaba cada vez más: presentarme ante un profesor a quien yo, con mi torpeza, le destrozaba su orgullo. Le echaba abajo esa vanidad con la que se pavoneaba diciendo que sus explicaciones eran tan buenas que hasta los alumnos más torpes sacaban notables. Y, para más INRI, cuando se interesaba por mis notas en otras disciplinas, además de saber que eran muy buenas, los profesores le hablaban muy bien de mí aprovechamiento y de ciertas cualidades mías. Y, claro está, se ponía de los nervios y su frenesí lo predisponía contra mí de modo casi virulento. Benito García no quería entender que yo no estuviera capacitado para ni siquiera aprobar en la asignatura que él enseñaba. Por una razón muy sencilla: al no gustarme la aritmética, esa parte de las matemáticas que estudia los cálculos numéricos, cometí el error de desentenderme de las primeras explicaciones y a partir de ahí todo fue de mal en peor. Una situación desagradable cuyo tratamiento por su parte nunca fue el adecuado. Cierto día, cuando me sentía impotente para resolver un problema en el encerado, un paquete de tiza lanzado por BG golpeó mi pómulo derecho. Reaccioné con prontitud, dirigiéndome a mi pupitre y sacando el tintero de plomo lo estrellé contra la chaqueta del profesor. Jamás regresé a ese colegio.

No me extraña, pues, que Juan Vivas tenga pesadillas nocturnas, porque no le cuadran las cuentas. A pesar de que sabe mucho de números. Como bien le dijo Olivencia a Arenas cuando la primera toma de posesión del alcalde. Tras el voto de censura al GIL.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto