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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 16 DE ENERO DE 2013

 
OPINIÓN / COLABORACION

Ausencia notable y significativa en
el entierro de Miguel Angel Ortega

Por Alejandro S.


El pasado lunes, los compañeros del policía local fallecido arroparon a su familia en el entierro que tuvo lugar en el cementerio de Santa Catalina. En tan emotiva despedida había familiares, autoridades, amigos y compañeros. Tanto de Policía Local como Nacional. Ahora, esos sí, no estaba la Guardia Civil. Un Cuerpo que se echó en falta, máxime cuando bien se sabe que en el ámbito de la seguridad siempre se alude a la colaboración y, en este caso, la presencia de miembros de la Benemérita fue muy comentada.

Desconozco las razones que hubiera o hubiese para tal ausencia, incomparecencia o porque se hizo tan ostensible la misma, ya que al tratarse de un compañero de un Cuerpo policial, la obligación imponía que la Guardia Civil no podía falta en esta cita de despedida del infortunado agente local, principalmente por el momento trágico que se vivió y las circunstancias que rodearon su misteriosa muerte. A determinados niveles, hay estamentos que no comparten ni les ha sentado bien esta ausencia tan llamativa, como tampoco se conocen las razones que llevaron a la misma. Esta desunión tan palpable podría ser el resultado de alguna disfunción llevada al terreno profesional, ya que no se explica o difícilmente se entiende, un desmarque de esta naturaleza en circunstancias tan emotivas como penosas. Por un ejercicio de sensibilidad humana, no ya de compañerismo como hemos dicho, se requería la presencia testimonial de la Guardia Civil en el entierro de este joven policía local que tuvo el respaldo de tantísimas personas. En algunos casos, hay ausencias que claman al cielo y ésta, la de la Guardia Civil, no resulta muy justificable y, desde luego, resulta tan clamorosamente llamativa como muy mal vista. En el fondo, lo que queda, es cierta descoordinación o distanciamiento entre Cuerpos. Algo que no beneficia a los mismos y, menos, de cara al ciudadano que precisa de esa unión y coordinación sincronizada. Este “desajuste” protocolario y de índole social no ayuda a entender el motivo de una ausencia tan llamativa.

En verdad, había mucha gente pero como es fácil de entender, hay ausencias que hablan por sí solas. Y ésta es una de ellas. ¿Quién puede disculpar esta incomparecencia? Si se entendieran las razones, tal vez. Lo peor es que ni se saben ni se esperan justificaciones.
 

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