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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 16 DE ENERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Calma chicha
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Todo comienza con sentimiento. Si nos despertamos enfadados cogemos la onda y encontramos los acontecimientos y las personas que nos harán enfadar. Por lo tanto, hay que procurar por todos los medios echarse abajo de la cama buscando cualquier detalle que nos alegre la vida. Que nos ponga en disposición de afrontar el día con ese sentimiento intenso y estimulante de interés o adhesión hacia alguien o hacia algo. En suma: entusiasmo.

Entusiasmo. Palabra mágica que no debe faltar nunca a la hora de emprender la tarea diaria. La carencia de pasión por lo que ha de hacerse conduce a la desgana y las obligaciones acaban realizándose de forma rutinaria. O sea: “Costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas”.

Durante los días que he estado fuera de Ceuta, he podido comprobar cómo los empleados de bares y cafeterías redoblaban sus esfuerzos para atender a los clientes. Los he visto multiplicarse en sus funciones. Desvivirse por hacerles la vida agradable a cuantas personas demandaban servicio. En los mostradores reinaba cierta alegría. Hombres y mujeres sonreían y evidenciaban disfrute en cuanto veían traspasar a alguien el umbral del establecimiento. Se ha recuperado, en gran medida, según mis observaciones y también por lo que me han contado personas cualificadas al respecto, el deseo de trabajar con enorme interés. Y, desde luego, gozar de un empleo está siendo considerado como un regalo del cielo.

Un regalo del cielo en un país con más de seis millones de parados que ha propiciado que el miedo haya cundido entre las personas que aún disfrutan de un trabajo. Y ese miedo, que atenaza y que en muchos casos es motivo de alifafes, causados por pensar en la posibilidad de quedarse sin empleo, es combatido entregándose de lleno a la tarea y haciendo demostraciones palpables de una felicidad a raudales por tener el privilegio de formar parte de una nómina.

Un maître veterano, de un restaurante situado en zona residencial, amigo de un buen conocido mío, nos dijo mientras cenábamos que la crisis económica, al margen de la enorme ruina que está causando en todos los sentidos, había conseguido, sin embargo, que la gente acudiera al trabajo con un interés jamás antes visto. Es más, siguió diciendo, no hace falta recomendar atención ni estimular a los empleados para que cumplan con sus cometidos lo mejor posible. Porque la entrega es absoluta. Incluso suelen preguntar si lo están haciendo bien. Y es que existe un miedo cerval a quedarse parado. Máxime cuando hay innumerables personas esperando que se les llame. Y, créanme, apostillaba el veterano maître, que hay muy buenos profesionales en la lista de espera.

He visto también que hay un enorme interés mutuo entre las personas. Sacan tiempo para sentarse en los cafés y charlar. Tiempo para seguir sentados después de la cena, en un restaurante, y hacer de la sobremesa un monumento al ocio. Aunque parezca una contradicción, debido a los problemas económicos que nos acucian y al desorden en las instituciones, a la corrupción y descrédito de políticos y sindicalistas. He notado que la gente vuelve a paladear cualquier momento. Eso sí, se reconoce cada vez más que los Grandes Negocios y la Política son gemelos, son los monstruos que lo matan todo, que lo corrompen todo. Existe una calma chicha. ¿Será ésta previa a un estallido social?
 

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