Es la “historia” de Daniel, un
niño de 10 años desaparecido el pasado día dos de Enero,
durante tres días porque estaba jugando a la “play”, en casa
de un amigo.
El chico le dijo a su madre que se iba a casa de su abuela.
Regresó tres días después, acompañado de la madre de un
amigo, en cuyo domicilio, a escasos metros del suyo, estuvo
todo el tiempo jugando de forma ininterrumpida a la “play”.
El niño había engañado a los padres del otro niño, a quienes
dijo que “había llamado a su familia, que le habían dado
permiso y que, por lo tanto, sabían donde se encontraba”.
Del “caso” Daniel, se pueden extraer varias lecturas, según
se desprende del análisis del caso, por un equipo de
consultores. “Este parece un caso claro de doble falta de
comunicación y control de los padres del chico desaparecido
y la del vecino donde se alojó durante todo ese tiempo”. Y,
por otra parte, de ausencias de límites. En este caso, a la
hora de jugar a la videoconsola, un hecho que puede
convertir al pequeño adicto con el paso del tiempo.
Para los psicólogos, no hay excusas. En el caso de los
progenitores, por desconocer donde estaba su hijo. Si el
niño se escapó, lo primero que tenían que haber hecho es
llamar a todos los padres de los amigos. Y es que, en la
actualidad tenemos a nuestra disposición todas las vías de
comunicación posibles: existen grupos de padres en Facebook,
en whasapp, por mail…Los padres deben saber de su hijo,
deben conocer su círculo social, y si no, investigar. Porque
a la postre, cuando son adolescentes, quizás estas cosas se
pueden escapar de nuestro ámbito de conocimiento, pero no
cuando sólo tienen diez años.
Y, en el caso de los padre del amigo, prosigue el grupo de
expertos, no ha habido ningún tipo de comunicación en
absoluto. “Cuando un amigo de tu hijo lleva varios días
durmiendo en tu casa, hay que asegurarse que se cuenta con
permiso. ¿Tus padres saben que estás aquí?”. Y después, con
una llamada de teléfono, comprobarlo.
Pero, ¿cuáles han sido las consecuencias, en ambos
domicilios? La ausencia total de límites parece que también
se ha dado en ambas familias. En casa de Daniel –explican
los especialistas- “todo esto debería tener consecuencias
para el pequeño, a pesar de la alegría mostrada durante el
reencuentro, que el niño, se entere del sufrimiento que ha
causado a sus padres su infantil egoísmo”. Las consecuencias
deberían ir parejas al daño causado. Es decir, su ausencia
debería tener una gran consecuencia. Si dejamos que todo
esto pase con “un espero que no vuelvas a hacerlo“ mañana se
habrá olvidado y puedo que se repita. Prohibirle todo
contacto directo o indirecto con maquinitas durante un
período de tiempo determinado quizás pueda cambiar las
cosas, o cualquiera otra sanción que realmente le duela,
debe proponerse.
Los expertos señalan que la falta de límites es más
llamativa si cabe en la familia de acogida. “No se puede
permitir jugar a los niños tantas horas a la videoconsola,
como parece ser que así ocurrió, a tenor de las
informaciones publicadas”.
En cualquier caso, y según se matiza, en el caso del niño de
Alcobendas no se podría hablar todavía de adicción, sino de
falta de control externo. “Un niño siempre va a tener
problemas de control, y se convertirá en una adicción cuando
anteponga esa conducta., (en este caso el excesivo del
videojuego) a cualquier otro tipo de actividad, bien los
estudios, bien las salidas con los amigos, su deporte
favorito….”
Como también es verdad que los “videojuegos” enganchan y
atraen de una forma que con otros medios de ocio jamás se ha
podido ni imaginar. Y se señala que los efectos de la
“dopamina” que nuestro propio cuerpo produce debido al
denominado “circuito de la recompensa”, podrían ser uno de
los motivos de “enganche”. La “dopamina” nos hace sentir
bien y resolver los retos de este tipo de juegos nos ayuda a
generarla. Esto puede llegar a determinadas personas,
incluidos los más pequeños, a buscar en el juego esa
sensación de plenitud momentánea y efímera, pero desde el
punto de vista químico e inmediato se añade.
Se recomienda a los padres estar muy atentos a cualquiera de
los siguientes síntomas para buscar alternativas que
reduzcan el consumo de los videojuegos: A) Si el niño parece
pensar continuamente en el juego, llegando a la obsesión. B)
Si cada vez necesita pasar más tiempo jugando para conseguir
satisfacción. C) Si detectan pérdida de control para parar o
disminuir la dedicación al juego. D) Si presenta síndrome de
abstinencia con ansiedad o irritabilidad, cuando no puede
participar en el juego. E) O negación, mediante mentiras a
la familia y amigos acerca del nivel de implicación en el
juego, por ejemplo: en caso de que el niño juegue cada vez
más por las noches y duerma durante el día, o falta cada vez
más a clase y finja estar enfermo con frecuencia para
dedicarle tiempo a la videoconsola; entonces puede que ya
estemos ante un problema de adicción que requiera
tratamiento especializado, concluye el equipo que ha
estudiado el caso.
Inmediatamente que aquellos padres se vean abocados a tomar
serias decisiones para modificar este tipo de conductas, que
hace que nuestros pequeños hijos se vean afectados por el
problema. ¡Y mucho deben estar vigilantes porque atajar el
problema de raíz, a tiempo, se verá la familia liberada de
esta “epidemia” de nuestros tiempos.
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