Hoy 13 de enero, los imazighen
(beréberes) celebran su Año Nuevo, el Idh Yennayer, que
alcanza la respetable cifra de 2963, casi tres milenios de
una densa historia agrupada a veces en Estado y que ha visto
crecer y morir a culturas e imperios diferentes desde los
tiempos de Cartago y Roma. Repartidos en la actualidad por
el norte de África, bien asentados en la Cabilia argelina y
en Marruecos desde el Rif, al Atlas y el Sous, en el sur el
pueblo amazigh entroncaría directamente con los “hombres
azules”, los tuaregs. Su historia nunca ha sido fácil,
encorsetada las más de las veces por pueblos o culturas
dominantes pese a los que el genio amazigh supo siempre
adaptarse y trascender hasta la actualidad: desde los reinos
númidas de Sifax, Masinisa y Juba II a los imperios
almorávide y almohade en el Medievo, o a la república del
Rif en el siglo pasado, los imazighen han sabido resistir al
viento de la historia, capeando tormentas y, luchadores
natos, triunfando siempre en la ardua tarea por la
supervivencia.
Quizás sea hoy en Marruecos donde los imazighen, si bien aun
bajo algunos condicionantes, se encuentren mejor integrados
pues el régimen ha tenido cintura y ha sabido, aun de forma
tímida y renuente, ir soltando lastre evitando con ello que
salte la espita étnico y social: aun están vivos y presentes
los dolorosos recuerdos, tras la independencia, de la
sangrienta represión en el Tafilet (enero de 1957), el Atlas
y el Rif (mayo 1958 a enero 1959). Desde la “crisis
berberista” de la primavera y verano de 1994 al Manifiesto
Beréber de Mohamed Chakif (1 de marzo de 2000) o la creación
del IRCAM (Instituto Real de Cultura Amazigh) el 17 de
octubre de 2001, se ha ido recorriendo un largo camino no
exento de obstáculos. La nueva Constitución, refrendada de
forma mayoritaria, el 1 de julio de 2011, pareció abrir las
puertas a la normalización de pleno derecho de los imazighen
en Marruecos, la tierra de sus ancestros, pues al fin y al
cabo los árabes y su peculiar colonialismo vinieron mucho
después. Incluso en el actual gobierno, al menos dos
personalidades son de neta ascendencia beréber: uno el
ministro de Exteriores, puede que la cara más amable sin
duda la mejor valorada del ejecutivo, el doctor en
psiquiatría Saâdeddine El Othmani (PJD); otro, el titular
del ministerio del Interior, el harakí (Movimiento Popular,
partido beréber oficial) Mohad Laenser. No obstante queda
mucho por hacer: desde las altas instancias del Estado, en
Rabat, el Idh Yennayer está pasando desapercibido, incluso
“en la indiferencia gubernamental” al decir de Ahmed
Arrehmouch, coordinador de la Red Amazigh para la
Ciudadanía, para quien “hay que seguir reclamando la
promoción y la protección de la lengua, la cultura y la
civilización amazighes” A título de ejemplo, las
disposiciones constitucionales siguen sin desarrollarse, en
concreto la aplicación de la ley orgánica del artículo 5 de
la Carta Magna. Mismamente, el acuerdo para pasar de 6 a 24
horas la difusión del canal de televisión amazighe está
pendiente y las autoridades, particularmente consulares,
siguen rechazando prenombres amazighs para los recién
nacidos, lo que no deja de ser además de una anomalía
jurídica una muestra de segregación e, incluso, un tipo
larvado de “racismo étnico”. En cuanto al IRCAM, se piensa
que podría y debería implicarse más en el proceso so pena de
arriesgarse a quedar superado por los acontecimientos. No
obstante, el pasado 18 de octubre y en el Club de la Prensa
de Rabat, el líder tuareg Mussa Af Attaher intentó que los
imazighen marroquíes reconocieran al insurgente MNLA
(Movimiento nacional para la Liberación de Azawad), quien el
12 de abril de 2012 y tras seis años de lucha proclamó la
independencia de Mali sobre un terreno de unos 800.000 km2 y
que, posteriormente y debido en parte a la intoxicación
mediática de Francia y en menor medida Argelia, fue batido
por las bandas del terrorismo yihadista derivadas de AQMI,
Al Qaïda en el Magreb Islámico.
Tras los recientes ataques franceses del viernes y sábado
sosteniendo a las magras fuerzas del ejército de Mali, que
luchan contra la penetración de las bandas yihadistas hacia
el sur del país, el reino de las sombras parece abatirse hoy
sobre las dunas del Sahel y el nuevo triángulo de la muerte
a caballo de Mali, Mauritania y Argelia, patria sin frontera
de los errantes tuaregs, los imazighen del sur. Si Francia
lo ha tenido claro en lanzarse al combate y Argelia
permanece a la expectativa, el Reino de Marruecos pueda que
estos días tenga que redefinir su estrategia en la convulsa
región, sobre la que no hace mucho el titular del ministerio
de Asuntos Exteriores y Cooperación, El Othmani, pensaba que
era mejor no intervenir militarmente. El salafismo yihadista
que infecta ya todo el norte de África y que ha logrado
posicionarse, camuflado, en Siria, podría estar hoy
reorganizándose en el Sahel de la mano de un antiguo miembro
de la Yamaâ al Tabligh y ex yihadista del GSPC (Grupo
Salafista para la Predicación y el Combate), el tuareg Omar
Ould Hamaha, alias “Barbarroja” por usar ésta teñida de
henna y quien presume de haber predicado con la espesa secta
tablighi “por más de cuarenta países del mundo, desde África
o Asia hasta Europa”, sosteniendo que “no hay más
legislación que la sharia (ley islámica)” y permitiéndose el
lujo, desde su base volante de Mali, de amenazar a Occidente
“con un 11 de septiembre multiplicado por diez”. Crudo lo
tienen los imazighen del sur en esta oscura y confusa lucha,
cuyos actores no deben reducirse al ejército de Mali, las
tribus tuaregs y las bandas afines al terrorismo yihadista.
¿Cómo han logrado instalarse allí?, ¿quién las financia?,
¿quién las protege....? Porque, como ya saben, en el mundo
del terrorismo nada es lo que parece. De hecho y tras el
confuso despertar del fanatizado islamismo radical tras la
llamada “Primavera Árabe”, parece legítimo preguntarse
¿quién está detrás?. Apuntaré dos cosas: el oscuro papel de
la cadena Al Yazzira y del intrigante emirato de Qatar. Y
tras el telón, el impresentable wahabismo hambalí de Arabia
Saudí y su protector, los mismos Estados Unidos, meciendo,
meciendo la cuna. Visto.
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