Lo primero que hago esta mañana de
miércoles antes de escribir es, como cada día, leer los
periódicos. Principio por los locales. Y lo hago para ver si
alguien cuenta, con ironía y dulzura, como hay que contar
las cosas, la historia de ese político, convertido en Rey
Mago antes y durante la Cabalgata, del que he oído decir en
la calle que fue más generoso tirando caramelos que
recibiendo regalos como político. Me imagino, pues, que
debió repartir tal cantidad de caramelos como para que la
consejería de festejos tenga que pagar una factura
millonaria.
Los periódicos locales, sin embargo, no nos dicen ni pío de
ese político que es tan generoso para dar como dispuesto
está para echarse a la buchaca cuantos presentes le concedan
quienes desean de él mediaciones, relacionadas con el cargo
que ocupa, que podrían ser tachadas de cohecho, en cuanto
alguien decidiera denunciarlas. Un tipo así, con la que está
cayendo, debería ser ya portada de todos los medios locales;
máxime cuando ha evidenciado que trincar no está reñido con
ser altruista. Y él lo ha sido como rey. Aunque tampoco es
menos cierto que la factura de los caramelos le tocará
pagarla a Salvador Jaramillo: subdirector general de
Festejos. Que tampoco se corta lo más mínimo a la hora de
echarse para adelante con los dineros públicos. Faltaría
más.
Dado que no hallo la menor noticia de lo ya referido, me
paso a la prensa nacional y me doy de bruces con esta otra,
no por esperada, menos dramática: “Bruselas confirma que
España supera ya los seis millones de parados. Y sitúa la
cifra en 6.144.000 parados”. Lo cual no deja de ser una
auténtica desgracia. Una tragedia. Una situación lamentable
y de consecuencias funestas. En suma: una catástrofe
nacional.
Así, la gente, como ya he referido otras veces, anda
asustada. Y en la calle se palpa el miedo a lo que pueda
ocurrir en los próximos meses cuando el paro alcance ese 28%
que se augura. Un porcentaje tan alto que obligará a don
Antonio Rouco Varela a salir a la palestra, otra vez, y
van… para recomendarnos que no dejemos de rezar y, sobre
todo, para recordarnos que los cristianos no debemos, bajo
ningún sentido, venirnos abajo. Cuando bien sabe el cardenal
que poco puede razonarse con la andorga vacía.
A mí me parece que las peticiones de esta autoridad
eclesiástica, vistas todavía con mi bandujo en acción, no
hacen sino recordar que estamos a un paso de volver a vivir
en un valle de lágrimas en el cual los ricos lo son cada vez
más mientras los pobres van aumentando a la par que se les
pide resignación y se trata de contentarlos con que lo que
se pierdan aquí ya lo encontrarán en el más allá. Una manera
de regresar a los tiempos donde los que comían todos los
días decían que los hambrientos se habían ganado su canina
con creces. Aunque los usaban ofreciéndoles la caridad
limosnera para que intercedieran por ellos ante lo divino
En fin, que estamos metidos en un lío morrocotudo. Donde el
pánico de los parados no cesa. Los políticos corruptos se
aprovechan de la situación y salen ilesos de cualquier
proceso. Y los brotes verdes anunciados por Fátima Báñez
van a ser el maná de los parados. Y media España será
vegetariana a la fuerza. Entretanto, yo sigo esperando que
mañana, o dentro de unos días, pues las prisas no son
buenas, que algún medio local decida mencionar el nombre de
ese Rey Mago tan dispendioso con los dineros ajenos. Una
delicia de político. Como debe ser.
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