Si consigues que todos los tontos
estén de tu parte, aunque en lo que haces estés cometiendo
yerros constantes, podrás conseguir que se acallen las voces
de quienes se te oponen y hasta de los cobardes que dicen lo
contrario para que no les zurren la badana. Y, por encima de
todo, conseguirás que hasta tus eructos sean tenidos por
gloria bendita.
Cuando hablo de tontos, hablo de todos los que un día
decidieron que un chaval de Móstoles había recibido una
unción celestial a fin de convertirse en el mejor portero
del mundo. Desde el momento que lo vieron, les pasó como a
aquel Papa, de cuyo nombre no me acuerdo, que, en viendo a
un niño rubito, rubito, rubito, se impresionó tanto que
exclamó a voz en cuello: ¡Es un ángel…!
Los tontos, a los que me refiero, escribían y siguen
escribiendo en periódicos y hablan en radios y televisiones;
son, pues, tontos con una enorme capacidad de hacer
proselitismo de cuanto deseen repitiendo mentiras a cada
paso. Y sobre todo, como decía un portero español, afincado
en el Arsenal, durante varias temporadas: Si a mí me
destacasen solamente los aciertos y me perdonaran los fallos
sería, sin duda alguna, el mejor portero del mundo.
El mejor portero del mundo estuvo varias temporadas viviendo
de dos despejes con los pies en una final de una Copa de
Europa a la que nos llevó César parando lo indecible
en todos los partidos. El mejor portero del mundo era la
cruz de Fernando Hierro y de Vicente del Bosque.
Quien, por cierto, lo relegó a la suplencia porque era un
‘cantante’ de lujo en los balones por alto y porque Hierro
estaba hasta los mismísimos de tener que sacar de puerta
porque el niño de Móstoles no sabía golpear el balón.
El mejor portero del mundo sigue, al cabo de muchas
temporadas, fallando en los balones por alto y entregando
con sus saques el balón a los futbolistas adversarios. Sería
absurdo negarle que hubiera un momento de su vida deportiva
en el cual los reflejos, agilidad e intuición hicieron
posible varias paradas decisivas, acompañadas de la diosa
Fortuna, que acabaron en triunfos sonados. Lo cual, tras
reconocerlo, conviene olvidarse de ellos y afrontar la
realidad: su mediocridad como portero se ha acrecentado y
está viviendo del recuerdo y de que en cualquier momento le
pegue un balón en el pecho o un contrario le haga parar un
penalti, mal tirado. Escaso bagaje para ocupar un puesto de
tantas dificultades y en tan grandísimo equipo: el Real
Madrid.
El mejor portero del mundo se ha convertido en un hombre
anuncio; mejor dicho, lleva siendo un hombre anuncio desde
hace ya la tira de tiempo y genera mucho dinero. Cuenta,
además, con la sapiencia de un agente artístico que todo lo
que toca lo convierte en oro. Y premia más que bien a los
tontos que escriben en los más importantes periódicos y
comunican en las más importantes emisoras de radio y cadenas
de televisión. A tales tontos, antes se les llamaban
sobrecogedores. Y, claro está, que Casillas no juegue
significa que se les acaba el chollo y que, de la noche a la
mañana, se quedan sin poder exhibir el poder que se arrogan
con sus opiniones.
Lo que ellos no esperaban, es decir, los sobrecogedores, que
son tontos con pedigrí, es que José Mourinho, harto
ya de tragar la quina de la mentira diaria, dijera ¡basta
ya!... Y yo me lo estoy pasando bomba: pues ya era hora de
que un entrenador le dijera a Relaño, director del
Diario As: aquí la meada más larga es la mía…
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