PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
  

 

 

OPINIÓN - MARTES, 8 DE ENERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Langostinos congelados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

A veces he contado la mucha simpatía que despertó Carmen Romero en mí, cuando era la mujer de Felipe González, siendo éste presidente del Gobierno. Carmen vino a Ceuta cuando María del Carmen Cerdeira gobernaba la ciudad. Y lo primero que hizo la delegada del Gobierno, que se llevaba la mar de bien conmigo, es servirme en bandeja una entrevista con la primera dama de España. Y a ella acudí presto y sabiendo que frente a mí se iban a sentar dos mujeres de personalidad desbordantes.

Me citaron en la sede del partido socialista, sita en la calle de Daoiz, y cuando llegué, con mi consabida puntualidad, allí estaban ya ellas esperando al inquisidor. Respiré hondo, con el fin de aquietar los nervios ante la presencia de dos féminas acostumbradas a salir en los medios cada dos por tres. Y, gracias a una pregunta, la primera que le hice a Carmen Romero, me la gané para mi causa y ya todo fue coser y cantar. Así que me lo pasé en grande. Y, desde luego, me di cuenta de que estaba ante una señora que sí daba muestras de interesarse por la política y por los asuntos de su marido. Todo lo contrario a lo que se decía, entonces, y se sigue diciendo aún.

Que es lo que he leído, en estos días, cuando se está resaltando la figura de Elena Fernández Balboa, mujer de Mariano Rajoy. Elena Fernández, ‘Viri’ para los amigos, es tenida por mujer encantadora y discreta, pero conocedora del terreno que pisa. Y, sobre todo, se dice de ella que, al ser licenciada en Económicas y Empresariales, sabe más de la cosa que su marido, por supuesto, y que les da sopas con onda a ciertos ministros.

Elvira Fernández, además de sus títulos, ha currado en algunas empresas, una de ellas fue Telefónica, la cual dejó cuando su marido accedió a la presidencia. Y hasta ahora no se había significado lo más mínimo. Parecía querer vivir entre visillos: algo más que comprensible por mor de los recortes que su querido esposo está llevando a cabo y que han hecho posible que el comer se haya convertido en artículo de lujo para innumerables españoles. Al cual no deben acostumbrarse.

Pero, tras permanecer un año sin dar señales de vida, la primera dama, aprovechando las fiestas navideñas, ha dado muestras de su existencia al dejarse querer por los medios que nos están contando su enorme comportamiento como ama de casa en La Moncloa. Ama de casa que ha sabido disminuir los gastos de su residencia en un 40%. Y nos describen de qué manera lo ha logrado. Y, claro está, los periodistas de cámara han lanzado las campanas al vuelo acerca de que a los encantos de Viri, hipocorístico por el cual responde a sus amigos, hay que sumarle lo ahorradora que es y lo mucho que está contribuyendo a la austeridad implantada por el Gobierno presidido por su querido esposo. Que es la mejor manera, según dicen, de implicarse en la recuperación de la economía española.

Y el mejor argumento esgrimido por los cronistas, de tan ejemplar conducta, ha sido comunicarnos que los ministros y sus esposas, invitados a La Moncloa, durante las fiestas, degustaron langostinos congelados, comprados una semana antes. Y a mí, créanme, me han dado ganas de llorar. Y hasta de flagelarme. Por no haber sabido antes los sacrificios que la primera dama viene imponiéndose e imponiendo a los suyos. Incluido Rato.

Por consiguiente, a partir de ahora dedicaré todos mis esfuerzos a propalar que los parados dejen de comer langostinos del día.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto