LUNES 31.
Me llama Enrique Ávila, secretario de la UNED en
Ceuta, y me alegra sobremanera charlar con él. Enrique,
entre otras cosas, me dice que sigue leyendo el pesimismo
que me embarga. Aunque es justo reconocer, dice él, que la
situación que estamos viviendo no es para tirar cohetes.
Cierto, Enrique. Lo cual hace que el fatalismo cunda entre
mucha gente. Sobre todo cuando estamos a punto de ingresar
en la cofradía de los seis millones de parados y el
presidente del Gobierno de España no se aclara nada más que
a la hora de decirles a sus ministros que anuncien recortes
a granel. Por lo cual no debe extrañar a nadie que la gente
esté asustada por lo que pueda ocurrir a partir de mañana.
Es decir, a partir del 2013. Año, además, de los
considerados gafes. Y ya sabemos que los españoles somos muy
supersticiosos. En fin, que ojalá mi fatalismo, tipo de los
personajes del 98, sea solamente motivado por mis lecturas
de quienes vieron siempre que en España la anormalidad era
lo normal. Enrique y yo no deseamos felicidades y suerte
para Rajoy. Que será la suerte de todos los
españoles.
Martes. 1
No sé que ha pasado este año que mi teléfono ha sonado más
que ningún otro año, por estas fechas. Hoy les ha tocado
alegrarme la vida a varios ex jugadores de fútbol a quienes
tuve la suerte de dirigir varias temporadas. Voy a mencionar
a uno de ellos, que ya habrá tiempo para referirme a los
otros. Escribiré, pues, de Suano. Corría la temporada 79-80
y un día me fui a ver un partido de patio de colegio. Y allí
estaba él participando. Era un chaval de baja estatura, tez
aceitunada, y con apariencia de ser poquita cosa. Era verano
y el sol apretaba de lo lindo cuando comenzó el partido.
Pronto me di cuenta de que Suano, que era de raza
gitana, corría como un poseso y además lo hacía con cabeza.
Con mucha cabeza. Jugaba con una sencillez pasmosa. Era
sacrificado, valiente, manejaba el balón con ambas piernas y
rezumaba desparpajo. Accedí a él, por medio de un amigo, y
me enteré de que era el mayor de varios hermanos, cuando
acababa de cumplir los 18 años. Lo cité en el José del
Cuvillo para que hiciera la pretemporada. Y fue titular
desde que principió un Campeonato en el cual el equipo
consiguió 16 victorias, 14 empates y 8 derrotas. En una
eliminatoria de Copa del Rey frente al Atlético de Madrid,
en el Manzanares, hizo tal partido que Pereira, Leivinha,
Navarro y otros futbolistas ‘colchoneros’, acudieron a
nuestro vestuario a felicitarle. Un día, sabedor yo de que
estaba viviendo en condiciones desfavorables para el
rendimiento que se le exigía, le dije que estaba dispuesto a
pagarle su alojamiento en un hostal cercano al estadio. Y me
respondió de esta guisa: “Mister, cómo voy yo a vivir tan
bien mientras mis seis hermanos no lo hacen igual que yo”.
Lo que ganaba en el fútbol, que no era mucho, la verdad sea
dicha, en esa su primera temporada como sub-20, lo entregaba
en su casa. Hoy, al cabo de tanto tiempo, me ha contado que
lleva veintitantos años trabajando en una gran empresa y que
su hijo ha cumplido la veintena. Su llamada, además de
alegría, me ha proporcionado motivos suficientes para reírme
con las ocurrencias de Suano. Un gitano de El Puerto. Un
hombre de verdad. Desde que tuvo uso de razón.
Miércoles. 2
Un jueves, 25 de octubre de 2007, el director del Hotel
Parador La Muralla, Jesús López, llamó mi atención
para comunicarme que lo habían destinado a Melilla. Y cuando
me estaba contando las pocas ganas que tenía de irse de
Ceuta, y así era, según la enorme contrariedad que se
reflejaba en su cara, apareció en escena Pedro Fernández.
Que me fue presentado por JL, inmediatamente, como su
sustituto. A partir de ese momento, en el cual yo despedía a
un amigo y a una persona educada y afable, comencé a tratar
a otra que no admite parangón en lo que es: un tipo
excelente en todos los aspectos. Pedro Fernández Olmedo, con
quien hablé días atrás, así como con Juanita, su mujer, ha
dejado huella en una ciudad donde cuenta ya con innumerables
amigos. Los que, sin duda alguna, hemos aprendido a su vera
qué significa discreción, llaneza y deseos de atender, en la
medida de sus posibilidades, cuantas peticiones se le
formulaban. Pedro Fernández Olmedo, tras su jubilación, va a
residir en Cádiz. Y le deseamos toda la suerte del mundo.
Pues ha dado muestras evidentes, durante cinco años, de ser
un hombre cabal. Lo cual nunca se olvida.
Jueves. 3
Un día a la semana, a veces dos, recorro yo los bares de la
calle Jáudenes. Sí, ya sé que he escrito en más de una
ocasión acerca de este asunto, pero no tengo el menor
inconveniente en repetirme, para decirles a ustedes que
siempre me olvidé de mencionar el dirigido por Manuel
Hernández Prieto, conocido, sobre todo, por el
sobrenombre de Pachi (olvido, como debe ser, del que
me culpo por más que careciera de mala intención). De Pachi
he oído, muchas veces y a personas muy distintas, que es un
tío cojonudo. Tío excelente y que se hace querer en cuanto
lo tratas aunque sea lo justo. El bar de Manuel Hernández
Prieto, “Pachi”, se llama Café Bar Corocotta. Hoy, en
compañía de unos amigos, he bebido su vino y he degustado
unas tapas excelentes. Y a Pachi, nuestra visita, le ha
sabido más que bien. Y, por tanto, he decidido airearlo.
Viernes. 4
Visito a Ángel Muñoz -gerente del periódico- en su
despacho, y tras los saludos de rigor, lo primero que hace
es entregarme una felicitación navideña, enviada por José
María Campos. Y se me ocurre decirle, tras leerla, que o
bien es la primera que recibo por parte de José María, o
nunca antes, es decir, durante años anteriores, nadie
decidió entregarme la postal de marras. De cualquier manera,
aprovecho el motivo para saludar a quien siempre ha
participado –y participa- activamente en todo cuanto
concierne a la vida de esta ciudad. Por ser persona
destacada de la misma, al margen de sus actividades
empresariales, debido a su vasta cultura, a su saber estar,
y sobre todo a la educación exquisita que suele mantener en
sus relaciones diarias. Todo ello, unido a otros saberes, le
permiten ser un personaje de referencia en Ceuta. Eso sí, lo
cortés… no evitó que en ocasiones disintiera de él por
alguna que otra opinión. Como no podía ser de otra manera.
Un abrazo.
Sábado. 5
Se me ha olvidado, en estos días de llamadas telefónicas
para intercambiar mensajes navideños, preguntarle a
Emilio Lamorena por Pepe Sillero, amigo de ambos,
y a quien le tengo ley. Así que me pondré en contacto con
Emilio, cuanto antes, con el fin de que me ponga al tanto de
cómo está PS, al cual no veo desde hace ya mucho su tiempo.
Y ya, aprovechando la ocasión, diré que a Pepe y a mí nos
costó lo suyo entendernos. Al principio, parecía que, cuando
nos veíamos, cualquier motivo nos valía para discutir.
Aunque sin perder los papeles. Todo hay que decirlo. Pero
nuestras relaciones fueron mejorando y llegó un momento
donde la amistad se tiño de verdad y principió una
extraordinaria estimación entre nosotros. Por tal motivo, y
dado que no me he tropezado con Pepe, desde hace meses,
emplazo a Emilio, aunque sé que anda muy atareado, haciendo
labores de abuelo, a que me llame y me ponga al día de cómo
se halla nuestro amigo: Pepe Sillero.
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