Hoy por hoy no puede ser y además
es imposible, pero en las casposas relaciones bilaterales
hispano-marroquíes lo ideal sería un resultado no de suma
cero (alguno siempre pierde) sino de suma no cero, en la que
todos ganan, aplicando la Teoría de Juegos a las relaciones
internacionales en este caso entre dos países vecinos (la
geografía no puede cambiarse) y forzosamente amigos, pero en
las que “bajo la estrategia española del equilibrio” subyace
como en 1995 advertía R. Gillespie (Las relaciones
exteriores de la España democrática) “la preocupación por
encontrar una forma de contener las ambiciones nacionalistas
de Marruecos, pues eran éstas las que afectaban más
directamente a los intereses españoles”. Esa es la clave de
bóveda, el paradigma que España nunca tiene que olvidar pues
para nada ha cambiado en el fondo, quizás y solo
parcialmente en las formas, de igual modo que para el Reino
de Marruecos su concepción de amigo-enemigo reposa en la
actitud mostrada hacia la anexión unilateral del Sáhara
Occidental plasmada en parte, de hecho aunque no de derecho,
en las Provincias del Sur.
No obstante y pese a la onerosa crisis rampante, dada la
superior proyección española (económica, tecnológica y
militar) en la región la paz está salvaguardada, pues salvo
la defensa de los intereses nacionales España no guarda
animosidad alguna hacia su vecino Marruecos. Otra cosa fuere
si las relaciones estratégicas fueran equilibradas, pues me
temo que entre nuestros vecinos y amigos del sur podrían
levantarse algunas voces de signo aventurerista, no digamos
ya si la Dinastía Alauí reinante fuera substituida
(confiemos en que nunca ocurra) por las únicas dos
“alternativas” posibles: dictadura militar o república
islamista, no hay más. Por ello y a fin de mantener la
constante erosión sobre los intereses españoles, congeladas
en principio algunas tácticas propias del Conflicto de Baja
Intensidad (CBI) que a iniciativa de Rabat laten,
subterráneas pero omnipresentes, en la tramoya de las
espesas y complejas relaciones bilaterales
hispano-marroquíes, se activan diferentes acciones a través
de la “diplomacia paralela” rayanas, algunas de ellas, en la
delincuencia pura y dura, como fue el expolio
histórico-artístico del 16 de noviembre, la “gloriosa
hazaña” (sic) en palabras del Comité, cortando y robando uno
de los brazos de la estatua de Pedro de Estopiñán en
Melilla. Y mientras para vergüenza de las autoridades
marroquíes (ignoraba que el gobierno del islamista
parlamentario, mi estimado amigo Abdelilah Benkirán,
amparaba a los delincuentes), mientras el ministro de
Cultura recibía en Rabat a los portadores del brazo robado a
Don Pedro (Yahya Yahya, senador de Su Majestad y su jefe de
operaciones, Said Chramti), el Comité de Coordinación para
la Liberación de Ceuta, Melilla y las Islas se aprestaba
para nuevas acciones. Mientras aprovechaba para felicitarme
la Nochebuena en la mañana del pasado 24, cortesía que
agradezco y de la que levanto acta pues a cada uno lo suyo,
Chramti me adelantaba sus próximas andanzas corroborándome
su intención, entre otras, de atentar (ensuciar, robar o
volar, a saber) próximamente contra los dos Leones que
escoltan la escalinata al Congreso de los Diputados en
Madrid. Les dejo con algunas parrafadas del esperpéntico
comunicado emitido el 23 de noviembre por dicho Comité en
Nador: “Hemos preparado un equipo de jóvenes del Comité
Nacional para exigir la Liberación de Ceuta, Melilla y las
Islas, residentes en la Unión Europea, para recuperar el
hierro fundido de nuestros cañones robados en la Batalla de
Wad¬-Ras el 23 de Marzo de 1860, que utilizaron para crear
la pareja de leones que está actualmente en las puertas del
Congreso de los Diputados, en Madrid, desde el año 1872”.
Sin más comentarios porque no merecen la pena.
Siempre he mantenido (y sostengo) que las andanzas del
Comité no son autónomas, sino que éstas como las de otros
agentes complementarios que ahora no vienen al caso
responden a una en teoría calculada (y a veces riesgosa)
estrategia marroquí de la que un día me gustaría hablar a
calzón quitado (todo se andará a lo largo de este año,
Inch´Allah) con un buen amigo de Mohamed VI, hombre honesto
y solvente según me consta por fuentes de toda solvencia que
le han tratado y conocen bien, además de soberbiamente
informado dado el alto puesto que ocupa, no les doy el
nombre pero cae por su propio peso. Con estos mimbres y
dados los precedentes no es extraño que el gobierno de
Mariano Rajoy, en consonancia con la nueva Directiva de
Defensa Nacional del pasado agosto y en la revisión en
marcha de la nueva Estrategia Española de Seguridad,
substituya la elaborada por el equipo socialista de
Rodríguez Zapatero en la que, sin mencionar a Marruecos, se
hablaba genéricamente de la “ribera meridional del
Mediterráneo”, por directrices más realistas en las que se
aborda sin ambages las “amenazas no compartidas” por los
otros socios de la Unión Europea (UE) en clara alusión a
Ceuta y Melilla, siendo la defensa global de ambas ciudades
(así como de las Canarias) uno de los principales ejes de la
nueva política de defensa española dada la “singularidad de
los riesgos propios” inherentes a la peculiar situación
geográfica de nuestro país. Nada nuevo bajo el sol. No hay
duda de que Marruecos es, en palabras del titular español de
Exteriores, “un país socio, aliado y amigo” pero a la vez,
digo yo siguiendo la mitología de la bifronte cara de Jano,
Marruecos es amigo... y enemigo, para ser exactos nuestro
cásico enemigo del Sur de igual modo que, para nuestro
vecino, España es el enemigo del Norte, hablando siempre en
términos geopolíticos y geoestratégicos. Pienso que si los
muñidores de los hilos del interpuesto Comité de los cojones
buscaban una reacción, pues ya se han topado con ella en la
nueva Estrategia Española de Seguridad. En Marruecos anida
una triple amenaza: clásica en cuanto a su expansionismo
nacionalista, emergente en cuanto a la creciente amenaza
islamista y eventual en cuanto al terrorismo yihadista.
Amigos desde luego, obviamente, pero sin chuparnos el dedo.
Suma y sigue. Visto.
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