En el fondo todos buscamos una
buena estrella para ponernos en camino, mientras las horas
pasan y los días mueren. Necesitamos sentirnos orientados y
llamamos a todos los poderes, visibles o invisibles, para
que nos arropen y nos impriman la fuerza necesaria para
vivir. Formamos parte de una constelación estelar que nos
impulsa a crecer en un cosmos de sueños. Aún no hemos
aprendido a descifrar el lenguaje del universo, más
espiritual que corporal, y en lugar de ir al encuentro de
unos y de otros, nos movemos por los que más fortuna
coleccionan. Sería bueno despojarse de los falsos mitos del
éxito y trabajar más por poner nuestras propias capacidades
intelectuales al servicio de los más necesitados. Pienso que
el pensamiento crítico y el razonamiento son las claves para
ordenar las cosas, tan desordenadas a veces y contrarias al
espíritu del conocimiento.
A lo largo de la historia siempre hay personas que son
iluminadas por la luz de una buena estrella, que encuentran
el camino de la realización y llegan a la meta, que no es
otra que la misma experiencia que vivieron los Magos de
Oriente, de alegría y de gozo. Aquella luz hoy sigue
resplandeciendo en todo el mundo. Es cuestión de dominarse y
ver que los poderes de este mundo material son más ínfimos
que el poder del alma. Ciertamente, los caminos interiores
del ser humano son el verdadero tesoro, en tantas ocasiones
por descubrir. El día que tomemos conciencia de esa luz
espiritual, nacerá en nosotros una nueva manera de entender
la vida. Es la fuerza del amor, no la del dinero, la que
mueve los corazones y las inteligencias, la que abraza el
auténtico abecedario de nuestra existencia.
Quizás hoy más que nunca caminemos hambrientos de luz. A
pesar de la grandeza del intelecto humano, no vemos más que
por los ojos de una economía injusta, orientada sólo al
lucro de la persona, que nos enloquece y nos revienta
cualquier sentido humano. Todo se supedita a unos
caprichosos mercados que juegan con las personas como si no
tuviesen sentimientos. Por eso, es tan importante ahondar en
lo que somos y en lo que podemos llegar a ser. No olvidemos
que el camino se hace al andar como dijo el poeta. Hay que
seguir buscando la manera de valorar mucho más al ser
humano. No es difícil, por naturaleza todos tenemos un
corazón inquieto, perseverante, que no deja de estar
impaciente hasta que no se le acaba la cuerda de la vida.
Nos consta que nuestros antepasados estaban muy atentos a
los cuerpos celestes, hasta considerarlos como poderes
divinos, capaces de decidir el destino de las personas. Así
el relato de la buena estrella de Oriente orientó a los
magos a encontrar al Niño. Está visto que la creación, a la
que continuamente maltratamos, habla al ser humano desde
otros lenguajes más libres y verdaderos. Desde luego, nos
hace falta una claridad interior para comprender nuestra
efectiva historia cambiante. Ahora bien, como dijo el
escritor suizo, de origen alemán, Hermann Hesse, no digas de
ningún sentimiento que es pequeño o indigno. Cada una de
esas emociones que reprimimos es como si apagásemos una
estrella del camino.
Hay tantas estrellas para alegrarnos la vida que bien vale
la pena cuidar de ellas y disfrutar de ese cielo místico y
misterioso, crecido en la belleza, y del que todos podemos
disfrutar. El ser humano es algo más que un producto de las
condiciones económicas y no es posible curarlo desde el
materialismo, también necesitamos estrellas-guía donde
refugiarnos para vivir nuestro propio silencio, para poder
meditar y crecer. Todos nosotros hemos sido testigos de cómo
el estado del bienestar, en manos equivocadas, se ha
convertido en un progreso injusto, que lo único que genera
es desigualdad y pobreza.
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