Hemos atravesado el solsticio de invierno, la profecía maya,
y ahora un nuevo año que iniciamos con el corazón encogido,
no es la mejor manera, pero la inercia no cambia, no
conseguimos darle la vuelta a la situación y nuestra propia
incapacidad redunda en una visión aun más negativa, somos
animales gregarios, el grupo marca la dirección y el
sentido. En otras latitudes la visión es más optimista, han
hecho de la necesidad virtud y ahora enfilan con nuevas y
renovadas energías el futuro. Supongo que nos falta empuje.
A pesar de todo ello, se percibe un cierto aire de cambio,
muy leve, muy tenue, pero cambio al fin y al cabo. Cambio en
las actitudes, en las maneras, en las mentalidades, y eso es
bueno. Claro que cuando iniciamos una nueva etapa surgen las
dudas, a veces da miedo soltarse, quedar libre de las
ataduras del pasado, pero no queda más solución, como nación
tenemos la obligación de hacerlo, aunque ello suponga dejar
atrás cosas queridas, es el futuro el que nos aguarda a la
vuelta de cada esquina y no vale de nada esconderse,
arrinconarse, nos encontrará igualmente, tan solo hemos de
estar preparados para asumirlo con naturalidad.
Es la evolución natural, aplicada a las naciones, pero
evolución igualmente. Siempre encontraremos a los agoreros
que pronostican un futuro incierto, ¿pero acaso hay algún
otro tipo de futuro?
Los profetas de la catástrofe siempre encontrarán una caja a
la que subirse para soltar sus diatribas, y siempre
encontrarán un público a quien arengar acerca de lo mal que
se han hecho las cosas, de lo bien que nos iría si
siguiésemos sus recomendaciones, pero la vida sigue su
curso, y solo queda mirar atrás para comprobar que, aunque
se equivocan constantemente, constantemente se renuevan en
un discurso monótono y sombrío.
Frente a eso solo cabe avanzar, tirar lo viejo, derrotar a
nuestros fantasmas y creer en nosotros mismos, solos
llegamos y solos nos iremos, en medio podemos ser lo que
queramos. Juntos somos fuertes, lo hemos demostrado mil
veces, nuestra historia está plagada de ejemplos en los que
la victoria nos ha sonreído, pero también de momentos en los
que la derrota se ha cebado con nosotros, y sin embargo
seguimos adelante.
En los momentos amargos es donde se ve la talla de un
pueblo, se percibe su fondo moral, y ahí estamos,
apoyándonos unos a otros, buscando vías de solución para la
gente que no puede seguir, manteniendo el tipo frente al
temporal que arrecia por momentos, pero que antes o después
cesará.
Y ese es el momento para el que debemos prepararnos, porque
cuando las aguas vuelvan a su cauce, tendremos bien
aprendida la lección, y corregidos lo errores, navegaremos
con el timón firme. Eso es en lo creo y confío, todo lo
demás son pamplinas.
Habrá que hacer balance, como no, observar a aquellos que
han puesto cara al viento enfrentándose a la tempestad y a
aquellos otros que han permanecido ocultos para salir en el
último momento. Tendremos que ser críticos y apartar a los
que medran en la política, en los sindicatos o en lo que sea
a costa de la desgracia ajena. Más cautos, más sinceros, más
libres y menos acomodaticios, así deberíamos salir,
aceptando nuestros errores, evitando la euforia. Las crisis
son una forma de renovarse, la manera de salir de lo que nos
encorseta, buscando nuevas vías de expresión, de
exploración.
No hay más que ver cómo están saliendo las empresas
españolas hacia otros países buscando vías para su
supervivencia, eso que es una mala noticia puesto que no
pueden sustentarse con lo que aquí hay, es a la larga una
nueva forma de entender los negocios, una mayor aproximación
a las oportunidades que se presentan en cualquier lado del
mundo y eso no solo no es malo, es muy bueno, porque supone
el espaldarazo definitivo para unas empresas acostumbradas a
moverse en territorio propio, lo que las obliga a
reinventarse, a reconstruirse bajo nuevas exigencias para
adaptarse, y eso es evolucionar.
En una economía global, con medios de comunicación y de
transporte avanzados, eso es lo que nos aguarda, la
movilidad geográfica, la movilidad funcional, así es como se
mueve la economía a escala mundial y así es como tendremos
que vernos a nosotros mismos y a las generaciones futuras,
aprovechando oportunidades, saliendo a buscarlas sin
aguardar a que sean ellas las que vengan a nosotros.
Ese era nuestro espíritu en la Era de los Descubrimientos,
siempre a la vanguardia, y eso que hemos perdido, tendremos
que buscarlo, desempolvarlo y renovarlo para, de nuevo,
salir a que nos de el aire fresco.
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