Los recientes tiroteos en las cercanías de la barriada del
Príncipe, nada nuevo bajo el sol, en la mencionada zona de
conflicto, donde las armas parece que no son un elemento
extraño y los ajustes de cuentas, algo que ha llevado a los
Tribunales a más de un malhechor, han vuelto a desatar
corrientes de opinión. Las mismas corrientes de opinión que
provocaron aquélla declaración de principios que el delegado
del Gobierno hizo invitando a hacer las maletas quienes
optaran por actuar fuera de la ley.
El episodio del pasado domingo, más que declaraciones
grandilocuentes, quizás requiera silencio grandilocuente. Y
claro, hay muchas clases de silencio; también éste no
siempre significa temor, cobardía o asentimiento. A veces,
guardar silencio es una forma de pausa para concluir una
tarea que requiere sigilo, prudencia, discreción, sin que
suponga desentendimiento, pasividad u ocultación, hechos
éstos últimos que sí serían reprochables y denunciables.
Pero no es el caso.
La refriega de tiros entre bandas rivales, ciertamente es un
hecho escandaloso, preocupante y necesitado de
esclarecimiento, si bien en ningún momento hay que dudar en
la tarea investigadora para lograr este objetivo como
tampoco se puede criticar al delegado del Gobierno que su
silencio sea una postura timorata. El “caso” en sí mismo es
grave como para que los investigaciones actúen con cautela y
lleven sus actuaciones en silencio.
Un asunto no se resuelve mejor por dar o no una nota de
prensa o comunicar detalles insignificantes, sino que la
eficacia hay que encontrarla en la resolución, en el
objetivo final. Una vez logrado éste, sí puede ser el
momento de las explicaciones de todo tipo, de las
valoraciones y de la reflexión.
Si Francisco Antonio González se hubiera apresurado en
realizar declaraciones al respecto, serían los mismos que
reclaman ahora que hable los que, con total seguridad,
hubieran exigido ‘menos palabras y más hechos’.
No es más acertado quien más habla, sino quien menos se
equivoca, como demostró Yolanda Bel el pasado domingo. Como
también es cierto aquella frase que dice: Más vale callar y
parecer tonto, que hablar y demostrarlo. No consideramos que
Francisco Antonio González Pérez sea tonto ni lo parezca.
Más bien está actuando en silencio. Y éste, hay que
respetárselo porque su misión no es hablar más o menos, sino
solucionar los problemas desde su puesto de responsabilidad.
Bien es verdad que todo cargo conlleva cargas y ahora, el
denominado “peso de la púrpura” le reporta críticas, tal vez
injustas, por marcar los tiempos por el hecho de que alguien
entiende que trata de poner diapasón a un proceso
investigador que está en curso.
No es criticable el silencio. Sí lo es la falta de
resultados. No parece razonable demandar declaraciones
cuando las circunstancias obligan al silencio. No es lógico
anteponer manifestaciones a vías de investigación en curso.
Todo a su tiempo. Y en cualquier caso, hay silencios que
también hablan por sí solos. Simplemente es cuestión de
entenderlos e interpretarlos.
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