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OPINIÓN - JUEVES, 3 DE ENERO DE 2013

 
OPINIÓN / ANALISIS

Es mejor callar y parecer tonto, que hablar y demostrarlo

Por Alejandro S.


Los recientes tiroteos en las cercanías de la barriada del Príncipe, nada nuevo bajo el sol, en la mencionada zona de conflicto, donde las armas parece que no son un elemento extraño y los ajustes de cuentas, algo que ha llevado a los Tribunales a más de un malhechor, han vuelto a desatar corrientes de opinión. Las mismas corrientes de opinión que provocaron aquélla declaración de principios que el delegado del Gobierno hizo invitando a hacer las maletas quienes optaran por actuar fuera de la ley.

El episodio del pasado domingo, más que declaraciones grandilocuentes, quizás requiera silencio grandilocuente. Y claro, hay muchas clases de silencio; también éste no siempre significa temor, cobardía o asentimiento. A veces, guardar silencio es una forma de pausa para concluir una tarea que requiere sigilo, prudencia, discreción, sin que suponga desentendimiento, pasividad u ocultación, hechos éstos últimos que sí serían reprochables y denunciables. Pero no es el caso.

La refriega de tiros entre bandas rivales, ciertamente es un hecho escandaloso, preocupante y necesitado de esclarecimiento, si bien en ningún momento hay que dudar en la tarea investigadora para lograr este objetivo como tampoco se puede criticar al delegado del Gobierno que su silencio sea una postura timorata. El “caso” en sí mismo es grave como para que los investigaciones actúen con cautela y lleven sus actuaciones en silencio.

Un asunto no se resuelve mejor por dar o no una nota de prensa o comunicar detalles insignificantes, sino que la eficacia hay que encontrarla en la resolución, en el objetivo final. Una vez logrado éste, sí puede ser el momento de las explicaciones de todo tipo, de las valoraciones y de la reflexión.

Si Francisco Antonio González se hubiera apresurado en realizar declaraciones al respecto, serían los mismos que reclaman ahora que hable los que, con total seguridad, hubieran exigido ‘menos palabras y más hechos’.

No es más acertado quien más habla, sino quien menos se equivoca, como demostró Yolanda Bel el pasado domingo. Como también es cierto aquella frase que dice: Más vale callar y parecer tonto, que hablar y demostrarlo. No consideramos que Francisco Antonio González Pérez sea tonto ni lo parezca. Más bien está actuando en silencio. Y éste, hay que respetárselo porque su misión no es hablar más o menos, sino solucionar los problemas desde su puesto de responsabilidad. Bien es verdad que todo cargo conlleva cargas y ahora, el denominado “peso de la púrpura” le reporta críticas, tal vez injustas, por marcar los tiempos por el hecho de que alguien entiende que trata de poner diapasón a un proceso investigador que está en curso.

No es criticable el silencio. Sí lo es la falta de resultados. No parece razonable demandar declaraciones cuando las circunstancias obligan al silencio. No es lógico anteponer manifestaciones a vías de investigación en curso. Todo a su tiempo. Y en cualquier caso, hay silencios que también hablan por sí solos. Simplemente es cuestión de entenderlos e interpretarlos.
 

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