Venga dado por anticipado que no soy ceutí, es decir
caballa, ni de nacimiento, ni siquiera de adopción, pero he
sentido, en estos días de estancia aquí, la necesidad de
expresar la querencia que esta hermosísima ciudad ha
despertado en mí, después de varias visitas efectuadas, en
los últimos años, por razones familiares, pues mi hermana,
cuñado y sobrinos se instalaron hace unos años en esta
“perla” de los mares, a caballo entre el cálido Mediterráneo
y el bravío Atlántico.
Imagínense que vengo de un clima áspero, bronco y duro, como
lo es meteorológicamente una ciudad del norte de la
península, León, aunque los oriundos de este antiguo reino
que conformó la inicial Hispania cristiana, nos consideremos
calurosos y acogedores y me presento a explicarles lo que
como español y europeo siento cuando piso esta tierra, que
siempre se ha concebido como tal, siendo santo y seña de
españolidad y referencia histórica en el mundo mediterráneo.
No en vano, tanto los fenicios expertos navegantes y
comerciantes, como los griegos y los romanos, maestros de
todas las culturas, como los guerreros cartagineses, como
los filósofos y pensadores árabes, dejaron su huella
indeleble en esta península ceutí, la Abyla casi
trimilenaria, que a la vez ha ejercido como punto de
confluencia entre los dos continentes, siendo su situación
tan estratégica la ansiada por varios pueblos para dominar
este Mar de Alborán, Medi-terraneum o Mare Nostrum para los
romanos, Mar Blanco para los turcos, El Gran Verde para los
egipcios, Mesogeios para los griegos o Al-Mutawásit para los
árabes, aunadas todas esas intenciones con la conquista
portuguesa y posteriormente con su decisión propia de
someterse a la corona española, inicialmente como bastión
militar y actualmente como ciudad modelo de
pluriculturalidad muy dispar, en la que conviven no menos de
cuatro religiones.
Y aquí es cuando mis nuevas experiencias se confunden con
mis sentimientos, con mis vivencias diarias en León, en una
urbe de origen militar romano, convertida en la capital del
Reino, en la que la historia ha escrito también jornadas
gloriosas, pero aún, en la actualidad, un tanto anclada en
la convencionalidad de una provincia del interior
peninsular, con una sociedad bastante conservadora, pero con
una imperiosa necesidad de conocer esta pluralidad de
vuestra queridísima Calipso o Sebta, que como ninguna otra
siembra por todas sus calles y plazas, innumerables estatuas
y monumentos para recordar a sus hijos ilustres (Al-Idrisi,
Ben Yehuda, Pedro de Meneses, Teniente Ruiz…), a todos los
que han sabido glosar sus maravillas (Homero, Platón,
Aristóteles, Estrabón, Pomponius Mela, Enrique el
Navegante,…) así como a otros hechos o personajes históricos
(Constitución, Semana Santa, Paz y Libertad, Medinaceli,
Legión, Regulares, Artillería, Caídos, Gandhi,…).
Una ciudad así, donde según dice la leyenda vivió Ulises,
reconforta al visitante y alegra al turista de manera
superlativa, sobre todo teniendo en cuenta la protección
terrenal del gigantesco Hércules y la espiritual de vuestra
amantísima patrona, Ntra. Sra. de África.
Caballas. Cuidadla y potenciarla, pues tenéis los Aleos ó
varas de mando del recordado Meneses, en muy buenas manos:
el militar en las del Comandante General Ramón
Martín-Ambrosio, paisano leonés y el civil en las del
Presidente-Alcalde, Juan José Vivas, portando ambos, en
simbólica unanimidad, el día del Corpus, la enseña histórica
de la ciudad, el Pendón Real de Ceuta.
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