Me llama un amigo para felicitarme
en el primer día del 2013, por ser mi santo, y a renglón
seguido me hace una pregunta fosilizada: “¿Cómo habéis
pasado la noche?” Y mi respuesta no se hace esperar: viendo
sufrir a nuestro perro, preso de la histeria que le producía
el tronar de cohetes y petardos, que fueron los protagonista
de las celebraciones entre las nueve de la noche y las dos y
media de la mañana, minutos arriba o abajo. ¡Qué horror!
¡Qué horror ver a pandillas de niños, de edades comprendidas
entre siete, ocho y nueve años, recorrer las calles repletos
de petardos, cohetes, bombitas y hasta me imagino que
también contarían con triquitraques, buscapiés y voladores!
Es decir, un arsenal completo de artilugios ruidosos y
también peligrosos.
Al fin los hay que han conseguido que la Navidad sea ya lo
más parecido a las Fallas valencianas. Contra las que no
tengo nada. Líbreme, Dios. Pero a las que muchas veces fui
invitado y siempre rehusé acudir. Ya que a mí los festejos
con pólvora de por medio me producen rechazo. Me parecen…
bueno, mejor me lo callo, que estamos en días de concordia.
Mi amigo, que es muy observador, me recuerda que no sólo son
niños quienes inundan de ruidos las calles y hacen posible
que personas enfermas sufran las inconveniencias de las
explosiones. Sino que muchos adultos han dado en la manía de
hacer de balcones, ventanas y terrazas plataformas ideales
para jugar con fuegos artificiales. Se les ve disfrutando de
lo lindo cada vez que lanzan al cielo el petardo clamoroso.
Pues España, le digo yo, no está precisamente para tirar
cohetes. Ni mucho menos para que nos digan, por ejemplo, lo
que ha ganado María Dolores de Cospedal en el 2011.
Cifra que ha estado a punto de romperme los tímpanos por el
estruendoso desagrado que me ha producido, tras leerla en
Internet, nada más echarme abajo de la cama.
Lo que gana la señora De Cospedal, la que peor luce peineta
y mantilla en España, no deja de ser un cañonazo de
provocación para todas las familias que malviven en una
España venida a menos y en la cual seis millones de parados
son ya estigmas de una nación en la que, por si fuera poco,
hay un millón de niños que pueden acabar siendo caquéctico,
cianótico y terminales.
La señora De Cospedal, María Dolores ella, ha ganado 158.388
euros netos en el 2011. Que se sepa. Por tener varios cargos
y hacer muy bien de gobernanta acre, en sus apariciones
televisadas. Mujer agria donde las haya y con ínfulas de
abogada del Estado, que la hacen creerse que está por encima
de todos los mortales, no es el mejor ejemplo en el cual se
haya podido basar Rajoy para pedirnos comprensión a los
españoles que tenemos hijos en el paro y que al paso que
vamos tenemos la certeza de que, por sus edades, serán para
siempre víctimas laborales. Víctimas de un conflicto hecho
para darle matarile a la clase media.
Comprensión nos pidió el presidente de España y que
soportemos con estoicidad los recortes que su Gobierno no
cesa de acordar contra los más débiles. Contra quienes menos
tienen. Entretanto, nos enteramos no sólo de lo que gana la
presidenta de Castilla-La Mancha, una fortuna, sino también
de que hay alcaldes cobrando nóminas cuantiosas. Y a los que
encima hay que hacerles la ola por que un día decidieron que
los ciudadanos los necesitábamos como gobernantes. En el
20013, amigo, nos tocará oír el rugir de las masas y no el
tronar de los cohetes. Mi amigo me llamó pesimista.
|