Si yo fuera un hombre de fe, tras
leer hoy, domingo, La Razón, saldría a la calle gritando
albricias y hurras a granel. Recorrería la ciudad, de cabo a
rabo y a la inversa, entusiasmado y propalando a voz en
cuello la buena nueva: gracias a las medidas que viene
tomando el Gobierno de España, dirigidas por su presidente,
Mariano Rajoy, los españoles seremos los más felices
de Europa en el año 2013.
Si yo fuera un hombre de fe, después de haberme aprendido de
memoria los 10 motivos que nos ofrece La Razón, periódico de
tirada nacional, para hacernos creer que el 2013 será el de
la recuperación económica, me invadiría una alegría
descomunal y recorrería las principales arterias de la
ciudad expandiendo la gran noticia.
Si yo fuera un hombre de fe, de los que son capaces de creer
a pie de trago cuanto nos dice su director, el de La Razón,
claro está -Francisco Marhuenda-, convocaría una
reunión de amigos y simpatizantes en la plaza más principal
de esta tierra para elogiar todas y cada una de las
decisiones tomadas por el Gobierno para sacarnos del
terrible atolladero en el cual nos metieron los socialistas.
Si yo fuera un hombre de fe, daría a partir de ahora charlas
y más charlas acerca de cómo la mente privilegiada de Rajoy
ha conseguido que, en solo un año, la España miserable,
agotada en todos los sentidos, que él heredó, esté ya en el
camino de la salvación total y absoluta. Según se desprende
de lo que nos ha contado La Razón y que yo he leído
minuciosamente.
La Razón, periódico muy de derecha, y está en su perfecto
derecho de serlo, y su director, más de derecha todavía, y
muy bien que hace, han pintado un panorama tan de camino de
rosa que hasta he llegado a creer que aún estaba viviendo en
el día de los Santos Inocentes. Y me explico: nos dicen que
las administraciones están en el camino del equilibrio. Que
el Tesoro tiene reservas acumuladas. Que la reforma
financiera está cerrada. Que la economía echa raíces en los
restos del ladrillo. Que las empresas españolas son más
competitivas. Que los inversores han recuperado la
confianza. Que las posibilidades de un rescate han menguado.
Que las exportaciones crecen sin par. Que el motor del
turismo late a pleno rendimiento. Y que la bolsa no deja de
ser una gran oportunidad de inversión.
Ante semejante enumeración de hechos fantásticos, me he
tenido que pellizcar varias veces seguidas las mejillas para
hacerme a la idea de que no estaba soñando despierto. Que sí
estaba leyendo La Razón, y lo escrito por su director; ambos
pertenecientes a un país que tiene seis millones de parados.
A los que no se alude en ningún momento cómo será posible
devolverlos al tajo. Bajo tal tesitura, comprenderán ustedes
que yo siga siendo un hombre carente de toda fe. Sometido a
la mayor desconfianza posible. Un incrédulo. Un tipo que,
aun sabiendo que no hay mal que cien años dure, no se fía ni
del Gobierno ni de los políticos en general, lo más mínimo.
Sé que a Marhuenda le ha ido más que bien en su vida laboral
junto a Rajoy y, sobre todo, a la vera de los populares.
Pero, por favor, que no nos toque los dídimos a los
descreídos. Que somos ya innumerables. Y que a lo máximo que
llegaremos mañana, hoy para ustedes, es a brindar con un
rioja. Para que los padres puedan seguir ayudando a sus
hijos en 2013.
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