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OPINIÓN - VIERNES, 28 DE DICIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LA DIANA

Ideología y nacionalismo

Por Jauma


Durante la Edad Media se establece el concepto patrimonialista del Estado, de forma que el rey es dueño de bienes y haciendas, es decir el único poseedor tanto del territorio sobre el que gobierna, como de todo lo que contiene. Surgen así los primeros estados que, tras años de guerras, herencias y sucesiones, conforman el panorama de Europa.

Habrá que esperar hasta el siglo XVIII para que aparezca el concepto de nacionalismo asociado al de ideología, en el contexto de la denominada Era de las Revoluciones. En esta concepción surge el nacionalismo referido a un determinado territorio, por lo que refleja la fusión de dos principios básicos, por un lado la soberanía nacional y por otro la nacionalidad.

En este punto cabría entender que el término nacionalismo engloba diferentes visiones políticas, por lo que adquiere connotaciones sentimentales que afectan a la hora de comprender la pertenencia a la nación, que se antepone a las concepciones particulares de cada opción política. Todo ello sirve de aglutinante para defender determinados contenidos y acciones políticas, es decir más allá de las ideas está el sentimiento nacional. Así vemos cómo en el siglo XIX surge el nacionalismo romántico, o el auge del fascismo en la Europa entre guerras, en el que el nacionalismo se incorpora a las ideas fascistas sin complejos, y durante la posterior época de descolonización, a mediados del siglo XX , se vinculan ambas ideas bajo el denominado derecho de autodeterminación de los pueblos.

En la evolución histórica puede verse que cualquier forma de nacionalismo parte de una premisa falsa, ya que si una población forma una nación, cualquier grupo social que se apoye en la creencia de algún tipo de cultura común, cumple con las condiciones y por tanto puede ser denominado pueblo o nación, lo que nos llevaría al absurdo de considerar con capacidad de autodeterminación a todo aquel que lo reivindicara bajo una bandera propia, algo parecido al feudalismo, en el que los grandes señores ocupaban un territorio y lo gobernaban a su antojo, salvando las distancias claro.

Las razones por las que el concepto se ha mantenido a lo largo de los siglos se basan en su poderoso atractivo: la pertenencia. Así entendido, al hombre como ser social que es, le gusta pertenecer a un grupo, le resulta ventajoso y ayuda a su consolidación como individuo.

Llevado al extremo estamos hablando de un concepto ancestral, la tribu. No es difícil encontrar ejemplos, pero quizás uno de los mas significativos sea el futbol, en el que cada aficionado defiende a su equipo y se siente cómodo con lo que también lo hacen, frente a los demás que son hinchas de otros equipos, los colores, himnos y banderas facilitan esa adopción identitaria. Otro ejemplo lo conforma cualquier nación en la que se produce un ataque exterior, la reacción es inmediata, se olvidan los problemas y se da valor únicamente a la pertenencia a la nación objeto de ataque.

Visto desde una óptica objetiva, caben numerosas críticas a esos postulados, ya que no resulta fácil explicar y entender que tenga necesariamente que haber vínculos inquebrantables entre los diferentes grupos que conforman una nación, así como tampoco resulta sencillo explicar qué es una identidad nacional, a no ser que se creen artificialmente, como realmente ocurre en muchos casos.

Si lo observamos desde una perspectiva étnica, el concepto tampoco sale muy bien parado, puesto que prima elementos de carácter racial o social que poco tienen que ver con la realidad multicultural que nos rodea. Y si tomamos ejemplos recientes como la guerra de los Balcanes, resulta inaceptable que pueda llegarse a extremos tales como la limpieza étnica para garantizar la existencia de territorios limpios de elementos ajenos a la cultura propia, resulta aberrante.

La diversidad cultural y étnica, la mezcla de diferentes razas, credos y pueblos, forma parte de un mundo cambiante como el actual y la propuesta de modelos identitarios queda cada día más lejos de la realidad.

CEstos movimientos pendulares llevan de un extremo a otro, arrastrando consigo a personas que aceptan sin cuestionar todo aquello que emana de los órganos de poder nacionalista, sabiendo además que poner en duda cuestiones que afectan a la identidad nacionalista, les convierte poco menos que en traidores a la patria.

El análisis es de tristes consecuencias, ya que hagamos lo que hagamos desde fuera siempre chocaremos con ese afán en el que las personas son solo banderas de fe inquebrantable.
 

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