En la columna de ayer, cuyo título
era Sobre gafes, acabé diciendo que al Rey, en su mensaje de
Nochebuena, se le había olvidado defender a Casillas
y poner a Mourinho como chupa de dómine. Lo cual no
dejaba ser un ramalazo de ironía ante lo que viene
sucediendo desde que José Mourinho decidió que Iker no
jugara frente al Málaga en la Rosaleda.
Lo que viene sucediendo es que quienes escriben y opinan de
fútbol han perdido la chaveta. De no ser así, sería
imposible aceptar cuanto se viene diciendo contra el
entrenador por creer que había llegado la hora de ver cómo
respondía Adán en un partido complicado. Máxime
cuando el titular llevaba muchísimos partidos haciendo más
ostensibles que nunca sus grandes deficiencias como portero.
Las deficiencias de Casillas son de sobra conocidas. Excepto
por quienes se empeñan en negarlas. Pero no es tapándose los
ojos como podrán hacer posible que el guardameta
internacional, convertido en mito, sea capaz de mejorar sus
intervenciones en los balones por alto y su ínfimo juego con
los pies. Dos aspectos fundamentales en la tarea de
cualquier portero. Y qué decir si éste lo hace en el Madrid.
Un mito es alguien a quien magnifican todo cuanto hace. En
el caso que nos ocupa, han sido los periodistas quienes
comenzaron su obra en 2002. Sucedió en Glasgow. Cuando
habían transcurridos setenta minutos de juego y Casillas
sustituyó a César, lesionado, en el partido frente al
Bayern Leverkusen. Curioso: se consagra el joven portero
parando dos o tres remates con los pies, debido a que antes
había fallado en sus intervenciones cuando viajaba el balón
por encima de él.
A partir de ese momento, quien mejor podría hablar de los
errores de este portero podría ser Fernando Hierro.
Quien se desgañitaba chillándole durante los partidos a un
guardameta que ya se mostraba indefenso en el área chica. Y
que, además, era incapaz de enviar con los pies el balón al
campo contrario. Exhibía reflejos, intuición y agilidad.
Cualidades lógicas en un deportista joven y perteneciente
desde pequeño a un club tan grande.
Todos sus entrenadores, en el primer equipo, supieron desde
el primer momento que Casillas era una rémora cuando los
balones llegaban por alto. Y, desde luego, comprendían los
motivos por los que los mejores centrales del mundo
naufragaban en el equipo. Ya que a ellos se les achacaban
siempre los fallos en los saques desde la esquina y que
terminaban casi siempre en la red. Un corner contra el
Madrid, desde que juega Casillas, está considerado como
altamente peligroso. Situación de riesgo extremo. A pesar de
ello, nadie se ha atrevido a denunciar tan grande problema.
Por más que entre bastidores sea motivo de comentario
generalizado.
Y ha sido y así, y lo seguirá siendo, porque un mito lo
hacen quienes cuentan con poder, en este caso la prensa, y
dejará de serlo cuando la prensa quiera. Nunca antes. El
mito necesitaba que su entrenador, ahora Mourinho, tuviera
los dídimos suficientes para hacer lo que en su momento
quería hacer Capello y no se atrevió. Como tampoco se
atreve ahora Del Bosque ni Hierro a decir por
qué no le enmendaron la plana a Luis Aragonés, en el
asunto que nos ocupa. El Madrid, con o sin Mourinho,
necesita urgentemente un portero alto que haga uso y abuso
de su estatura en las zonas que le corresponde. Y que juegue
bien con los pies. Y punto.
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