Rosario es una mujer fuerte
y agraciada de algo más de cuarenta años…, cálida, sensual,
emocional, y tan capaz como lista. Posee una nariz aquilina
que le aporta recia personalidad, grandes y vivaces ojos, y
es muy decidida al hablar.
Rosario no se ha casado. Cuando se le inquiere al respecto,
hace una faena de aliño y a fe que sale del envite de manera
más que aseada. Eso sí, si alguien insiste en querer saber
más del asunto, ella tiene oficio para matar con un bajonazo
verbal que deja al entrometido dispuesto para el arrastre.
Me agrada sobremanera charlar con Rosario cuando nos vemos y
las circunstancias nos lo permiten. Ya que ella no es mujer
de dejarse ver en fiestas ni tampoco gusta de participar en
corrillos donde haya que charlar porque sí.
De ahí que nuestros encuentros se produzcan de higos a
brevas y casi siempre pegamos la hebra con gran interés. Y,
sobre todo, tratamos por todos los medios de no darle cabida
a nadie en ese momento en el cual intercambiamos pareceres.
Ayer jueves, se nos presentó la oportunidad.
Lo primero que me dijo es que sabía de buena tinta que cada
vez frecuento menos la calle y que se me nota muchísimo que
intento no relacionarme con los políticos para no caer en la
tentación de tratarlos como no merecen.
Habiéndome puesto el toro en suerte, no tuve más remedio que
preguntarle a Rosario cómo merecen los políticos que se les
trate. Y me respondió en corto y por derecho: “Mal, muy mal…
Y creo que tú deberías contar muchas cosas que sabes y que
te guardas por razones que no vienen al caso orear”.
Estamos en diciembre, Rosario, y es un mes en el que todos
debemos ser buenos por obligación, para no escandalizar a
nadie. Máxime a partir de ahora. Porque, vamos a ver, qué
pinto yo amiga mía, redoblando el tambor en todo cuanto
concierne a los malos hábitos adquiridos por Antonio
García Gaona, debido a que tiene bula por parte de quien
más manda en esta ciudad para hacer lo que le salga de… la
entrepierna.
A cuento de qué voy a seguir insistiendo sobre ese cargo
político que se ha visto recompensado con largueza por parte
de una empresa a la que el cargo político le concedió obras
públicas por la cara. Si me consta que la primera autoridad
está dispuesta a correr un tupido velo acerca de un caso que
debería haberle movido los cimientos de la honradez.
Por qué, Rosario de mi vida, voy yo a airear lo que me ha
dicho Alejandra, esa íntima amiga tuya, días atrás,
en relación con los problemas que han surgido entre nuestro
alcalde y la todopoderosa Yolanda Bel. ¡Qué ganaría
yo apuntando en esa dirección! Si al día siguiente podrían
salir las dos autoridades luciendo alegría, como de novios
en flor.
Tampoco veo motivos, en estos momentos, para zurrarle la
badana a Juan Luis Aróstegui. Y mucho menos por haber
escrito esta semana lo bien que ha hecho el Gobierno en
cargarse el Consejo Económico y Social de Ceuta. A buenas
horas mangas verdes.
En este mes, distinguida Rosario, debo dedicarme a ser
papelón. A fingir afectos. Que es lo que se estila. Y dejar
que los políticos propalen el cuento del alfajor. Fábulas
inverosímiles. Mentiras.
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