Siempre se ha dicho que tiempos
pasados nunca fueron mejores. Uno en su inocencia sigue
creyendo que eso depende, pues tiempos pasados en cuanto a
solidaridad, esa palabra tan de moda, de la que tanto se
habla en los momentos actuales, tiempos pasados siguen
siendo muy superiores.
Donde más se nota la diferencia es en estas fiestas
navideñas, donde la solidaridad brilla por su ausencia, pues
cada uno va a lo suyo sin importarle, ni poco ni mucho, lo
que les pueda pasar a los demás a pesar de que, todo hay que
decirlo, sigan existiendo algunas personas que se muestran
solidarios con el resto. No muchas por cierto.
Antes, en esos tiempos pasados, cuando llegaban estas tan
señaladas fiestas, la solidaridad alcanzaba su punto
culminante, donde el todo para uno y uno para todos quedaba
patente entre la vecindad.
Nadie, ninguno de los vecinos de los barrios, calles o
patios, en estas fiestas navideñas se quedaba sin nada que
llevarse a la boca, porque para ello contaban con sus
vecinos que cada uno de ellos aportaba a los que más
necesitaban, dentro de su pobreza, porque ninguno era
pudiente, cuanto podían de lo poco que tenían. Eso es
solidaridad.
Llegan a mis recuerdos muchas de esas navidades donde
algunos vecinos, los que dentro de su pobreza, más tenían,
criaban un pollo y ese pollo era repartido entre los vecinos
que, al menos podían disfrutar de una sopa caliente y algún
trozo, no mucho del mencionado animal.
Otros vecinos aportaban los celebres borrachuelos, hechos la
noche de navidad en plan artesano, según la receta que se
había ido transmitiendo entre generaciones. Pues hablar de
que esa vecindad pudiese saborear un polvorón, era como
pedirle peras al olmo.
Aquellos dulces y otros que se podían adquirir en las
confiterías o establecimientos de alimentación estaban
reservados para aquellos que disponían del dinero suficiente
para comprarlos. Eran artículos prohibidos para nosotros los
“capitalistas”, a igual que otros manjares, como podía ser
el jamón.
Bueno, hablarle del jamón a nosotros los de los grandes
capitales, era hablarle de algún secreto desconocido para
esta parte de la Humanidad que vivía en la abundancia. Y no
es que no tuviésemos para comprarlo, es que desconocíamos
qué era ese producto. Por ello nos conformábamos con una
buena sopa y si había suerte un trozo de pollo.
La única forma que teníamos los “capitalistas” de probar un
polvorón, era formando un coro de cantantes de villancicos,
y que alguna puerta de algún rico se abriese para poder
cantarles y que nos obsequiasen con uno de aquello dulces.
De todas formas sigo prefiriendo aquella sopa, aquel trozo
de pollo no muy grande pues tenia que haber para todos y
algún que otro borrachuelo porque gracias a ello hoy día,
cuando tanto se habla y se usa la palabra solidaridad, los
“capitalistas” de mí época de chaval, le podemos dar
lecciones, a los actuales de lo que es y significa la
palabra solidaridad. FELICES FIESTAS.
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