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OPINIÓN - LUNES, 17 DE DICIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Diciembre
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Anteayer sábado, como todos los sábados, salvo fuerza mayor que me lo impida, acudí a los lugares habituales y charlé con cuantas personas se encartaron. No pocas me felicitaron por haber cumplido años; prueba evidente de que este periódico se sigue leyendo cada vez más. Ya que fue en este espacio donde me dio por airear que había estado celebrando mis 73 tacos.

En realidad, dije lo de mi aniversario y algo más. Y, claro, la gente quería saber acerca de ese algo más que se me ocurrió contar. Se trataba de un posible delito de cohecho, que ha levantado ampollas en la ciudad y que motivó comentarios variados durante las fiestas que se han venido celebrando en los últimos días y, desde luego, en corrillos y comidas que preceden a la Navidad.

Las comidas navideñas de empresas hicieron posible que el Hotel Tryp estuviera puesto a tente bonete. Como me dice un cordobés, amigo, que comparte aperitivo conmigo en la barra de la cafetería (antes de que se me olvide: lo de tente bonete es que el establecimiento estaba lleno a más no poder).

Un lleno hasta la bandera. Del cual yo me alegré muchísimo. Pues sabida es la mucha ley que yo les tengo a los empleados de un hotel que no merecen estar sometidos a un destino preocupante por culpa de unos políticos que no han sido capaces de cuidar, como deben, ese negocio.

Con mi amigo, hombre de bien y muy amigo de sus amigos, tomo la copa sabatina, mientras que le oigo decir lo mucho que suele achicarse durante el mes de diciembre, a medida que se van aproximando los días señalados. No se corta lo más mínimo en ponerme al tanto de la soledad que le embarga en esta época del año.

Y a mí se me ocurre preguntarle si acaso es porque piensa que todas las personas, menos él, están colmadas de felicidad. Que solamente él, por motivos de desafectos familiares y pérdidas irreparables, es el único que sufre de una soledad que suele acrecentarse en fechas tan señaladas.

Mi amigo titubea. No sabe qué responderme. Y adopta el silencio por respuesta. El que aprovecho yo para contarle algo que me había contado, hace ya bastantes años, en Mérida, un siquiatra y también sicoanalista, mientras nos poníamos hasta la colcha de Vega Sicilia, en el Hotel Emperatriz.

Mira, Manolo, me decía Benito, que así se llamaba el sanador de mentes, en los días que preceden a las fiestas de navidad y de año nuevo, los que están solos aún se sienten más solos, porque no dejan de pensar en los demás colmados por el calor de la familia, rodeados por los seres queridos. Por esta razón, en el período que antecede a las navidades, cualquier consulta de psiquiatría se ve repleta de pacientes por aumento de la depresión y la angustia. La mayoría de esos pacientes, me confesaba Benito, saboreando ese gran vino criado en la provincia de Valladolid, están emotivamente solos (aunque no lo estén físicamente) y, por tanto, aún se sienten más desesperados, con más frío por ‘dentro’. Con menos ganas de vivir por esa orgía de falso calor, de falso amor, que la publicidad de los medios de comunicación nos dispensa para hacernos consumir más, para vender más, durante las fiestas.

Cuando acabé mi relato, mi amigo pareció venirse arriba. Pero yo creo que fue porque, en ese preciso momento, la sala de estar del Tryp estaba ya repleta de mujeres luciendo mucho garabato.
 

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