Pedro Gordillo habla desde la amargura sin dar nombre. Para
su fuero interno quedan, precisamente, los nombres y
apellidos de aquéllos que le fallaron en un momento clave de
su devenir político. Gentes en las que confió sin merecerlo,
personas que creía amigas y no lo eran, personajes de la
vida pública que le dieron la espalda y le hicieron ver que
la realidad, vista desde el prisma de la política, es bien
distinta a la de la vida corriente.
Las “puñaladas traperas” en el ámbito político, el cainismo
de los propios partidos, el juego sucio, están a la orden
del día. Las ansias de poder, llegan a ser, en ocasiones,
tan descomunalmente voraces que fagocitan a quienes no saben
o no pueden salirse de la vorágine de un tumultuoso
escenario, donde la supervivencia se alcanza como los
depravadores en la selva: exterminando al enemigo político.
Ha tardado en darse cuenta Pedro Godillo de cuál es la “ley
de la política”, tan semejante a la otra ley “la de la
selva”, donde el ejercicio de subsistencia y pervivencia
junto a los oropeles del poder, llegan a límites
insospechados con su devastadora inercia, devorando a
diestro y siniestro.
Si la política hace extraños compañeros de cama, igualmente
hace no menos inverosímiles estrategias para despejar el
camino de posibles enemigos. En ocasiones, como el caso que
nos ocupa, incluso con tramas perversas en las que vale
todo: sexo y política convenientemente aderezado con las
dosis necesaria de morbo y la difusión mediática que haga
creíble el escándalo de grandes proporciones que habrá de
fulminar al personaje.
En esta trama de culpables Pedro Gordillo no ha querido dar
nombres pero todos se imaginan a los que estaban más
próximos a él empezando por la cúpula. Echen cuentas y
llegaran a las identidades. Esos son los que según Gordillo
“me presionaron” con la amenaza de que podría tener cárcel,
algo que le aterraba y le aterra aún hoy, con sólo mencionar
ese término.
Hoy, políticamente hablando, Pedro Gordillo es el “juguete
roto” al que han aniquilado sus más cercanos, aquéllos a los
que creía sus amigos. Los mismos que le hicieron vivir unas
horas muy amargas en las que no escucharon sus alternativas
para salvar la solución y sólo pidieron su cabeza.
Las reflexiones y las palabras de Pedro Gordillo en la
entrevista dejen entrever sus decepciones, sus desengaños,
su amargura, su vacío por la pérdida de unos valores que él
creía, en su inocente concepción de la política, que en este
ámbito perviven por encima de ambiciones.
A Pedro Gordillo que tantas veces se dejó llevar por el
corazón, igualmente le ha perdido el corazón a la hora de
confiar en las personas equivocadas. Y en su error ha
sufrido el descalabro de unas pérdidas cuantiosas: Quisieron
minar su credibilidad, su honor, su dignidad, los mismos que
parecen impolutos, puros y castos, dotados con el sexo de
los ángeles ( o sea, ninguno) y que se erigen en quiénes son
los buenos y quienes los malos en este pueblo nuestro.
Personajes que parecen sacados de la Santa Inquisición,
depositarios de la virtud, el orden y la sabiduría excelsa,
como si estuvieran por encima del bien y del mal. Este
conjunto de dechados de virtudes son los mismos que pusieron
fecha de caducidad a la carrera política de Pedro Gordillo y
que, de vez en cuando, también tratan de condicionar el
futuro (personal y económico) de otra gente. Ojo con ellos,
que son peligrosos y los tenemos muy cerca.
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