Si atendemos a la definición de progreso, en términos
actuales, vendría a ser la superación constante del ser
humano y el acercamiento a formas de vida social cada vez
más plenas. Progresismo y progresista son términos
ideológicos de aplicación genérica, que agrupan doctrinas
filosóficas, éticas y políticas identificables de un modo
amplio con la Revolución Francesa de 1789 y los movimientos
sociales de principios del XIX.
En términos sociales, el progresismo tiende a ser
identificado con la lucha por las libertades individuales y
homologado al concepto liberal.Si nos centramos en Europa
representa un sinónimo de la nueva izquierda de carácter
democrático y desvinculada del marxismo, que se centra en
defender ciertas posturas como el aborto, la libertad
sexual, la eutanasia, el ecologismo, etc.
Por el contrario en el polo opuesto estaría el
conservadurismo, cuya idea principal es el mantenimiento de
la situación heredada, favoreciendo la tradición, siendo
adversos a los cambios políticos, sociales o económicos.
Hasta aquí las definiciones, la duda se centra ahora en
identificar quien es quien, si tradicionalmente la derecha
asume el papel de conservadora y la izquierda, o nueva
izquierda el de progresista, ¿qué está pasando?
Me refiero al hecho de que el mantenimiento del status quo,
la negación a los avances (entendidos como retrocesos), el
cambio de rumbo, ¿no lo está representando la izquierda en
estos momentos?
En contraposición, es la derecha la que está ejerciendo como
impulsora de cambios drásticos en la forma de enfrentarnos a
los viejos problemas. Por poner un ejemplo, en la Rusia
actual, ¿quién sería el progresista y quien el conservador,
los comunistas o la derecha democrática? Los que desean
mantenerse o volver atrás son los comunistas.
Luego existe una confusión general por la que asumimos roles
equivocados admitiendo, de forma automática, que la derecha
es conservadora y la izquierda progresista, en unos tiempos
en los que incluso el concepto mismo de izquierda y derecha
queda fuertemente diluido. La cuestión que se plantea cada
vez con mas fuerza, es la de la superación de determinadas
etiquetas asociadas a grupos o personas que ya nada tienen
que ver con la realidad.
Los partidos de izquierda venden sociedades públicas
restándole poder al Estado, los partidos de derecha se
desvinculan del capitalismo salvaje y apoyan a sociedades
privadas desde el Estado para evitar que caigan.
Los ejemplos se multiplican, las políticas se mezclan,
creando confusión en los ciudadanos que siguen entendiendo
de ideas sencillas y básicas y los partidos, a los que el
juego les interesa, se empeñan en mantener sus etiquetas.
Otro tanto cabe decir del sindicalismo, cada vez más anclado
en ideas caducas y faltas de ritmo, del ritmo que marcan los
tiempos.
Debemos aprender de nuevo conceptos tan básicos como estos
para enfrentarnos a la decisión de quien debe regir nuestros
destinos, sin dejarnos llevar por la confrontación, dejando
que cada uno explique sus ideas, despojándonos de prejuicios
que de nada nos sirven.
Y también debemos hacer entender a los voceros de las
tendencias más pesimistas y catastrofistas, que no se trata
de alarmar, se trata de construir día a día un futuro mejor,
basado en las expectativas reales de la sociedad en la que
viven, en la que vivimos todos.
La solución a nuestros problemas no pasa necesariamente por
la polarización de las ideas, sino que por el contrario pasa
por la creación de corrientes de opinión basadas en valores
tangibles, en el trabajo diario, en el esfuerzo colectivo,
dirigido por personas que crean en lo que hacen, que
reporten beneficios sociales y creen las bases de un
desarrollo sostenible, con un reparto equitativo, que no
igualitario, de la riqueza.
Suena un poco a ciencia ficción, lo se, si observamos el
comportamiento de nuestros vecinos, vemos el egoísmo como el
valor más extendido, la cerrazón de ideas como el concepto
más valorado, mal entendido como lealtad, y en fin el
terrible sálvese quien pueda, que nos arrastra sin remisión.
Frente a esto solo es posible mantenerse firme, escuchar a
todo el mundo y comprender que no siempre tenemos razón, que
hay otras formas de ver y entender la realidad que nos
rodea, que siempre hay alguien que sabe más que nosotros y
que no podemos estar ciegos, atados a una cuerda y guiados
por un líder que no siempre nos lleva por el camino recto.
Para ello hay que insistir una y otra vez que es necesaria
una nueva lectura de los viejos conceptos, de manera que
podamos introducir las variantes necesarias a la luz de los
acontecimientos que cada día se suceden y valorar más a las
personas de acuerdo con sus acciones y no con sus
intenciones.
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