Aunque quisiera no podría apartar
de mí la inquina que me producen aquellos renegados de su
país que quieren resquebrajarlo, sea por donde sea.
Y entre estos independentistas hay que colocar a Cubillo,
personaje que por los años 90, especialmente, dio “mucha
lata” con la independencia del archipiélago canario y para
más INRI sin que nadie le llamara, también, se hizo amigo de
quienes reivindicaban Ceuta y Melilla.
Desde hacía diez años, el tal Cubillo había dejado de sonar,
ya no me acordaba de él, por lo que sale hoy a escena en
esta columna al haber visto la grata noticia que acabo de
leer en la prensa, donde se dice que:”Cubillo ha muerto”.
¡¡Qué Dios lo tenga en su Gloria!! Que diría la tía
Prudencia de mi pueblo, pero que lo tenga en una zona en la
que no se trate nada de política, no vaya a ser que, desde
el más allá, nos cree algún problema más, de los que no nos
hacen falta.
Si es cierto que en democracia tiene que haber libertad de
expresión y él la tuvo para reivindicar Ceuta y Melilla como
marroquíes, nosotros, también, debemos tener la libertad
para decir que personas de ese pelaje lo mejor hubiera sido
que no hubieran nacido. Y lo digo de verdad.
A los 82 años ya ha dicho adiós a todo lo que propugnó, como
líder del MPAIAC, un histórico dirigente independentista
que, estoy convencido, no le habría hecho ascos a las
recientes proclamas del famoso Arturo, desde Cataluña.
He hablado de libertad para mostrar sus propias ideas, por
borrascosas que fueran, pero lo que no tenía él, ni hasta
ahora nadie, es la legitimidad que se arrogó en muchas
ocasiones para incitar a la salida de Ceuta y Melilla, a sus
ciudadanos, legal y legítimamente asentados aquí.
Hubo manifestaciones de Cubillo que no cabían en ninguno de
los mapas que se han elaborado o se han podido elaborar de
España y sus alrededores. En su día se hicieron famosas
aquellas palabras de:”entre nosotros, africanos, se
encontrará siempre una solución, sin la intervención de
terceros y debemos considerar que la contradicción principal
que tenemos, ante nosotros, es el colonialismo español”. Con
estas palabras, que cabrían lo mismo, en un bocadillo de
escabeche o en un cocido madrileño, Cubillo lo único que
aportaba era el malestar por el malestar, sin una base
sólida del pasado y sin una perspectiva de futuro.
El MPAIAC comenzó sus reivindicaciones, a escondidas, no
podía elegir otro camino, desde el año 1964 y con esas
reivindicaciones lo que “pretendía” era la independencia de
Canarias, así como que los españoles salieran de Ceuta y
Melilla, a los que el independentista Cubillo consideraba
marroquíes.
No era, entonces, el mejor momento para que los
independentistas trataran de hacer juegos malabares y bien
escondido debió estar, por aquellos años, cuando sus
manifestaciones no fueron acalladas como merecían, entonces,
y hubieran merecido hoy.
Ahora ya, con los independentistas de ahí arriba callados,
con Arturo en la cuerda floja y con Cubillo desaparecido,
parece que ese movimiento de moda en los últimos 20 años ha
quedado sosegado y se piensa en otras cosas más cercanas y
de más interés para el día a día. Con la muerte de Cubillo
la sensatez ha logrado un paso más hacia delante.
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