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OPINIÓN - MARTES, 11 DE DICIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Delegados del Gobierno de Ceuta
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Lo primero que hace un delegado del Gobierno es buscarse su rincón de seguridad. Cuando yo llegué a Ceuta había un subdelegado en la plaza de los Reyes: Fernando Marín López. El rincón de seguridad de éste era Margarita Souvirón: secretaria general que estaba buena de la muerte y a la que le dio por frecuentar una tertulia donde a su jefe solían despellejarlo bajo la complacencia de ella. Así que el subdelegado se quedó sin sitio al cual asirse.

Manolo Peláez fue el primer delegado del Gobierno de la democracia. De la seguridad del asturiano se encargaban cuatro barbudos, elegidos por los socialistas locales, que le acompañaban desde el amanecer hasta el anochecer. En cuanto Peláez despidió a sus pretorianos y buscó refugio en Francisco Fraiz, no dio pie con bola en su cometido.

Pedro González Márquez. Era cortito de mollera y además desconocía los entresijos de la Administración General como de la Local, a pesar de lo que él dijera, pero acertó haciéndose con los servicios de personas que supieron darle eficacia y cercanía ciudadana al Gabinete Técnico. Sin esas personas, no me cabe la menor duda de que hubiera errado mucho más de lo que erró.

María del Carmen Cerdeira. Sonrisa eterna de una mujer con gran personalidad y muy preparada para el cargo. Le tocó lidiar la rebelión de unos inmigrantes cuando en España se desconocía cómo atajar un problema de tamaña magnitud y sin apenas medios. Su rincón de seguridad radicaba en su voluntad de servicio.

Ramón Berra era un intelectual acostumbrado a practicar el razonamiento. Lo cual no se ejercita en soledad, sino que hay que salir a la calle y confrontarse con los demás. Prefirió quedarse aislado en su residencia oficial, recibiendo asesoramientos de personas tan egoístas cual equivocadas. Se fue poniendo mustio y la tristeza enfermiza se presentó galopante. Decían de él que era buen escritor. Ni siquiera le dio tiempo a encontrar un rincón donde protegerse.

Javier Cosío venía revestido de languidez canaria. Y cantaba folía con el mejor güisqui por delante. Pronto descubrió que su rincón de seguridad estaba en su amistad con Pepe Torrado.

Luis Vicente Moro. Su rincón de seguridad era su enorme ego. Personaje merecedor de que se haga un tratado de su paso por Ceuta. Algún día creo que se me presentará la ocasión de preguntarle que le aportó su protección a Juan Vivas.

Jerónimo Nieto llegó aquí porque su partido le debía una. Llegó con cara de asco y se fue teniendo como bagaje haber comido varias veces con paisanos suyos. Era frío como un témpano y despreciaba hacer vida social en esta ciudad. No se fiaba de los colaboradores.

José Jenaro García-Arreciado era un trueno. Su rincón de seguridad estaba en su fuerte carácter. En cuanto pudo salió corriendo sin siquiera mirar hacia atrás.

José Fernández Chacón. Encontró junto a Vivas la confianza, el buen entendimiento y su momento de esplendor. Así que hubo una magnífica cohabitación. Ambos se beneficiaron de ella.

Francisco Antonio González. Sus diecisiete años en el Congreso y sus conocimientos de ambas administraciones y de todos los cargos de su partido le han hecho tener tablas y sentirse seguro. Los favores que le deba a Vivas ni los sé ni me importan. Francisco Verdú ha sido una magnífica elección como Jefe de Gabinete.
 

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