Los grandes porteros se distinguen
siempre por ser poderosos en el juego por alto. Lo que unido
al buen manejo del balón con los pies, desde hace la tira de
tiempo, les permite que sus compañeros tengan confianza
absoluta en sus acciones.
Los porteros dominadores del área pequeña nunca se han
cortado lo más mínimo en cundir el mensaje siguiente entre
los suyos: “Ante cualquier duda enviad el balón por la línea
de fondo. Porque yo me encargo de los saques desde la
esquina que vengan a mi zona”.
A cualquier guardameta que hable así y cumpla luego con su
deber, sus compañeros le profesan admiración y respeto. Ya
que les hace sentirse seguros porque en ese cometido, salvo
pifia de higos a brevas, el tipo será inexpugnable. Y qué
decir si encima se atreve, cuando los espacios se lo
permiten, a ir más allá de sus dominios para abortar los
centros enviados desde los costados o los balones que llegan
perpendiculares
Los grandes porteros tienen que manejar el partido cuando
les toca jugar con los pies. Sus saques de puerta han de
estar acordes con el momento por el cual pasa su equipo.
Pues no es lo mismo estar dominado que ser dominador, jugar
con diez jugadores contra once o viceversa, y, desde luego,
saber orientar los saques al punto más débil del adversario.
También sacar bien con las manos es técnica indispensable en
los cancerberos.
Desde hace muchas temporadas, como madridista fetén que soy,
estoy sufriendo lo indecible viendo jugar en el Madrid a un
portero carente de todo lo reseñado. Y, sobre todo, a un
auténtico desastre en los balones por alto: ya les lleguen
desde los lados, ya sean frontales, ya procedan del cielo.
Un desastre que ha ido a más y que en Valladolid ha sido la
gota que ha colmado el vaso de los despropósitos.
Casillas ha vuelto a hacer bueno aquello que se decía,
en los tiempos de Maricastaña -a mí Sabino que los
arrollo-, que un córner es medio gol. Los dos marcados por
Manucho dan fe de ello.
Lo sucedido en el José Zorrilla (o sea, ver cómo las cámaras
enfocaban a un portero, curtido en mil batallas,
amedrentado, pálido -la palidez cobarde-, petrificado al
borde de la raya de gol de la portería, dejándolo todo al
azar, sin intervenir en las jugadas como le correspondía),
fue para mí prueba fehaciente de que los grandes equipos
europeos estarán rezando para que les toque el Madrid en el
próximo sorteo de la Champions League. Sobre todo el Bayern
Munich. Porque a ver qué entrenador no se sabe ya de memoria
que en los balones por alto el muchacho nacido en Móstoles
hace el don Tancredo. Mientras sus compañeros se echan a
temblar. Ya que en el área pequeña los cabeceadores
atacantes cuentan con más posibilidades de talonar la
carrera que los defensores.
Lo ocurrido el sábado en Valladolid, viene sucediendo desde
hace ya muchas temporadas; pero ahora ya no cuela la mentira
de que el mejor portero del mundo (?) también es humano y
por tanto sus fallos han de aceptarse. El mejor portero del
mundo es un porterito con reflejos, facilidad de movimientos
y un don especial para conquistar a los periodistas. A los
que no saben ni papa de fútbol y también a los que son
cortitos de valor para denunciar la mentira que se ha
forjado alrededor de una leyenda de pacotilla.
Una leyenda que se ha convertido en el mayor quebradero de
cabeza para Florentino Pérez y para José Mourinho.
Que Dios nos coja confesados a los madridistas.
|