Ha sido sin duda el hombre de moda
en Marruecos y, después del joven soberano Mohamed VI, lo
sigue siendo. Escribo del Jefe de Gobierno del vecino país,
mi estimado amigo el islamista parlamentario Abdelilha
Benkirán. Algunos dirán que ya ando adjetivando con eso de
“parlamentario” y así es, porque si en boca del ministro de
Justicia, Mustafa Ramid, hay “salafistas y salafistas, en el
campo islamista es justo y necesario matizar poniendo a cada
uno en su sitio. Si para ese excelente periodista que es
Ferrán Sales habría islamistas yihadistas (terroristas),
políticos y religiosos como indica en su libro ‘Mohamed VI.
El príncipe que no quería ser rey’, para prestigiosos
sociólogos como Mohamed Darif, en recientes declaraciones al
nuevo director del semanario digital Correo Diplomático, mi
amigo Paco Soto, “el islamismo es un movimiento político y
no religioso. El que no entienda esta premisa está condenado
a equivocarse en el análisis”. Ha llovido ya, pero en julio
de 2005 y degustando el sabroso pescado del Cantábrico en
‘Casa Fernando’, castiza sidrería sita en el istmo que une
la playa de San Lorenzo con el puerto de Gijón, el entonces
embajador de Argelia en España, Abdelaziz Rahabi, nos
definía (testigos fueron el decano de la Facultad de
Historia de la Universidad de Oviedo, mi querido Pepe Girón
y el profesor Slobodan Pajovic, del Instituto de Política y
Economía Internacional de Belgrado) al islamista moderado
como “aquél islamista que todavía no se había echado al
monte”. Llovió ya, digo, por lo que también parece lícito al
día de hoy definir al islamista moderado como aquél
extremista “que había bajado del monte”. Y lo digo porque la
meritoria labor de Benkirán y un buen puñado de los suyos,
es haber abandonado a tiempo los postulados radicales de la
“Chabiba Islamiya” (Juventud Islámica) del terrorista Moti,
integrándose en el juego político bajo el oportuno paraguas
del generoso doctor Al Jatib y su Movimiento Popular
Constitucional Democrático (MPCD), alumbrando en 1996 al
Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) tras fagocitar
en el congreso extraordinario de junio de 1996 a la pequeña
formación berberista.
Y el PJD, en tanto que formación islamista, ¿es moderado?.
Vamos indo con ello. A priori, el islamismo en sí nunca es
moderado en sus fines pues su último objetivo, la
islamización de la sociedad, no es precisamente un proyecto
democrático de convivencia. Ahora bien, el PJD es un partido
islamista un tanto peculiar: en primer lugar ha aceptado las
reglas del juego político en Marruecos y la Constitución del
país, lo que le impide legalmente llevar adelante un
programa absoluto de islamización del mismo. En segundo
lugar y si bien hay serios debates internos al respecto,
como en todo partido hay un ala radical (Ramid por ejemplo),
otra de centro (Benkirán por imperativo categórico) y otra
moderada (El Othmani sin duda), algunos de sus dirigentes se
han descolgado de uno de los dogmáticos principios del
islamismo, la sharia o ley islámica, asegurando que no es la
única fuente de jurisprudencia. Y ese es un paso muy
importante en la correcta dirección. El paso siguiente sería
el reconocimiento de la libertad de conciencia, pues solo la
tajante negativa de Benkirán (no sé a qué le tienen miedo
los islamistas) impidió que ésta fuera reconocida en la
nueva Constitución marroquí plebiscitada el 1 de julio de
2011.
Volviendo al amigo Benkirán, pláceme en estas líneas romper
alguna lanza (no todas) en su favor, si bien y como él
mismamente sabe de poder votar en Marruecos yo no lo haría
al PJD (pese a los estrechos y afectuosos vínculos que desde
2005 mantengo con el mismo), sino al Partido Socialista
Unificado (PSU) de Nabila Mounib, mientras que en España y
manteniendo mi independencia (lo escribo en respuesta a
ciertos correos recibidos) voto a la UPyD de Rosa Díez. De
frente y por derecho. A Benkirán le debemos de entrada
muchas cosas: para empezar sus frescas declaraciones y
comentarios sobre sus encuentros con el Rey, además de
nuestro enriquecimiento sobre la fauna de Marruecos (¿sabían
que había cocodrilos en el país?) o la existencia misma (el
Vaticano estará encantado) del demonio. También su coraje
político al subir el precio del combustible (gasolina y
diesel), ¡había que cuadrar las cuentas en la Caja de
Compensación! y estudiar actualmente el de las tarifas
eléctricas, además de cómo no el listado público de las
concesiones de explotación de los bienes del Estado a los
listillos del “Majzén encubierto” (uno de ellos otro viejo
conocido, el senador Yahya Yahya y su cantera). Por no
hablar de su proverbial honradez, pues salvo alguna oveja
negra los políticos del PJD están muy por encima en cuanto a
meter mano en la caja que el resto de profesionales del arco
político. Salvo el fracaso de la inoperante ministra de
Familia, Solidaridad y Desarrollo Social, Bassima Hakkaoui
(un error Benki), el resto se están batiendo bien: el
primero mi querido Saâdeddine El Othmani, ministro de
Asuntos Exteriores y Cooperación que ya les ha enseñado
amablemente los dientes a las “carabinas” del inefable Fassi
Fihri o el inquieto Yusef Amrani, afirmando que él solo
rinde cuentas al Rey y al Gobierno, bien dicho. Y a nivel
interno la visión política de Lahcen Daoudi , ministro de
Enseñanza Superior, que ha desestimado (¡eso es predicar con
el ejemplo!) una plaza en la residencia universitaria de
Rabat-Agdal para la hija de su compañero de gabinete Aziz
Rabbah, ministro de Equipamiento y Transportes, estimando
con toda lógica y coherencia que esas plazas están
destinadas a los estudiantes menos favorecidos y no a la
hija de un ministro. Para mí y en la columna del “Debe”, lo
más curioso de Benkirán han sido sus pintorescas
declaraciones del 30 de noviembre en el Parlamento,
explicando que “si las fuerzas del orden machacan a los
manifestantes en la calle es para evitar detenerles”. Quizás
es que tal y como apunta Nabila Mounib, “El gobierno adopta
un discurso populista pero sus decisiones son impopulares”.
A favor del Jefe de Gobierno, decirles finalmente que
también sé de primera mano que Abdelilah Benkirán reconoce
cariacontecido entre los más íntimos (su fiel escudero Baha
uno de ellos) que “no puedo hacer más, tengo las manos
atadas”. ¡Suerte y coraje, Benki! Visto.
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