Cuando te has pasado la mitad de
tu vida política trabajando con temas aburridos como la
ecología… es excitante tener una crisis real entre manos.
Las palabras de Margaret Thatcher confirmaban lo
mucho que le divertía ver a la clase trabajadora lampando
por vivir decentemente.
A ella, la que se ganó a pulso el sobrenombre de Dama de
Hierro, lo que la ponía era ver cómo el desempleo masivo se
hacía realidad; se sentía feliz con los recortes salariales
y las privatizaciones de empresas públicas; es decir,
aliándose con el capital y atentando contra los más
necesitados.
La Dama de Hierro se pasó el Estado del Bienestar por donde
bien le cupo. Pues ella lo único que quería es que los ricos
fueran cada vez más ricos y que los pobres fueran tantos
como para que las empresas tuvieran mano de obra barata
donde elegir a discreción.
Me decía un inglés, con su perfecto español, que la primera
ministra nunca dejó de ser la virilidad personificada en
todo cuanto hacía y deshacía. Pues estaba obsesionada en
demostrar que los tenía mejor puestos que todos los hombres
importantes del Universo.
La Thatcher quiso mandar más como hombre que como mujer; así
que les hizo un flaco favor a las mujeres. La Thatcher hizo
escuela. De no haber sido así, ahora no estaríamos viviendo
la tiranía de otra mujer que, cambiando lo que haya que
cambiar, es calcada a la señora inglesa: no hay duda de que
voy a mencionar el nombre que todos ustedes están esperando:
Ángela Merkel.
Ángela Merkel no ha se ha atrevido a propalar todavía que
vive en permanente estado de excitación manejando la crisis
económica que los alemanes fraguaron en su momento. Pero se
lo nota cada vez más cómo se pavonea por Europa y por el
mundo mundial llevando detrás, cual auténticos pedigüeños, a
cargos como Mariano Rajoy.
Se percibe a la legua el deleite que le causa a la señora
Merkel apercibirlos de males mayores si no se aplican al
cuento impuesto por ella. Los tiene acollonados. Los cargos
europeos no saben por dónde meterle mano a una mujer que
parece dispuesta a superar en todo a la Dama de Hierro.
Sobre todo en cuanto a dejar a las clases medias destrozadas
en todos los sentidos.
Las clases medias españolas están soportando una crisis tan
severa como injusta. Haciendo posible que las desigualdades
y los privilegios vayan aflorando sin cesar ante la mirada
atónita e iracunda de los ciudadanos. Mientras los
políticos, en vez de dar ejemplos evidentes de compartir
semejante mal trance, siguen ganando una pasta gansa y no se
privan de nada. Ni siquiera de quitarse de en medio cuando
sobre ellos cae la sospecha de la corrupción. La cual está
extendida por todas partes.
No obstante, a nuestro alcalde, fechas atrás, se le ocurrió
decirnos que la mayoría de los políticos son honrados. Menos
mal que ya ha aprendido a distinguir entre honestidad y
honradez. Y, claro está, la gente, mucha gente, mayoría de
gente, ha respondido con el tururú correspondiente a una
afirmación que lleva tiempo sin mantenerse en pie y, mucho
menos, ahora.
Ahora lo que prima es dejar de ser oveja y oponerse a la
sugestión de cualquier político. Por mucho que éste vaya por
la vida contándonos el cuento del alfajor. Con modales de
sacristía. Sí, con modales de sepulcro blanqueado. Y, desde
luego, se impone el hacer novenas a fin de que cuanto antes
desaparezca del mapa político europeo la señora Merkel. Otra
dama de hierro.
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