Hoy celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de
María pero, también hoy, se cumplen 158 años desde que un 8
de Diciembre de 1854, Su Santidad el Papa Pío IX proclamara
como Dogma de Fe que la Virgen María fue preservada inmune
de la mancha del pecado original, desde el primer instante
de su Concepción. Dicho reconocimiento quedó recogido en la
Bula Ineffabilis Deus y dice así:
“ Para honra de la Santísima Trinidad, para alegría de la
Iglesia católica, con la autoridad de Nuestro Señor
Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y
con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la
doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue
preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el
primer instante de su concepción, por singular privilegio y
gracia de Dios Omnipotente, ha sido revelada por Dios y ,
por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos
los fieles”.
De los cuatro dogmas que son atribuibles a la Virgen María,
éste es el tercero, cronológicamente hablando. Hay dos
anteriores: el primero, referido a la Maternidad Divina, es
decir, la Virgen como Madre de Dios (Concilio de Éfeso,
431); el segundo consagra la Virginidad perpetua de María,
antes del parto, en el parto y después del parto (Concilio
de Letrán 649) y uno posterior, el cuarto, que afirma que la
Virgen fue asunta al Cielo en cuerpo y alma (1950).
La Inmaculada constituye para todos los cristianos, un
fuerte apoyo en la lucha contra el pecado y un impulso
perenne a vivir como redimidos por Jesucristo y santificados
por el Espíritu Santo.
En orden a su misión, María fue preservada del pecado
original, siendo ella “Toda Santa” como tempranamente le
llamó la Iglesia.
El historiador francés Louis Baunard escribió que “Pío IX,
contemplando el mar agitado en la ciudad italiana de Gaeta,
escuchó y meditó las palabras del Cardenal Lambruschini : “
Beato Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la
proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo
esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de
las verdades cristianas y apartar la inteligencia humana de
la senda del naturalismo que desprecia toda verdad
sobrenatural”.
Ese desprecio a lo sobrenatural fue lo que impulsó al Papa a
la proclamación del dogma. De todos modos Pío IX, pese a su
entusiasmo, acogió la idea de realizar una consulta con el
episcopado mundial que, naturalmente, expresó su parecer
positivo al respecto.
La doctrina de la Inmaculada Concepción de María no es
aceptada por la Iglesia protestante. Ésta argumenta que si
Jesús necesitó de un vientre sin pecado para nacer sin
pecado, también Dios tuvo que haber intervenido en la
concepción de Santa Ana, la madre de María, en su abuela y
así sucesivamente a lo largo del tiempo. La respuesta del
catolicismo es que sólo María tenía que mantenerse libre de
pecado, pues ella iba a concebir directamente a Cristo,
mientras que sus antepasados no. Es decir, que Cristo sí
necesitó de un vientre sin pecado pero María no.
Aunque España celebra a la Inmaculada como patrona y
protectora desde 1644, siendo la fecha del 8 de Diciembre
fiesta de carácter nacional, ya desde el siglo VI, el rey
visigodo Wamba era titulado “defensor de la Purísima
Concepción de María”.
Monarcas como Fernando III el Santo, Jaime I, el emperador
Carlos V o su hijo Felipe II, fueron fieles devotos de la
Inmaculada y portaron su estandarte en sus campañas
militares.
En el siglo XVII, durante el período artístico del Barroco y
como respuesta a la reforma protestante, los pintores de la
época como Zurbarán, Velázquez, Ribera, Murillo, Valdés
Leal, o escultores de la talla de Martínez Montañés o Alonso
Cano, plasmarán en sus lienzos y estatuas la figura de la
Inmaculada Concepción con túnica blanca y manto azul en la
mayoría de los casos.
La ciudad de La Línea lleva el nombre de Concepción en honor
de la Virgen. Así consta en la primera Acta del Ayuntamiento
constituido en 1870.
La Inmaculada es asimismo, Patrona de infinidad de
municipios españoles y de Sudamérica. Y Patrona también, de
los Tercios españoles del S. XVI. Según cuenta la tradición,
el día 7 de Diciembre de 1585 el Tercio de Flandes al mando
del Maestre de Campo don Francisco de Bobadilla, combatía en
la llamada Guerra de los ochenta años. Las tropas españolas
estaban acampadas en un pequeño islote en una zona situada a
orillas del rio Mosa. El almirante holandés Holak, rodeó con
una escuadra a los cinco mil hombres que a duras penas
defendían la posición. Tras rechazar Bobadilla una rendición
honrosa que le proponía el enemigo, se aprestó a una lucha
sin cuartel, refugiándose en lo más alto del islote, un
montecillo llamado Empel. Holak abrió los diques del río
Mosa para inundar la isla, forzando así la rendición
hispana. En ese crítico momento un soldado del tercio,
cavando una fosa a modo de trinchera tropezó con un objeto
de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la
imagen de la Virgen. Anunciado el hallazgo y, considerando
el Maestre el hecho como señal de protección divina, instó a
sus soldados a encomendarse a la Virgen Inmaculada. Al día
siguiente, 8 de Diciembre, un viento frío heló las aguas del
río. Caminado sobre el hielo las tropas españolas cayeron
por sorpresa sobre los holandeses, infligiéndoles una gran
derrota. El mismo Holak llegó a decir que “Tal parece que
Dios es español al obrar, para mi, tan grande milagro”.
Finalmente, La Inmaculada es también la patrona de la
Infantería española desde 1892, durante la etapa de regencia
de la reina María Cristina, la segunda esposa del rey
Alfonso XII.
Quisiera finalizar este humilde homenaje a la Inmaculada,
recordando una cita de la Madre Teresa de Calcuta que ,
refiriéndose a la Virgen decía:
“Ámala hasta que te duela. Si te duele, es buena señal”
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