| Cada vez son más los que claman 
					contra los políticos. A los que cubren de oprobios y 
					denuestos. Acusándolos de que España sigue desangrándose 
					debido a la austeridad que viene imponiendo un Gobierno 
					donde el ministro José Ignacio Wert, en vista de la 
					matraca que le vienen dando en Cataluña, responde con un 
					símil taurino: “Soy como un toro bravo, me crezco con el 
					castigo”.
 La comparación hecha por el ministro de Educación, cuando 
					los políticos se sienten perseguidos con saña, habrá sido 
					bien recibida por parte de sus compañeros; pues no deja de 
					ser una demostración de casta con el fin de hacerles ver que 
					meterse en el burladero de la… comodidad es lo menos 
					indicado.
 
 El ministro de Educación, según sus palabras, está dispuesto 
					a emplazarse en el centro del ruedo de la enseñanza catalana 
					y esperar allí a todos los políticos independentistas que 
					saben muy bien que la manera de combatir al ministro es 
					propalando que éste trata de convertir la lengua catalana en 
					nada y menos.
 
 Los nacionalistas catalanes llamarán a la rebelión ciudadana 
					en defensa de una lengua en peligro de desaparición con 
					tanta convicción como para impedir la extinción del panda o 
					del lince ibérico. Aun sabiendo que es mentira lo que 
					proclaman a voz en grito. Lo cual no significa que la lengua 
					catalana, recoleta y menestral, también poética, y sin pizca 
					de arrogancia, como siempre ha dicho Salvador Pániker, 
					no deba estudiarse en las escuelas y prevalecer tras el 
					castellano. Y, detrás de ambas, bien deberían los alumnos 
					aprender inglés, francés o alemán, que tampoco son moco de 
					pavo.
 
 Ahora bien, por mucha casta que tenga el ministro Wert, por 
					más que esté dispuesto a soportar lo que se le viene encima 
					desde Cataluña, mucho me temo que Mariano Rajoy, en 
					cuanto las cosas se pongan tremendistas, terminará por 
					decirle a su ministro que ceda en su proyecto o que vaya 
					pensando en darse el piro, sin hacer mucho ruido.
 
 Pues Arturo Mas (aunque haya salido escaldado de las 
					elecciones, por querer usurparles el espacio a los 
					verdaderos independentistas de Esquerra Republicana, amén de 
					que no deja de ser persona inteligente) está convencido de 
					que la lengua es un arma determinante para poner en pie de 
					guerra a los ciudadanos. Y mucho más si nos atenemos al 
					clima moral que reina actualmente en Cataluña. Como en toda 
					España. No olvidemos que el catalán es economicista; el 
					clima es bueno cuando la economía es buena, malo cuando la 
					economía es mala. Cataluña es un país materialista. Por 
					supuesto. Barcelona es bona si… Y los catalanes son 
					aburridos y aburren. Y hasta dicen que sólo son interesantes 
					y universales cuando están tocados por la tramontana. Y es 
					que los vientos provocan disfunciones en algunos y en otros 
					avivan la imaginación.
 
 Cataluña es un país de híbridos y mestizos, muy europeo, 
					pero que, con la crisis, está dando pruebas evidentes de 
					egoísmo y de falta de sentido común. A los catalanes no les 
					ha gustado nunca ni el Estado, ni pagar impuestos, ni 
					tampoco la milicia. Ahora, como cuando perdimos Cuba, se 
					sienten expoliados. Y predispuestos a la bronca por sistema. 
					Menos mal que tienen a Messi cual general de un 
					ejército perteneciente a una nación sin Estado. No quiero 
					pensar si el argentino -Dios no lo quiera- se lesionara de 
					verdad. Serían insoportables a tiempo completo. Y nos 
					veríamos obligados a mandarlos lejos, muy lejos; allá donde 
					el viento da la vuelta.
 
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