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OPINIÓN - VIERNES, 7 DE DICIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Los políticos; un grave problema

Por Miguel Cámara


Se dice que los políticos son el tercer problema de España. Es incorrecto. Eso sería así si los dos primeros problemas (el paro y la crisis económica) y los que siguen (la inseguridad ciudadana, la sanidad, la corrupción, el fraude, la educación, la vivienda, etc.) no guardaran relación alguna con los políticos, es decir, no existiera una relación causa-efecto.

Pero ¿Quienes son los responsables de esos problemas? No son otros que los políticos, la fuerza activa, mientras que los problemas existentes, es lo pasivo, la consecuencia resultante de la mala gestión que nos ha llevado a la extrema y específica situación que vivimos hoy en nuestro País, al margen de la crisis europea, cuyos efectos nos ha rozado, pero no nos ha hundido; de eso, se encargaron nuestros políticos.

Todos han sabido autoexculparse siempre; creen, sinceramente en su honestidad y dignidad, y llevan la cabeza muy alta, incluso cuando (¡caso excepcional!) han de abandonar su puesto si la presunta corrupción es ya un hecho evidente. Por sus mentes debe pasar una banda magnética con una lectura similar a ésta: “mi sueldo debería haber sido mayor, o más debería de haber detraído de las arcas, después de lo mucho que he hecho por el pueblo”. Lo que esa banda magnética de sus subconscientes no registra es lo mucho que han colaborado, unos por acción y otros por omisión, para dejar al pueblo en la ruina, pues nunca han tomado, ni tomarán jamás, en general, una medida que vaya en contra de sus propios intereses privados o políticos; es la única condición que les impone su subconsciente. Un pequeño e insignificante ejemplo: el día 12 de junio de este año, el Congreso de los Diputados rechazó la admisión a trámite de una iniciativa popular, firmada por más de medio millón de ciudadanos, que pedía la eliminación de las prebendas de la clase política una vez que cesaran en sus cargos, a fin de ser tratados como el resto de los ciudadanos.

Lo peor del rechazo es que para justificarlo se han amparado en la Constitución que, casualmente, está hecha por los propios políticos, en vez de ampararse en sus conciencias; la Constitución, es obra del ser humano, la conciencia es obra de la sabia Naturaleza, que, sin duda, hubiera admitido a trámite la iniciativa popular mencionada. Es un ejemplo de lo poco que importa a los políticos el resto de los mortales, para quienes, presuntamente, trabajan después de blindarse, unilateralmente, con unas prebendas que el pueblo no les ha concedido, ni incluido, al confiarles su voto, y naturalmente, desea que esos privilegios, que no tiene nadie, desaparezcan ¿Hay algo más justo? Por supuesto que, como en todo, hay excepciones, pero que, lógicamente, no poseen fuerza suficiente para nadar en contra del río que les lleva. Debemos recordar el caso de un político (la ideología, no importa, porque estamos hablando de personas, y de su palabra) que dimitió recientemente como diputado porque su conciencia le decía que no se ganaba los 60.000 euros anuales asignados; el caso se olvidó enseguida, ya nadie se acuerda. La honradez no es noticia.

También hay un senador que manifestó, durante una entrevista en televisión, la inoperancia del Senado, y que no se justificaba su existencia; tampoco fue noticia. Sobre todo, hay un ejemplo de buena gestión al margen de la política: Torrelodones. Un pueblo con unos 22.000 habitantes, donde un grupo de vecinos, hartos de una pésima gestión y corrupción, decidieron unirse para llegar, con los votos del pueblo, a dirigir el Ayuntamiento. Ninguno era político. Resultado: ¡en dos años han conseguido un superavit por encima de los cinco millones de euros! Un caso único.

Nadie, absolutamente nadie, me podrá convencer nunca de que no es posible que un grupo de vecinos de España pueda hacer por todos nosotros lo mismo que hace un grupo de vecinos por Torrelodones. No hay distancia que salvar; son casos idénticos. Los políticos, aunque sean una minoría, son el primer problema que tiene España; todos sabemos el daño que puede causar una “minoría activa”. Ahí tenemos la lacra de una minoría independentista vasca y catalana rodeando, controlando y dirigiendo a la mayoría.
 

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