La frase que conforma el título no es mía, forma parte de
las derivaciones o corolarios de la Ley de Murphy, y explica
de manera rápida y contundente algunas de las actitudes que
nos rodean a diario.
Para el que no lo sepa, la ley en cuestión básicamente dice
que si algo puede ir mal, entonces irá mal. Partiendo de esa
base y entendiendo que lo de “ley” es una forma jocosa de
entenderlo, se han desarrollado una serie de corolarios que
encajan bastante bien con la mentalidad humana, veamos
algunos ejemplos.
• Si la tostada se cae, siempre será por el lado de la
mantequilla.
• Si no puedes convencerlos, confúndelos.
• Si te sientes bien, no te preocupes: se te pasará.
• Toda solución genera nuevos problemas.
• Si algo va mal, no te preocupes: puede ir peor.
• Ley de la precisión: mida al milímetro, marque con tiza,
córtelo con hacha.
• Ley básica de la construcción: córtelo grande y encájelo a
patadas.
• Si usted es el único que mantiene la calma en medio del
caos, es que no se ha enterado de la magnitud del problema.
Ahí más, no tienen más limitación que el ingenio humano y
por tanto constantemente surgen nuevas apreciaciones
alrededor de la idea básica.
El caso es que si se aplica a nuestro día a día, nos
encontramos con multitud de ejemplos prácticos en los que se
cumplen sin remedio.
Pero centrándonos en el título, resulta paradójico pero
inevitable y de su interpretación se deduce un hecho simple,
nuestra participación de manera activa en los problemas que
nos rodean es siempre necesaria, y esa participación tiene
que serlo desde la óptica de lo positivo, de sumar, de
conseguir alcanzar resultados que nos satisfagan, aunque no
siempre tengamos razón, aunque no siempre las cosas salgan
como nos gustaría.
El caso opuesto resulta cuando pretendemos quedar al margen,
como simples observadores críticos, está claro que es más
cómodo, pero no más solidario.
Todos tenemos nuestras opiniones, pero solo expresadas, no
dejan de ser ideas, para su plasmación en la realidad es
necesaria la corresponsabilidad, involucrarse, lo cual
siempre es más difícil, pero también más saludable.
Si entramos en más profundidades, vemos cómo por ejemplo el
ejercicio del poder es objeto de críticas, con más o menos
fundamentos, pero siempre desde la barrera, no hay más que
preguntarles cómo resolverían una determinada cuestión y
observar su reacción, de manera automática se apartan
escandalizados y responden airados que no son ellos los que
deben solventarla.
Otro ejemplo lo constituyen aquellos que se atreven a
emprender nuevas ideas y negocios, si les va mal, es normal,
ya te lo dije, y si les va bien es que algo malo habrán
hecho, todo ello pronunciado, con cinismo y sin aceptar
riesgos, por aquellos observadores de la realidad que solo
sirven para la crítica aciaga y oscura.
Sin embargo nuestro mundo avanza gracias a aquellas personas
que son capaces de asumir riesgos, ya sea en política, en
negocios, o en cualquier otro ámbito de la vida. Ciertamente
sufrirán grandes decepciones y fracasos, pero la emoción de
vivir compensa, frente a la amargura de los no quisieron más
que una vida cómoda y carente de sorpresas.
Porque desde mi punto de vista fracasar no es intentar algo
y fallar, fracasar es básicamente no intentar nada, quedarse
con las ganas, dejar que el tiempo pase, eso es fracasar.
Los que lo intentan una y otra vez, teniendo no solo
enfrente las dificultades propias del reto que se plantean,
sino además a los corifeos que solo auguran el mal, es algo
digno del más alto de los elogios, ellos son los que merecen
nuestro reconocimiento, puesto que son los que han sabido
entender que la vida es un continuo batallar, un modo de
aprendizaje continuo, un bagaje que nos va enriqueciendo y
construyendo como personas cada vez más comprensivas, más
tolerantes, con más experiencia.
Todo lo demás es desidia, envidia, dudas, dolor y carcoma.
Debemos enseñar a nuestros hijos a través del valor de
nuestras acciones, puesto que eso será lo que realmente les
enseñe a navegar en este proceloso mundo en el que estamos
inmersos, mucho más que aquello que podamos decirles, lo que
hacemos día a día es lo que contribuirá con más fuerza a
dotarlos de referencias para el futuro.
Por eso creo que debemos aprender a ser siempre parte de la
solución, apoyando a aquellos que a nuestro alrededor se
atreven a emprender, a arriesgar, a dar forma a nuestros
sueños, procurando que no se conviertan en pesadillas.
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